Esther

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Los rayos de luz que entraban por la ventana consiguieron despertarme ¡Que peste a alcohol! No recordaba nada, la cabeza me iba a estallar. Miré el reloj; las ocho de la mañana.

_ ¡Joder¡ 

La habitación del hotel estaba hecha un asco, ropa tirada por todos lados, vasos, colillas... ¿Qué pasó anoche? Me giré aún en la cama y puede notar perfectamente el olor a perfume. Aun olor ausente pues no había nadie. Levanté la mirada y vi la ropa interior de mujer tirada por el suelo. Un coulotte de encaje rojo y un sujetador a juego.

_ ¡Mierda, mierda, mierda!  Solo iba a ser una cena de empresa ¡Joder¡

Solo dos años de casado y ya la había cagado, pero… ¿Con quién? No recordaba nada y la cabeza no paraba de darme vueltas. Tengo que darme una ducha para aclararme las ideas.

Salí de la cama, solo llevaba puestos unos boxes negros. Al pasar por el espejo me detuve en seco. Unos arañazos me recorrían todo el pecho y se paraban en lo que parecían marcas de dientes a la altura del ombligo.

_ Ducha, necesito una ducha.

 Me deshice de la ropa interior con algo de dolor; rápidamente comprobé la razón… Tenía la poya completamente irritada. Me metí en la ducha y abrí el agua fría. El fluido al caer consiguió poner en tensión todos y cada uno de mis fibrosos músculos marcando mucho más cada uno de ellos. Me gustaba machacar mi cuerpo en el gimnasio, mínimo dos horas diarias, pesas, pecho, correr… 

 _ ¡ Fue Esther!

 En ese instante la recordé claramente. Su cabello pelirrojo, sus grandes pechos apretados en el top y ese culo que no podía resistirme a mirar cada vez que corríamos juntos. 

 _ Esther…

 La cena de empresa fue un coñazo, aguantar las tonterías del jefe, las cuatro payasadas del enchufado de su hijo, y poco más. Pero decidimos tomarnos la última en un Pub. Hay fue donde me encontré con ella.   Eran las dos de la mañana cuando al salir del baño nos dimos de bruces…

 Estaba espectacular esa noche. Lucía un vestido de gasa negra ajustado y que dejaba intuir perfectamente esas montañas ahora libres en la ausencia del top. Un ligero maquillaje resaltaba sus ojos azules y un carmesí color fuego que adornaba sus labios era la guinda que culminaba un pastel que parecía hecho con manos divinas.

 _ ¡Ey Carlos¡ ¿Qué tal? -dijo ella-

_ Bien, estoy con unos compañeros del trabajo, pero ya mismo nos vamos.

_ De eso nada. Vamos que te invito a una copa.

 Y sin poder hacer nada me arrastró de la mano hasta la barra.

Una copa llevó a otra, y otra, y la siguiente nos llevo al hotel Centro.

La puerta de la habitación pareció crujir cuando nos apoyamos en ella aún sin entrar en la estancia. Agarré a Esther de las nalgas y la apoyé contra la puerta. Pude notar el dulce sabor del  ron aún en su boca mientras nos besábamos salvajemente. Ella acariciaba mis abdominales con una mano mientras que con la otra me apretaba fuertemente en la entrepierna. No podía aguantar más, abrí la puerta y la lancé con rudeza sobre la cama.

Esther agarró su vestido desde abajo, y lentamente se lo fue quitando dejando primero a un coulotte de encaje rojo a la vista y después a un sujetador del mismo tono. Mi miembro comenzó  a humedecerse cada vez más, pero sin que me diera  tiempo a nada más ella se abalanzó sobre mí arrancándome la camisa. Comenzó a besar mi torso hasta que llegó a la altura del cinturón, del cual se deshizo rápido. Me dío un suave mordisco, bajó los boxers y  se metió el miembro en su boca.

Muy poco tardé en explotar pues era celestial la forma en que con la lengua recorría todo su tamaño una y otra vez. No importó. Pues con una sonrisa ella me dijo

_Ahora lo quiero dentro.

Me deshice de la poca ropa que le quedaba encima y quedaron al descubierto dos pequeños pezones que parecían duros como si estuviéramos en pleno invierno. No me pude resistir y comencé a lamerlos. Los gestos de su rostro solo indicaban placer, placer que se vio incrementado cuando con la mano comencé a darle pequeñas palmaditas en su coño. El sonido que desprendían indicaba que cada vez estaba más húmeda, pero sin darme tiempo a reaccionar ella me agarró la poya e hizo que se la introdujera en su interior.

Uno sobre  el otro comenzamos un constante movimiento, al unísono. Primero lentamente y después cada vez más rápido. Ambos desprendíamos gestos de placer, y el olor a sudor impregnó la estancia. Sus manos contra mi pecho fuertemente me hacían gozar aún más y no tuve otro remedio que apretar más y más fuerte contra ella.

_ ¡Así me gusta¡ -decía mientras la penetraba-

 La levanté con una mano y la coloqué encima mía. Comenzó a moverse lentamente en una especie de danza del vientre sobre mi verga. Sus gritos iban en aumento hasta que finalmente y con un fuerte grito, se abalanzó destrozada sobre mi pecho.

 _Siempre me miras las tetas cuando corremos-dijo- Quiero que ahora te corras sobre ellas. 

 Sin dudarlo un segundo, ella comenzó a agitar el rabo una y otra vez hasta que mi cuerpo dijo basta y me fui sobre su piel…

El sonido de alguien en la puerta al tocar me sacó del trance en el que estaba.

El agua parecía arder al caer sobre mi espalda y en el suelo de la ducha, el semen se movió en círculos hasta que desapareció por el desagüe…

_! Ya voy ¡

Me puse una toalla a la cintura y abrí la puerta.

 _ Espero que no me hallas echado mucho de menos.-dijo Esther mientras entraba-

  Aún vestía la ropa de anoche, pero la ausencia de ropa interior le marcaban de sobremanera los pezones contra la oscura tela del ajustado vestido.  En una de sus manos traía una jara de cerámica blanca con  café y en la otra mano unas pastas y dulces. Las dejó sobre la mesita de noche.

 _ Ojala te gusten-dijo mientras se introducía sensualmente una galleta en la boca- Tienes que alimentarte bien. Hoy va a ser un día muy largo…

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Espero que os haya gustado el relato, y ya saben lo que les digo siempre, voten comenten y si os ha encantado seguidme para enteraros rápidamente de todas las novedades. Saludos!

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