Capítulo setenta y siete.

167 18 0
                                    


Mi corazón palpitante, su jadeo constante, la placentera sonrisa dibujada en nuestros rostros y la complicidad de nuestras miradas, me proporcionaban tanta calma y comodidad que por primera vez no hui después del sexo, está vez permanecí abrazada a él mirando de cerca su rostro dejándome mimar por la caricia de su mano que recorría mi espalda lentamente, cerré mis ojos y él se acercó para depositar un efímero beso en mi frente para luego musitar:

–Te amo, Danbi.

Sus palabras golpearon mis pensamientos como un gong que hizo eco despertándome del ensueño en el que estaba sumida.

–Bloo, yo... –me quedé en silencio mientras miraba su rostro expectante y pensaba para mis adentros–. También te... amo.

Podía escuchar mi propio palpitar mientras mi cuerpo se estremecía por la cálida y electrizante sensación en mi pecho, era casi doloroso pero grato a la vez, tenía claro que sentía lo mismo por él, no obstante, mi inseguridad reprimió aquellas palabras reciprocas.

–Yo... –continué dudando.

–Está bien –sonrió y jaló delicadamente mi cabeza hacia su pecho dejando escapar un suspiro–. No tienes que responder si no sientes lo mismo, solo quédate así, junto a mí.

No me reusé a la calidez de su abrazo y aunque las dudas revoloteaban en mi pensamiento, la comodidad que él me proporcionaba me adormiló rápidamente.

---

Desperté debido al tono de llamada de mi teléfono.

–No estoy –balbuceó Bloo y se volteó para continuar durmiendo.

Sonreí ante su respuesta y me aparté de su lado para tomar mi teléfono que estaba sobre el velador junto a la cama, en la pantalla aparecía un número desconocido.

–¿Hola? –respondí.

–¿Hablo con Danbi? –cuestionaron del otro lado de la línea.

–Sí, ¿con quién hablo?

–Hola, soy Fievel.

–Ah, si... hola... –la sangre se me heló al recordar que debía recibirlo en mi apartamento por orden de Black thought.

–Me dieron tu dirección y creo que estoy frente a tu apartamento, ¿podrías salir?

–Sí, espera... ¿Qué hora es? –aparté el teléfono de mi oído para mirar la hora en la pantalla.

Me levanté de un brinco al saber que eran las once de la mañana, no podía creer que me hubiera quedado dormida y ¡falté a clases!

–¿Hola, Danbi? –se escuchó a lo lejos en el teléfono.

–Ah, si... –volví a poner el teléfono a mi oído–. Espera... dame unos... minutos –me apresuré a tomar ropa limpia de los cajones–, saldré en unos... minutos.

–De acuerdo.

Corté la llamada y dejé caer el teléfono en el cajón mientras revolvía la ropa en busca de una blusa.

–¿Que sucede? –cuestionó Bloo con tono perezoso.

–¡Nos quedamos dormidos! –exclamé en respuesta mientras me vestía–. La maldita alarma no sonó.

–Ehm... –ronroneó acurrucándose en la almohada–, yo apagué esas molestas alarmas.

–¡¿Qué?!

–¿Quién pone cinco alarmas para cada minuto? –se quejó.

–¡Pues yo! –reclamé indignada–. Para despertar, no debiste apagarlas.

RUDEWhere stories live. Discover now