Las burbujas que aparecían en la cerveza subían con rapidez hacia la espuma para perderse en ella. La chica las miraba deseando poder ser ella y escapar de ese encuentro que tanto había buscado, pero que, ahora, tan cerca de conocer la verdad, la aterraba y hacía que sus piernas se movieran inquietas de arriba hacia abajo.
—¿Pedimos papas?
—Claro, lo que quieras.
Él preguntó y ella respondió como si no fueran novios, como si se tratara de la primera cita que tenían, como si fueran dos inexpertos en el asunto. Pero eran pareja, hacía un año que estaban juntos, ¿por qué se sentía tan extraño?
—¿Viste el partido ayer?
—Sí, no jugamos tan mal.
—El nuevo director técnico sigue sin convencerme.
—A mí tampoco...
Un sorbo de cerveza de cada parte. Incómodo. No se habían juntado para hablar sobre el partido de anoche, ni para comer papas y beber cerveza. Solo querían hablar acerca de qué les estaba pasando. Pero llegaron las papas y alguna conversación sobre el trabajo. Evadían el tema hasta que ella ya no lo soportó:
—¿Vamos a hablar de eso? ¿De nosotros?
—Mira... no sé por qué debemos tener esta charla. ¿No estábamos bien? Así lo creí yo.
—No lo sé, nunca me dices siquiera un «te quiero», ¿cómo se supone que sepa que realmente lo haces?
—Pero no soy de esas personas...
—Tampoco me dices algo lindo, algo que me haga sentir que al menos opinas que soy linda o inteligente. Yo sí te demuestro cariño...
—Pero eso me hace sentir incómodo...
—¿Al menos leíste mi carta?
—Sí, claro... Tienes sentimientos bonitos.
—Podrías haberlo mencionado...
—No creí que esperaras una respuesta.
—Es decir, solo quería que supieras lo mucho que te quiero. Pero para no sentirme ignorada hubiera agradecido que al menos intentaras decirme algo al respecto.
—Lo lamento, ¿qué quieres de mí? He tenido gestos contigo.
—Quiero... sentirme querida, en serio.
—Quieres que te quiera por tu definición de querer.
—Veo que no es la misma.
—Pues... no.
Otro sorbo de cerveza. El trago se sintió más amargo de lo que debió ser. Ambos se miraron a los ojos, atentos a cada movimiento de su contraparte.
—¿Tú sientes que te quiero? —preguntó ella al fin.
—Claro, pero a veces lo dices con miedo.
—¡Ja! ¿Y cómo quieres que lo diga? ¿Cómo si estuviéramos en la misma página?
—Solo... quiero que estemos bien, como antes.
—¿Piensas que soy linda al menos? ¿Te atraigo?
—¡Claro!
—¿Y por qué no me lo dices? ¿Por qué dices que cada mujer que pasó por tu vida es bella, pero yo no tengo esas palabras?
—Se lo digo a otras personas...
—¿Puedes decírmelo a mí? Yo te digo esas cosas... Me ayudarías, ayudaría a sentirme mejor conmigo misma.
—¿Y qué quieres que haga?
Aquella pregunta le cayó como un balde de agua fría. Significaba que todo lo que había pensado ahora le cerraba. No era un mal chico, pero no podía esperar toda la vida a que la quisiera como ella necesitaba. Quizás era tiempo de pasar página.
—No lo sé, eso espero que lo sepas tú.
Tomaron otro trago de cerveza. Él se paró y la abrazó. Ella lo abrazó de vuelta. Y se quedó pensando en tantas cosas, que sus ojos se volvieron cristalinos frente al espejo de su casa, cuando un mensaje llegó a su celular:
«me gustó verte :)»
Quizás lo mejor sería esperar. Esperar a que pase el tiempo. Pero no sabía cuánto estaba dispuesta a esperar.
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De bares y amores
RandomColección de cuentos sobre diferentes parejas y sus realidades. Te harán reír, llorar, y comprender que cada relación es un mundo diferente.