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—¿Sabes? Te vendría bien un corte de pelo a ti también. Tu flequillo está casi cubriéndote los ojos.

—Hey, ¡no te metas con mi cabello! A mí me gusta tenerlo tal y como está, ¿quedó claro? —dijo Murdoc Niccals, mientras conducía en su auto hasta la peluquería que su amiga Noodle le indicaba. La chica sopló sobre su propio flequillo, elevándolo unos milímetros, y siguió mirando a través de la ventana.

Hoy Noodle debía ir a la peluquería por su corte mensual, puesto que su cabello había crecido bastante rápido en las últimas semanas, gracias al nuevo shampoo que había comprado.
Pero como ella no tenía auto, y sus otros amigos estaban ocupados, tuvo que pedirle a Murdoc que la llevara a la peluquería. Y aunque al principio éste se había negado a hacerlo, al final aceptó llevarla con la condición de que irían a comer pizza después.
Noodle aceptó la condición, obviamente. Porque de otro modo, no estarían ya aparcando frente a la peluquería.

Descendiendo del vehículo, Noodle esbozó una ligera sonrisa, mientras saludaba con la mano abierta a la recepcionista que les había visto llegar. Murdoc caminaba detrás de ella, no muy convencido de querer entrar. Sabía que en las peluquerías el único tema de conversación eran los chismes del barrio y de las celebridades, por lo que se aburriría mortalmente. Sin embargo, al ver que Noodle le esperaba como a un perro faldero, rodó los ojos, y no tuvo más remedio que seguirla.
Esperaba que al menos tuvieran revistas viejas o algo así.

Al entrar, Noodle y Murdoc se sentaron en un amplio sillón, esperando a que el estilista apareciera. El azabache se sintió aliviado al encontrar una revista a su lado, y la colocó en su regazo, apartándola para leerla después.
Noodle se pasó el cabello detrás de la oreja, y sonrió a Murdoc, divertida.

—Seguro mi estilista llega en un momento —dijo—; siempre está arriba preparando sus cepillos y tijeras para nuestras citas. Es muy profesional.

Murdoc asintió, fingiendo interés. La verdad es que ya deseaba irse de ahí. Se sentía enervado al estar rodeado de tantas mujeres ruidosas y pretenciosas. Abrió la revista para darle una ojeada rápida, y al cabo de unos minutos, escuchó pasos que provenían de una escalera al fondo de la peluquería.
Sin duda alguna, se trataba del estilista.

—¡Noods! ¡Oh, cuánto tiempo sin vernos! —exclamó el estilista en cuanto divisó a la japonesa. Noodle se puso de pie con alegría, y se acercó para saludar y abrazar a su estilista con una sonrisa en los labios.

Murdoc alzó ligeramente la mirada, intrigado por quién podría ser aquel amistoso estilista.
Y en cuanto le vio el rostro, ya no pudo despegar la vista de él.

Era un joven pálido, con un fino rostro y una delgadez que le daba elegancia a su figura. Alto, y con unos ojos cubiertos por unos lentes oscuros a la moda, el joven estilista parecía más un crítico de modas que un peluquero, y más por esa pashmina turquesa que le adornaba el cuello.
Pero lo que más le llamaba la atención era ese cabello azulado, sedoso y largo, que le hacía parecer una estrella pop y le daba cierto atractivo a su persona.
¿Qué tinte tan bonito era aquel...?

—Murdoc, él es mi estilista —dijo Noodle, interrumpiendo el estado estático y casi hipnotizado de su amigo. Sostenía al estilista del brazo, mientras lo presentaba con orgullo—. Su nombre es Stuart Pot. Pero todos le decimos 2D.

En cuanto esa mano de dedos alargados se puso frente a él, Murdoc se levantó de su asiento, y la estrechó gustoso, sonriendo tímidamente.

—Ah, mucho gusto. Yo soy Murdoc Niccals. —dijo, y el peliazul correspondió a su sonrisa con alegría.

—El gusto es mío —dijo Stuart, y su voz tenía un ligero tono afeminado que captó aún más la curiosidad de Murdoc. Con ese mismo tono, preguntó—: ¿Vas a cortarte el pelo tú también?

2Doc Oneshot : HaircutDonde viven las historias. Descúbrelo ahora