《 Bastard 》 Robb/Jon.

xiii. salvaje

SANSA

La jovencita despertó en la cama de la que había sido su habitación durante los últimos meses, todo olía a ella, esa fragancia agradable que impregnaba el lugar  le hacía sentirse mejor consigo misma; recordó lo que había sucedido y por primera vez su reacción no fue llorar, había llorado lo suficiente la noche anterior.

Se levantó e intentó abrir la puerta, pero estaba trabada con cualquier objeto desconocido por la parte de fuera, así que caminó hacía la ventana sólo para darse cuenta de que estaba tan solo un piso arriba, su caída no sería mortal y se enfrentaría al jardín.
No era valiente, en absoluto, la idea de lanzarse de un lugar tan alto le ponía de los nervios, pero quería reunirse con sus hermanos lo antes posible por lo que se sentó él el borde, balanceó sus piernas y bajó sin peligro.

Era alta, muy alta de hecho, la distancia en la que cayó no era ningún problema para ella, rápidamente tocó el piso y pudo reincorporarse.

Comenzó a caminar por todo el jardín, escondiéndose cada que escuchaba voces cerca, pero jamás llegó nadie más.
De pronto un hedor familiar llegó a sus sentidos, era el olor de un animal y fue entonces cuando recordó a Lady, Nymeria y Fantasma. 

Tragó saliva y aunque se sintió como una salvaje por estar guiándose con las fragancias no dejó de hacerlo hasta llegar a una jaula. No estaba cerrada con fuerza, los tres lobos estaban dentro, encadenados y con un bozal que les impedía aullar. Nym reaccionó primero, moviéndose hacía la pelirroja en señal de auxilio. Sansa no dudó ni un momento y comenzó a retirar todos los agarres de los tres; primero de su loba, seguida de la otra hembra y por último el pobre animal mudo.

Los lobos fuertes empezaron a correr en cuanto se les liberó, Lady ni siquiera se giró para ver a su dueña, pero Fantasma se detuvo para olfatearla. La chica no reaccionó, para ella el animal albino era tan extraño como Jon; después corrió tan lejos para alcanzar a sus hermanos.

El sonido tintineante de las armaduras de los soldados se hizo presente y en cuestión de segundos rodeaban a la hija mayor de los Stark.

ROBB

Cualquiera que preguntara, el norte no era más que un bloque de hielo y sus habitantes eran exactamente iguales a sus tierras.

Pero él estaba comandando todo un ejército directamente hacía Desembarco. Tenía que encontrar a sus hermanas, tenía que volver a tomar el delicado cuerpo de Jon entre sus brazos, inhalar su profundo y agradable olor hasta que pudiese sentirse completo, hasta que pudiese hacerlo sentir seguro.

Nunca pudo demostrar lo buen Alfa que podría ser, nadie podía culparlo porque recién había cumplido 16 años y un año no es suficiente para señalar nada.

Su padre diría de forma risueña; Ned Stark no se formó en un día y el aseguraría que encontraría una forma de hacerse valer en los siete reinos; si era sincero, esa siempre fue su convicción, demostrar lo valiente de su ser y lo fuerte de su cuerpo, lo mucho que valía para aliados y lo buen líder que era como hijo primero de una larga camada.

Ahora no sabían nada de él, sabían más de la belleza prohibida que aspiraba su hermano Omega. Hablaban de la piel liza y blanquecina del pelinegro, de esos rizos interminables y oscuros, de esos ojos profundos e intimidante, de ese olor incierto a flores y miel y de ese cuerpo envidiado por doncellas y jovencitas que jamás llegarían a tener facciones tan finas y delicadas como las tenía ese chico.

Jon para los siete reinos era una maravilla, sólo lo confirmaron cuando se lo llevaron a Desembarco y entonces todos los dueños de burdeles lo vieron y afirmaron que sería un empleado estrella, que sería increíblemente demandado y la virginidad solo lo hacía más apetecible.

Tenía miedo por el, era inexplicable pero no era un miedo propio, podía sentir lo que ese joven sentía cada vez que se topaba con alguien que lucía amenazante.

Sabía perfectamente que era gracias a su unión de años y que aunque no demostró lo mucho que le importaba realmente lo amaba, era su hermano después de todo.
Sangre Stark corría por sus venas y según los maestres, algún tipo de ascendencia Valyriana tenía que tener para ser tan talentoso y lindo a la vez.

Porque si, Robb era guapo, mierda que si no lo era.

Pero era totalmente diferente al cachorro bastardo, era más grande y fuerte, de un cuerpo musculoso y su rostro era intimidante, barba empezaba a crecer en su barbilla y en el resto de secciones determinadas unas cuantas hebras de vello iban creciendo poco a poco.

Eran tan diferentes que nadie podría creer que fueran parte de la misma camada; Stark era grande, de pelaje Tully y ojos de la misma casa, en cuanto a Jon, el era otra cosa diferente.

Orbes oscuros y cabello negro, correspondientes a un Stark, no a un Snow simplón como él.

El lobo joven dejó salir un suspiro, aún estaba azotando su mente con preguntas de las cuales no sabía cómo responder, hasta que sintió el miedo del lobo blanco en su piel.

Mordió el interior de su labio, intentando contenerse. Lo sentía tan lejos que tardaría días en llegar corriendo.

JON

Su trasero tocó el piso, sus ojos se cerraron por reacción obvia de dolor, pero cuando logró volver a abrirlos no vio a nadie particularmente peligroso.

Lord Renly lo miraba con los ojos muy abiertos, por supuesto que lo reconoció.

El alfa pudo sentir todo el miedo que el chico emanaba y no tardo en darle la mano para que se levantara.

"Sígame, Milady" pidió de forma respetuosa, el aludido no quiso contestar nada porque si empezaba a reclamarle a todas las personas que le llamasen de esa forma entonces todo iría verdaderamente mal para él.

Tomó la mano del ciervo menor y gracias a su impulso logró colocarse de pie. "¿A dónde?" Preguntó en respuesta, claramente asustado.

"Usted y yo debemos huir, le escoltaré lo más al norte que me sea posible." Prometió, dejando salir una sonrisa sincera. El pelinegro parpadeó varias veces en respuesta, avergonzándose por su desconfió, y de la amabilidad ajena.

Atinó a asentir levemente con la cabeza, comenzando a caminar al lado del hombre, quien aun sujetaba su mano y colocó su capa verdosa sobre sus hombros en un breve intento de cubrirle apariencia y fragancia.