conejo acostado.

532 37 18
                                    

—¡Malfoy! Malfoy... Mal... ¡Espérame!—

—¡Cállate, Potter, y no me sigas!—

—¡Pero... Escucha!— Jadeó deteniéndose para sostenerse en sus rodillas. Llevaba persiguiendo al muchacho desde hace más de varias cuadras y estaba cansado ¿Qué sucedía con aquél muchacho?

Él lo había besado primero, y había buscado que Potter le siguiera el beso y algo más y después... Después se había quejado por descubrir que era un Omega.

¡Gracias cobertor de aroma inservible! ¡No sirves! Osea, lo abandonó más rápido que Rexona a algún atleta con mal sudor.

Pero es que se había excitado de más ¿Su culpa? El rubio estaba como quería y cabía totalmente en sus gustos.

Se levantó de su posición, muy patética a su parecer, de estar recogiendo aire como un pequeño pollito que no sabe cómo respirar y grito.

—¡Era cierto lo de mi cicatriz! ¡Lo único que no te conté fue eso y porque tú nunca preguntaste!—Gritó, perdiendo el aliento en la última frase y esperando darse por vencido si este no volteaba.

Y cuando sus esperanzas cayeron, y su olor mostró los tintes de obvia decepción a su alrededor, el rubio volteó. Con una visible cara roja.

Harry solo esperaba que no fuera de ira.

—¡Eso es exactamente lo que me molesta, Omega tonto!—Exclamo, tomándolo de las soplas de su camisa solo para atraerlo hacia sí y abrazarlo.

No era su plan dejarlo de lado pero le había caído como una patada a su orgullo que no le contara todo acerca de él.

Draco necesitaba saberlo.

Quería sentirse importante para Harry.
. . .

Así mismo el tiempo paso y lo único que pasa por su cabeza eran los ridículos nombres de las constelaciones, alguno que otro nombre de tribus aborígenes sabiondas y las facetas de la luna. Cuando acepto el conocer cada tramo de la escencia de Harry se encontró muchas sorpresas gratificantes y otras que lo sacaron de onda.

Era un nerd con respecto a la historia y la astronomía. Sus pasatiempos era dibujar mapas de estrellas y designar complicados esquemas matemáticos para sus, no sabía que, en una libreta, desarrollarlos y frustrarse por no tener la respuesta a sus estudios.

También le gustaba el olor a café pero no el café. Tenía dos lunares en su cadera y uno en su espalda.

Cada vez que estaba concentrado en sus pensamientos, y trataba de pasar desapercibido, mordía su dedito pulgar derecho. También tenía una adorable barriga, nada ostentoso ni duro, solo una superficie suave.

Era muy lindo por las mañanas, también era un gruñón y le gustaba llevarle la contraria cuando tenía la razón.

Malfoy odiaba cuando tenía la razón porque lo hacía ver estúpido.

Porque no soportaría perderlo.

—¿Me estás escuchando?—

Oh, también era muy provocadora esa manera como se lamía los labios y fruncía el ceño cuando sabía que Draco lo ignoraba.

Se acerco lentamente, dejando un beso en su nuca.

—¡Vamos a ver la luna, Draco!—

Otra vez, como si hasta ayer no se viera más que un atisbo de aquel brillante satélite, hoy no se notaría la diferencia, sino fuesen expuestos los tan "radicales" cambios. Para Harry era importante.

Draco solo se encargó de dejar una manta que cubriera a ambos.

—Solo si, y solo si... Te casas conmigo.—

Extendió una pequeña cadena con decorados de estrellas brillantes y pequeñas lunas menguantes ante Harry, quién estaba igual o más sonrojado que él mismo.

Tenía un "dije", por así decirlo, con un anillo que tenía pequeños zafiros incrustados.

Toda la tensión de hace una semana desapareció de su cuerpo cuando él pequeño Omega se estrelló contra su cuerpo, sus feromonas estaban alocadas, claramente podía oler la felicidad en cada poro del otro y no hubo mejor "Sí" cuando esté empezó a llorar, ahogado en hipidos y sonrisas tontas.

Amaba mucho a Harry.
. . .

Había paso tres años desde que se habían casado, ambos tenían una larga lista de aventuras y batallas que pelearon y vivieron juntos. Entre ellas estaba el llevar acabo el embarazo de su pareja.

Porque Potter era un imbécil que lo hizo un adicto a su aroma. Un sadoma en potencia y un blando de primera. También se obligó a tomar cursos de cocina y de postres, decir que se había encargado de engordar a su esposo era mucho, pues la tarea era muy difícil por su tipo de cuerpo delgado. Le relleno pequeñas parte de su cuerpo estilizado, como lo eran su trasero y cachetes.

Dándole pequeñas comidas y dulces nutritivos.
Solo para siempre consentirlo.
Para siempre abrazarlo y tenerlo a su lado.
Besando todas las mañanas sus labios bonitos.

Harry no era el único con pasatiempos. Draco ahora sabía muchas cosas sobre el umami, hortalizas y vegetales, sabía mucho de carnes y bebidas saludables.

También sabía el cuidado de bebés, mascotas y de cualquier cosa en casa que el pudiera arreglar por su cuenta. Sin dejar en ningún momento como un inservible objeto a el moreno.

Había sido difícil que ambos pudieran concebir. Con altibajos y abortos no planeados.

Había sido una época muy difícil para su Omega.

Y para él mismo.

Y cuando lo lograron, y Harry pudo embarazarse Draco ya sabía todo lo necesario para alimentar a un batallón, cuidar a su Omega y heridas pequeñas y medianas.

Harry también sabía muchas cosas de manualidades y carpintería.

Incluso habían equipado ya una habitación con muchas cosas, desde pañales hasta ropita y juguetes. Fue muy divertido el pintar la nariz del otro cada que podía.

Siendo este el nido del Omega cuando caía en depresión por no ser "perfecto", por no poder quedar en cinta. En esos días Draco se sentía insuficiente por no poder hacerle entender que era único.

Solo se había quedado en la puerta del cuarto, esperando sentado y paciente a que él saliera. No quería abrumarlo o irrumpir en su privacidad.

Había sido un inútil a su parecer.

—¿Lo ves? Ahora puedo notar que la esquina superior está un poco más notoria que ayer, ya no lo confundo con una línea confusa o una ilusión.—

Estaba sentado, con sus pies colgando de aquel balcón sin baranda, sin límites pero no por ello menos peligroso.

—Tambien me aprendí el nombre de la constelación... Tú eres el pequeño conejo acostado.—

Escucho una risa, y no pudo no amar a él otro. ¿Por qué necesitar música si podía escucharlo reír siempre? No sé aburriría nunca.

—No. Ese eres tú, ahora duermes más que yo y eso que el embarazado soy yo.—

—Eh, Omega tonto, no es que duerma más ahora, es que tú ya no duermes tanto, estás imperativo.—

—Y tú viejo.—Fue el turno de Malfoy de reír. A su vez y con un puchero el castaño se sentó a su lado.

Tendiendole parte de la manta. Olía a cerezas con chocolate, un poco leche y un tinte a manzanilla. Le gustaba mucho como combinaban sus olores, sin opacar al otro, en armonía.

—Este viejo te hace gemir cómo una señorita.—Harry se sonrojo y apoyo su cabeza en su hombro, aspirando el olor a té y a limón.

—Tú eres el tonto, Alfa.—

Sintamos la Luna.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora