Tú, mi querida persona especial.
He dejado que mis demonios y mis miedos me superasen en constancia, día a día, cegándome y evitando que pudiera verte. Día a día, hasta que consiguieron que te perdiera.
He vivido siempre escuchando despojos a mis espaldas. Insultos y humillaciones que para mí se quedan. Un maltrato psicológico y sentimental que me hicieron reprimir mis ávidos deseos de conocer personas. Como si de una rutina se tratase, las personas llegaban a mi vida, me usaban y se iban, dejándome con el alma rota por haber sido solo un objeto. Se reían y burlaban, sin importar mis lágrimas, sin importar mis esfuerzos y mis sacrificios. Consiguieron que me cerrase al público, que me aislara y odiara hacer amistades, porque al final, todas me terminarían traicionando, fallando, o dejándome solo. Un mal que suena a exagerado, y que sin embargo, me incitaron a irme de la vida para siempre.
Crecí con esas creencias y esos miedos, convirtiéndome en alguien lúgubre y no deseado de verdad. Alguien triste con pensamientos miserables, poniendo siempre a prueba a su alrededor, buscando siempre un punto más para poder confiar en ellos, para, en realidad, nunca hacerlo.
Con todo, me terminé enamorando de varias personas, personas que me dieron la ilusión de una plenitud, y que terminaron decepcionándome. Me hicieron daño y me destrozaron por dentro y por fuera, mental y sentimentalmente, hasta el punto de terminar roto al escuchar "Eras un lazo emocional que llegó en el momento adecuado, y ya no te necesito".
Con todo esto, no pretendo excusar mis actos de miserable persona, si no todo lo contrario, vengo a narrar tus proezas y virtudes.
Apareciste en mi vida como algo no planeado, y me atreví a hablarte pese a mis peores miedos. Cuando menos lo esperé, estábamos hablando hasta tarde, aprendiendo los gustos del otro, escuchando nuestras vidas, y compartiendo cada momento. Si te soy sincero, dudé mucho al principio, pues todas mis historias con alguna persona comenzaban igual, y más rápido que la estela de una estrella desaparecían, esa magia se consumía y agotaba hasta su extinción. Pero contigo, había pasado ya un año cuando habíamos quedado varias veces, y cuando en nuestros días no faltaba el que no hablásemos, ya fuese yo diciendo algo, o tú contándome alguna historia o anécdota, o simplemente por saber de mí
Pasó el tiempo, y pensé que había conocido a una persona perfecta, sin más defectos que los propios humanos. Me habías hecho volver a ser una persona, me habías dado la alegría de esforzarme y continuar mis trayectos. Me diste la ilusión de querer hacer amigos, aunque me seguía costando, y sobre todo me diste la esperanza de saber que eras mi mejor amiga. Me sentía pleno, vivo, con ganas de comerme el mundo, y que, ojalá estuvieras tú a mi lado.
Pero como no podía ser de otra forma, los temores del pasado vinieron a mí, las inseguridades, cada vez más firmes y más grandes, que aplastaban a su paso todos los cimientos que había hecho por construir con esfuerzo, sangre, sudor y lágrimas, junto a tí, con tu ayuda. Cada vez te exigía más, con lo que llegaron las primeras discusiones. Peleas que, una vez surgían, no comprendía por qué habían ocurrido, si te conocía (si te conozco), y nada de lo que pedía o decía tenía el mayor sentido, porque sí que lo habías cumplido. Aun así, tu cedías, me perdonabas y volvíamos a querernos con ese amor incondicional que había surgido entre nosotros.
Convertí nuestra relación en un compromiso tóxico, y ahora me doy cuenta, entre lágrimas y lamentaciones. Entre la nostalgia que me produce ver nuestros recuerdos y pensar que lo he destruido todo con mi labia envenenada. Un veneno que me ha terminado matando a mi, y que ha destruido la ilusión que tenías por mi de ser alguien muy importante en tu vida.
Dejé de ver las acciones que eran poco común en ti y hacías por mi, y no por compromiso como siempre tenía manía de pensar, si no porque nacían de tí. Formas de ser que quizás ni siquiera tú comprendías, pero sabías que te hacía feliz, y a mi también, y por eso lo hacías. Olvidé por completo nuestras pequeñas horas al mediodía antes de clase. Nuestros hobbies en mi casa. Nuestras bromas y confidencias. Tus mensajes de ánimo y apoyo, tus llamadas, tus propuestas de jugar, el aceptar sin pensarlo cuando te proponía un plan. Me obsesioné en que no dabas de más cuando te habías convertido en una persona que vivía a mi lado por mero placer, por gusto y por cariño. Dejé de apreciar los mensajes que me enviabas después de salir de fiesta o de paseo para contarme tus anécdotas... A MI, Y SOLO A MI, Y A NADIE MÁS. Me llené de celos y envidia sin sentido, cuando solo era miedo de no ser suficiente amigo. Me olvidé de mis propias palabras de amor. De todas las cartas que te escribí. Quise ser el centro de tu vida casi obligándote, cuando estaba tan ciego que no me daba cuenta que ya estaba en tu vida, y tenía uno de los huecos más especiales en tu corazón. Dejé de ver lo que presumías de mí. Ignoré por completo cuánto me has defendido cuando se han metido conmigo y lo bien claro que has dejado que soy una de las personas más importantes en tu vida.
Me olvidé de tus besos. Me olvidé de tus abrazos. Me olvidé de que eras mi todo. Y me cegué en que yo no era nada para ti... CUANDO ERA MENTIRA. Me olvidé de las frases de amor que me escribías, y de tus intentos de sorpresas (y sorpresas conseguidas). Me olvidé de los regalos que me hiciste. Me olvidé de las veces que nos dábamos la mano al pasear. Me olvidé de nuestras noches jugando, hablando, o ayudándonos. Me olvide DE LA CONFIANZA DEPOSITADA EN MI. Me olvidé de que eras tú la que quiso ser mi amiga. Me olvidé que fuiste tú la que jamás se olvidó de mi. Me olvidé que, pese a tu forma de ser despistada y con libertad, me dabas explicaciones cuando ni siquiera las merecía. Me olvidé que nos casamos, que nos convertimos en marido y mujer. Me olvidé de que volviste a aceptar ser mi esposa mientras me abrazabas y besabas, diciéndome que era una de las personas más importantes en tu vida. Me olvidé que son cosas que no salen de ti con facilidad y que sin embargo me las repetías con cierta frecuencia. Me olvidé de que eras tú la que hablaba de mi cuando quedaba con alguien con mucho orgullo y sentimiento, incluso en casa, o a la familia. Me olvidé de todo lo que nos reíamos juntos. Me olvidé lo mucho que nos gustaba aprender del otro, o escucharlo. Me olvidé de la atención que siempre me prestabas.
Me cegó el odio y el pasado, y que por su culpa, me han hecho volverme el amigo que jamás prometí ser. Dejando atrás mis principios y mi propia personalidad, convirtiéndome en un fantasma de tu propio pasado, ese que jamás quieres mencionar ni repetir.
Pero sin duda, lo que más me duele es haber olvidado que te abriste a mi con todo tu corazón y me confesaste tus mayores miedos, y tus experiencias. Me duele haber olvidado todas la promesas que te hice y que he roto en un arrebato de estupidez y de miedo, volviéndome lo que jamás nunca pensaste y quisiste, no de mi: Una decepción de alguien a quien habías depositado tu vida. Me duele haber abusado de tu confianza y haberte hecho daño, haberte hecho siquiera sentir una persona miserable cuando no lo eres, cuando eres todo lo contrario, como bien tu nombre indica, un amanecer bello y hermoso. Me duele haberte fallado cuando te juré lealtad, y me duele que llegues a pensar que "tarde o temprano ocurriría".
No dejo de pensar en que todo hubiera sido muy diferente si yo jamás me hubiera olvidado de todo lo que has hecho por mi, si nunca hubiera dejado de observar, en vez de pedirte a ti hacerlo cuando eras tú la que jamás dejó de observar y apreciar. Mi arrepentimiento no tiene límite con el cual chocar, se hace infinito y con pesar, y sé que es algo que me merezco. Cada una de las lágrimas que he derramado escribiendo este escrito me las merezco, así como todo el sufrimiento y el daño y pena que siento, por olvidarme de la persona que más quiero. Por exigirte un aprecio y una valoración que yo mismo no estaba haciendo. Por pedir y pedir, sin darte nada a cambio.
No sé hablar ni expresarme en público, e incluso aunque un chat sea algo "escrito" para mi sigue siendo hablar en persona, por lo cual tampoco sé hacerlo. Por eso, como mi mayor virtud es (o eso creo) escribir, decidí redactar los retazos de mi alma inundadas en mis lágrimas mientras no dejo de arrepentirme de lo estúpido que he sido y de las cosas que he dicho que jamás debieron salir de mi boca, porque en el fondo, jamás las pensé y por supuesto, no son ciertas.
No sé si alguna vez llegarás a leerlo, pero de hacerlo, espero que en mis versos en prosa halles el sentimiento de pena y arrepentimiento que he intentado transmitirte. Así como el gran valor y estima que tengo, lo importante que eres para mí y lo mucho que te quiero, con toda mi alma, habiéndote convertido en una luz constante que me llena de felicidad.
Eres una persona que no puedo perder sin más, y lucharé por ti noche y día. Porque de todas las cosas tan importantes que dejé de ver y olvidé, sin duda, la más cruel y grave de todas fue que me olvidé de que eras mi mejor amiga, y todo el esfuerzo que hacías por mi, un esfuerzo vestido de amor y cariño, y que yo desprecié.
Lo lamento de todo corazón, mil perdones, esposa mía
YOU ARE READING
You, My Sorrow
SpiritualComo soy un imbécil, que permite que sus miedos le consuman, y no sabe hablar, he preferido usar la que quizás considero mi mejor virtud, la prosa, para expresar mis lamentos y mis miserias. Lo siento muchísimo