DOLCE

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Hisoka golpeó a la puerta entornada y entró sin esperar la respuesta. Caminó el tramo hasta donde Chrollo estaba recostado leyendo y se tiró a su lado. La cama de resortes se sacudió bajo su peso.

—¿No había cerrado la puerta? –preguntó Chrollo con el ceño fruncido.

–Nop –dijo Hisoka. Tomó uno de los almohadones y se acomodó al lado de Chrollo, con la espalda apoyada en el respaldo–. ¿Qué estás leyendo?

–Uno de misterio. ¿Ya terminaste de entrenar?

–Sí, te esperé pero como al final no viniste me aburrí y me fui a bañar. ¿Está bueno? –preguntó. Se estiró por sobre el hombro de Chrollo para leer la página abierta. Su pelo mojado dejó caer unas gotas sobre el hombro y pecho de Chrollo.

–Cuidado, me vas a mojar las hojas –protestó Chrollo, cerró el libro y lo dejó a un lado–. ¿Por qué no te secas bien? Siempre salís con el pelo empapado... –le sacó la toalla de los hombros y comenzó a frotarle la cabeza con ella.

–Me seco, pero siempre queda mojado –respondió Hisoka.

–Ya está mejor –dijo Chrollo, le acomodó el pelo húmedo con la mano. Luego le devolvió la toalla–. Tomá, y no la dejes en la cama porque...

–Ya sé, se moja todo. Ya está –dijo Hisoka, mientras tiraba la toalla al piso–. ¿Qué? –preguntó al ver la cara de reprobación de Chrollo–. Después la llevo, cuando salga. ¿No vas a seguir leyendo?

Chrollo lo miró con sus grandes ojos grises. El libro estaba a su lado. Con que volviera a tomarlo y le dijera a Hisoka que quería seguir leyendo, éste se iría sin protestar. Habían discutido hacía poco y Hisoka había prometido no volver a insistir cuando Chrollo quisiera estar solo.

–Está bueno, pero lo leo más tarde, no importa –dejó el libro sobre la mesa de luz encima de una pila de otros tres, también a medio leer. Vio de reojo la gran sonrisa de Hisoka y trató de mantenerse serio–. ¿Querías decirme algo?

–Sí. Me preguntaba qué ibas a hacer el 14. Vos siempre lo pasabas con la Araña... –preguntó Hisoka.

–El catorce... ¿Por San Valentín lo decís?

Hisoka asintió.

–Bueno, nada especial, obviamente –se encogió de hombros–. Tampoco era que lo festejábamos ni nada. Es sólo una fecha comercial.

–Pero te daban chocolates, ¿no? Las chicas seguro te daban.

Chrollo lo miró y frunció el ceño.

–No. ¿Cuándo viste que me dieran chocolates? Si la mayoría de las veces ni siquiera nos juntábamos para esa fecha.

–No hace falta que mientas. Yo sé que te los daban; incluso aunque no se reunieran te los mandaban. Machi me lo contó.

Chrollo se sonrojó y miró hacia otro lado. Debió haberse imaginado que si Hisoka le preguntaba algo era porque ya sabía la respuesta de antemano. Casi siempre era así.

–Bueno, ¿y por qué te preocupas por eso? Extraño a mis compañeros, obvio que quisiera verlos a todos, pero no por el chocolate ¡Qué estupidez! Además, ¿cuál es la gracia de recibir chocolates? Si cualquiera puede hacerlo, no hay motivo para...

Hisoka lo miró serio, su expresión se había vuelto sombría de repente.

–¿Qué pasa con esa cara? No me vas a decir que a vos nunca te dieron chocolates.

Hisoka no contestó. Chrollo enseguida se dio cuenta de su error. Recordó que mientras estaba en la Araña nadie le tenía aprecio a Hisoka. Machi un poco quizás, pero jamás se lo demostraría y mucho menos con chocolates. De pronto se sintió terriblemente culpable. Lo palmeó en el hombro para animarlo

DOLCE || HISOKURODonde viven las historias. Descúbrelo ahora