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Bokuto jaló de los cabellos cortos de Akaashi obligándolo a exponer su cuello, sector que lamió y se atrevió a morder sin demasiada fuerza; Akaashi había recostado la cabeza en uno de los escalones y se sorprendió cuando una mano demandante tomó su barbilla y lo forzó a girar el rostro en dirección contraria.

Una corriente eléctrica recorrió el torso de Akaashi mientras un escalofrío lo impulsó a retorcerse debajo del cuerpo más grande y pesado que el suyo. Atrapado como estaba entre los escalones y el torso de Bokuto - quien lo aplastaba contra la escalera impidiéndole cualquier tipo de movimiento - sólo podía rodear las caderas ajenas con sus piernas e intentar retirar la camisa blanca tirando de la tela hacia arriba y arrugándola en el proceso; sentía la necesidad imperiosa de atraerlo, de tenerlo más cerca de su propio cuerpo a punto de entrar en combustión y de poder tener acceso a la piel ajena de una u otra manera. Mientras su cerebro no podía coordinar otra cosa que no fuese aquellos pensamientos, los labios de Bokuto capturaron los suyos en un beso tosco y agresivo, desesperado por parte de ambos.

Akaashi gimió sonoramente sin poder contenerse pese a que la vergüenza aún le impedía soltarse del todo cuando el mayor mordió su labio inferior con fuerza, obligándolo a separar los labios, a abrir la boca para él. Con una exasperación que lo hacía prácticamente sollozar, Akaashi vio su boca invadida por la lengua de Bokuto y, al mismo tiempo, su entrepierna asaltada por una mano demandante que reclamaba acceso por debajo de la única prenda que, por decoro, había mantenido sobre su cuerpo. Por la posición en la que se hallaban, resultaba casi imposible que Bokuto pudiese lograr la hazaña de introducir su mano por lo pegados que estaban sus torsos, y eso lo descubrió ante la imposibilidad con la que se había encontrado Akaashi cuando, en un momento de delirante necesidad, había procurado retirar el cinturón del otro en un forcejeo inútil cuando había jalado también de la camisa.

Jadeó cuando Bokuto impulsó sus caderas hacia delante, golpeando la erección que ya resultaba dolorosa y logrando que más de aquel fluido caliente e incómodo surgiera del interior de Akaashi, poniéndolo más ansioso. Tomó de la camisa a Bokuto casi ahorcándolo en el proceso para que le prestara atención, ya exasperado.

— Así esto...no...

— ¡Ya sé que no, maldita ropa!

Aún en aquel estado tan avanzado de enajenación mental, Akaashi logró distinguir aquel tono de voz que Bokuto solía implementar cuando la desesperación realmente ya lo estaba sobrepasando, y por eso mismo supo que iba a recurrir a la fuerza para solucionar el "problema".

Por supuesto, no había previsto que aquello iba a aplicarse en ambos; Akaashi vio a Bokuto literalmente luchando con los botones de su camisa; lo vio lograr deshacerse d con éxito, pero el resto no corrió la misma suerte. La ansiedad, los nervios y el sudor no ayudaron a coordinar los movimientos de sus dedos y, harto de batallar, había terminado arrancando los otros botones de un tirón fuerte y brusco. Akaashi sólo podía ser testigo silencioso del maltrato que estaba sufriendo la ropa de Bokuto - quien, como él, estaba teniendo los mismo problemas con sus pantalones - mientras su cerebro parecía entrar en cortocircuito al ver más piel descubriéndose ante sus ojos. El capitán de su equipo era, en pocas palabras, una masa sólida de músculos bien ejercitados que en esos momentos se contraían aquí y allá ante la mirada turbia de Akaashi mientras seguía en una contienda feroz con sus propios pantalones.

Sin embargo, pareció cansarse de arruinar la cremallera de su uniforme y se dedicó a vencer el obstáculo que le impedía tocar a Akaashi en forma completa.

Y ahí llegaron los problemas.

— Bokuto-san, ¡espera, estamos en las escaleras!

— ¡Deja de llamarme así! ¿Y eso qué? ¿No estamos solos? ¡Akaashi! ¿Por qué te cubres?

VainillaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora