15. El tiempo perdido

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Cuando Nieals Chyefelm cruzó nuevamente la puerta al salón donde los chicos se encontraban encerrados, no logró cambiar su estado de preocupación a tiempo. Un rubio lo notó, pero no comentó nada al respecto, después de todo, cambió a una expresión más sarcástica en cuanto percibió la extraña situación que había encontrado.

Alrep se encontraba arrodillada frente a la cerradura, con algunas joyas mágicas colocadas en su cuello y muñecas y otros objetos desperdigados por el suelo. La castaña se encontraba inútilmente tratando de obtener magia y con ella poder abrir la puerta. A Nieals le pareció patético, considerando que probablemente ella ya sabía que la jaula anulaba cualquier intento de magia. El pelinegro sonrió con burla, Alrep incluso había considerado aquel guantelete que ayudaba a que los poderes aumentaran.

Desvío la vista hacia la jaula de la derecha y contempló con sorna como la jaula de una azabache se balanceaba de un lado a otro en un vaivén constante provocado por el golpeteo que la chica ¿Awa se llamaba? Le propinaba. Hizo una pequeña mueca al ver el tremendo golpe que le dio a la puerta con el hombro, definitivamente debió haberle dolido, aunque no hizo alarde de ello.

Su mirada siguió avanzando y se topó con un castaño más calmado de lo que debería. Cyd estaba meditando, probablemente para serenarse y no entrar en pánico; tal como se encontraba: con las piernas cruzadas, los brazos sobre las piernas y los ojos cerrados, el pelinegro no pudo contener una risita. Miró a Julek, quien se encontraba abrazando sus rodillas y asesinando con la mirada a Nieals, acto que provocó únicamente que su risa se transformará en una mueca burlesca y acabará sacando la lengua infantilmente en la dirección del rubio.

—Bueno, bueno —empezó mirando a todos paulatinamente— ¿Quieren oír las noticias? —naturalmente, nadie contestó— ¡Dioses antiguos! ¡Qué entusiasmo el suyo! Cálmense un poco ¿Quieren? —El chico rió solo, mientras se dirigía a su escritorio y observaba distraídamente unos papeles— En fin, en vista de los recientes acontecimientos... y por recientes acontecimientos me refiero a mis pensamientos durante la caminata de tres minutos desde el establo hacia aquí, he tomado una magnífica decisión —se giró y alzo un poco la cabeza, para observarlos— Alrep, preciosa, tú quédate tranquila, no te voy a matar, solamente te quedarás atada a mi y a servirme eternamente —le sonrió con entusiasmo mientras ella le mostraba amablemente su dedo corazón. Nieals miró a los demás, y su sonrisa se agrandó— En cuanto a ustedes, estimadas pesadillas, pueden ir disfrutando de sus últimos minutos.

El chico hizo una mueca mirando al techo, como si se replanteara sus pensamientos, al final, acotó:

—Pensándolo bien, si la loca que golpea la jaula deja de hacer tanto ruido puede que la conserve también —sonrió mirando a Alrep— No puedo dejar que mi futura esposa se quede sin amigas, aunque claro, solo si... ¿Awa, verdad? Solo si tú te vuelves alguien menos... enérgica.

Alrep: La joven de la perlaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora