Capítulo dieciséis: Volver.

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        Cuando abrí mis ojos, ya conocía este lugar.

        Traté de moverme, pero apenas podía. Miré hacia abajo; podía ver todo el bosque desde arriba. Los árboles eran tan altos como rascacielos. Las hojas tan verdes que apenas podía distinguirlas en la luz de la noche.

        Luego, comencé a caer.

        El piso se acercaba a mi rostro, el viento me golpeaba con tanta fuerza que no podía mantener los ojos abiertos. Los cerré, y cuando volví a abrirlos ya estaba en el suelo. No había dolido en absoluto, no tenía nada fracturado, nada.

        Me levanté y miré hacia arriba. Las hojas y ramas que había roto al caer se volvían a reconstruir, volvían a estar en su lugar. Di un paso hacia adelante, y la huella que había dejado desaparecía.

        "¿Así es como realmente el manto nos vigilaba? ¿Caminando como una persona normal? ¿No dejando rastro de su paso?" Pensé. Unos segundos después, el chico que me había metido en el experimento me respondía claramente con un rotundo y gran "Sí."

        Lo encontraba totalmente extraño. Fue entonces cuando me acordé que no tenía mucho tiempo y me puse a andar. Caminé silenciosamente, tratando de no llamar la atención. Si hacía algo fuera de lugar y los Buhos se enteraban mediante su vigilancia, estaría perdida.

        Así pasé un rato cuando encontré una colina que se dirigía hacia abajo, tal y como la que habíamos caminado con Jessica, cuando aún se mantenía con vida. "El portal. El pozo. La cueva. Debo encontrarlos." . Claro que no iba a estar como antes, pero si quería arreglar las cosas debía hacerlo desde el principio, donde todo comenzó.

        Recordé el gran cráter que había quedado cuando toda la cueva se desmoronó y traté de ubicarlo desde la distancia. Era muy grande, y, efectivamente, no tardé mucho en encontrarlo. Corrí colina abajo hasta que llegué.

        Estaba todo exactamente igual a como lo había visto por última vez, sólo que esta vez sí me tomé el tiempo para ver todo con exactitud. Me senté en el borde del agujero y contemplé las piedras que se encontraban abajo mío. No había mucha distancia, así que salté y caí arriba de los escombros. Ahí empecé a andar y andar, tratando de no chocarme con ninguna piedra ni tropezarme con algo.

        Fue así hasta que encontré un agujero. Era lo bastante grande como para que entre mi cuerpo. Miré hacia abajo, y había una escalera la cual no podía ver el final. Entonces, empecé a bajar.

        Antes de irme debía encontrar el portal. Ya sabía que había dejado de funcionar en cuanto todo se empezó a romper, pero valía la pena ir a verlo otra vez. Incluso si no funcionaba. Mis pies no se adaptaban muy bien a la superficie de los escalones, la cual era muy resbaladiza, así que tuve que andar con cuidado. Mis pisadas resonaban y luego se callaban para dejar lugar a otras.

        Llegué al final de la escalera. Al parecer, era una que reemplazaba a la otra que se había roto, ya que daba exactamente al mismo lugar; el túnel que daba a la fosa del portal. Caminé por éste hasta que llegué a donde quería ir.

        Las imágenes habían cobrado el color, ya no se movían tan deprisa, si no que se tomaban su tiempo para moverse. Los colores no eran tan brillantes como antes. Pero me alegró que el portal, poco a poco, se volviese a reconstruir. Me acerqué, y me puse a buscar la imagen de mi madre. 

        - ¿Mamá? - Dije, casi en un susurro.

        Una imagen débil se acercó lentamente hacia mi. Yo sonreí algo aliviada y la puse sobre mis manos, para poder observar a mi madre mejor.

        Deseé no haberla visto.

        Mi casa estaba totalmente destruida y ardiendo en llamas. Me tapé mi boca con mi mano; ¿Qué había sucedido? Mi madre no hacía señales de aparecer. La imagen se iba acercando poco a poco, a donde estaba el reemplazo, a mitad de armar. Era como una versión mía, pero totalmente destruida. Se reía desaforadamente mientras otros reemplazos defectuosos, igual a ella, ayudaban a quemarlo todo.

        Se perdió totalmente el control.

        Arrojé la imagen al aire y fui a buscar otra. Estaban haciendo exactamente lo mismo pero con la casa de mi mejor amiga. ¿Acaso era en contra mío? ¿O fue culpa mía? No pude evitar llorar y me dirigí hacia la escalera con una furia que nadie iba a poder sacar.

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        Ya había llegado a la casa. Me transporté de la misma forma, cayendo, sólo que al suelo del patio de atrás. Me levanté, quitando los restos de pasto que habían quedado en mis pantalones. Me dirigí decidida a la puerta trasera, donde habíamos escapado Sebastián y yo la última vez que habíamos estado ahí. Abrí lentamente la puerta,  sin antes tomar un poco de aire y mucha valentía para entrar.

        Me dirigí escaleras arriba. Paso por paso. Como lo había echo Jessica, sólo con la diferencia de que ella nos quería matar, y yo vengo a hacer las paces. Llegué al último escalón y me detuve. Luego, traté de acordarme dónde quedaba la habitación donde Jessica y el niño habían estado.

        La puerta estaba abierta. Era muy rústica, y muy distinta al resto de las puertas. Estaba echa de otro material, su textura era distinta, y creí que era el mejor lugar para hablar. Me dirigí hacia allí, esta vez algo temerosa. Cuando llegué, no había absolutamente nadie, así que me senté abajo de la ventana, con mi espalda apoyando la pared para que no me asustaran por detrás.

        Si los iba a ver otra vez, quería que sea cara a cara.

        - Jessica. - Dije, luego de tomar aire y respirar profundo. Creí que lo había dicho muy bajito, así que a la segunda vez alcé la voz, tratando de no sonar tan agresiva. - Jessica, ya sé que estás aquí.

        Escuché unos ruidos en el piso de arriba, y lo tomé como que me estaba escuchando.

        - No vengo a hacerte daño, Jess. - Dije. - Tampoco quiero. He venido porque es un asunto pendiente que tengo desde hace tiempo. Sólo quiero hablar contigo. ¿Te parece bien?

        El aire se tornó más frío. Cerré mis ojos. Todas las películas de terror, todas esas series que había visto donde combatían lo paranormal debía servirme de algo. Traté de mantener la calma y no entrar en pánico, lo mejor que se podía hacer en estas situaciones. Los pasos avanzaron hasta que se detuvieron, y deducí que estaba cerca.

        - Te haré unas preguntas. ¿Te parece? - Me imaginé que no iba a responder, así que debía ser cautelosa. - Golpea una vez si "Sí", dos veces si "No".

        Tardó su tiempo en responder. Cuando lo hizo, parecía que había pasado una eternidad, pero sólo habían pasado unos segundos. Se escuchó un simple y seco Toc.

        - Bien. - Suspiré aliviada de que se estuviera comunicando conmigo de alguna forma. - Entonces, comencemos.

        

        

        

Sobreviviendo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora