Capítulo 35.

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Me levanté de forma veloz, tropezando con mis propios pies debido a la desesperación de mis movimientos. Necesitaba salir de ahí y necesitaba hacerlo ahora mismo. Los latidos frenéticos de mi corazón parecían querer perforar un agujero en mi pecho para salir al exterior. Intenté huir pero nuevamente la mano de la anaranjada se enredó en mi pelo y tiró hacia atrás de manera brusca, haciendo que mi espalda se torciera de mala manera y mi cabeza quedara alzada de tal manera que sus ojos se clavaron en los míos. Podía notar la rabia a través de ellos, el asco que me tenía y lo mucho que me odiaba.

—¡Chicas! La nenita tiene miedo y quiere huir —habló esta con tono acido, carcajeando sin gracia en dirección a las rubias.

Reprimí las ganas de encestarle un puñetazo, al igual que reprimí el impulso de echarme a llorar aquí mismo. No debía dejar que me vieran débil, no... Eso sería mi perdición.

—¿No tienes nada que decir, perra? —escupió en mi cara, apreté los labios con fuerza—. Eso no hacías cuando te follabas a mi novio y os reíais en mi espalda.

Otra bofetada fue propinada en la misma mejilla de antes, el impacto solo me dejó cerrar los ojos con fuerza ya que la postura en la que me encontraba me impedía hacer mucho más. Noté como la zona adolorida comenzaba a dormirse debido a la fuerza del nuevo bofetón, estaba segura de que ya tenía toda esa zona colorada e hinchada. Al sentir un nuevo movimiento de su parte intenté cubrirme pero ningún golpe fue dirigido a mi rostro si no que de un manotazo me empujó en dirección a donde se encontraban las demás. Con un golpe seco caí al suelo y mi pecho chocó contra este de una manera dolorosa, no pude contener el gemido adolorido que apretaba en mi garganta.

Intentando ignorar el dolor en mi rostro y cuerpo me levanté lo más rápido que pude y traté de correr con toda la velocidad que me permitían mis piernas cansadas.

Mi esperanza no duró mucho ya que nada más levantarme la visión de las tres rubias me golpeó con crueldad obligándome a reprimir un sollozo. A pesar de eso seguí intentando huir, y no perdí el tiempo en correr para salir del callejón. Pero como era de esperarse, sus brazos me agarraron como pudieron mientras yo solo trataba de resistirme con todas mis fuerzas.

—¿Enserio te crees que te vamos a dejar irte de rositas sin darte tu merecido? Que ilusa —dijo con diversión negando con la cabeza, acercándose a mí.

Apreté la mandíbula con todas mis fuerzas, los brazos de las otras chicas estaban por todas partes. Emily desde mi espalda me agarraba con sus brazos enrollados en mi estómago, Julieta me agarraba de los brazos inmovilizándome y Amanda me agarraba del pelo tirándome con fuerza hacia atrás para obligarme a ver a María. Mordí mi labio inferior con tanta fuerza que pude degustar el sabor metálico en mi boca.

Seguí removiéndome como un gusano, solo quería que me dejaran ir, solo eso. Jadeos extraños salían de mis labios pero ni una lágrima caía por mi mejilla. Cuando María llegó frente a mí me agarró de la barbilla hinchando sus dedos en mi piel y acercó su rostro al mío, mis piernas flaquearon y caí al suelo aun siendo sujetada por las demás.

La anaranjada de colocó de cuclillas frente a mí y me dedicó una sonrisa maliciosa que no solo me hizo temblar, si no también recordar todas las palabras que me había asegurado Castiel sobre que esto jamás sucedería. Y no solo ha pasado, sino que está siendo de la manera más cruel que jamás podría haber imaginado.

—¿Te cuento una bonita historia? —me preguntó con fingida inocencia, arrugué la nariz con impotencia.

—¡Que te jodan!

Le escupí en la cara sin pensar en las consecuencias. Solo quería hacerle el mismo daño que me estaba haciendo a mí. Solo quería que me dejara en paz. Solo quería que Castiel me ayudara..., era lo único que realmente quería. Casi sentí arrepentimiento al ver su rostro ladeado y como se limpiaba los rastros de saliva que yo le había escupido... casi.

Un perfecto verano © (Completa, en edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora