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– ¡M-Meliodas! ¡¿Qué haces en el harem?! Sabes que no está permitida la entrada a hombres además de sus eminencias o los guardias. – Dije al ver a Meliodas entrar por la ventana del harem.
– Se lo hubieras dicho a mi amigo Ban, es quién está distrayendo a todas las damiselas.
– Debes irte de inmediato o...
– Querrás decir DEBEMOS irnos. – Sin más aviso, tomó mi cintura acercando nuestros rostros para después cargarme en sus brazos y ver hacia la ventana.
– ¿Meliodas, en qué estás pensando? – pregunté intuyendo lo que quería hacer.
– Es hora de ponernos al corriente y éste no es un buen lugar, así que ¡Sujetate! – Tras decir eso, Meliodas saltó de la ventana conmigo en sus brazos.
– ¡Nos vamos a mataaaaaar!
– ¡Cierra los ojos y cuenta hasta diez! – Hice lo que dijo en silencio.
En ese momento sentí cómo el viento frío rozaba mi piel, parecía que estábamos saltando sobre alguna superficie, y también sentí su calidez del pecho. Realmente lo extrañé.
– Diez. – Tras contar el último número, sentí cómo aterrizamos en un lugar y era bajada sutilmente de su hombro.
–Ya puedes abrir los ojos ¡Bienvenida a mí alcoba! – Abrí los ojos, me encontraba en una habitación grande, decorada con telas verdes, tintas y doradas.
– Es... Muy bonita, pero... ¿Vives aquí? ¿En Camelot?
– Por ahora solo estoy de vacaciones, pero planeo venir más seguido. Por cierto creciste demasiado, Elizabeth.
– Sí, ahora soy un poco más alta. – Me alegró que lo notará.
– Me refería a éso. - Entonces ví que su dedo índice apuntaba hacia mi busto. Me sonrojó frenéticamente y me cubrí con mis brazos por la vergüenza.
– ¡M-Meliodas! Eso no es correcto... Yo...
– Vamos, si de niños llegué a apretarlo y no decías nada.
– Pero ahora yo...
– Lo sé, lo sé, ya no somos niños. Te dejaré en paz unos minutos, pero solo para que me cuentes qué has hecho desde que te fuiste.
– Pues... Yo he estudiado mucho, he conocido demasiadas personas y lugares, y de hecho acabo de hacer una nueva amiga. – Le conté a Meliodas todo lo que había estado haciendo estos años en el convento de las sacerdotisas de las diosas, desde ayudar con comida a los necesitados hasta enseñar a niños a leer y escribir. Fue tan ameno el rato, que el tiempo se pasó volando.
– Me alegro por tí. Pero cuéntame ¿Ya tienes algún pretendiente por ahí? ¿Alguien que quiera desposarte?
– La verdad es que sí. Pero yo no lo amo... ¿Es extraño sabes? Lo estimo mucho, pero mi cariño no llega al amor romántico. Sé que es una tontería, considerando que son pocas las parejas que se casan por amor... Pero a mí me gustaría tener una relación con alguien a quién yo escoja y no me impongan.
– ¿Entonces, por qué no hablas con él? Si te estima tanto como tú a él, sabrá entender cómo te sientes.
– Porque... – Quería confesarle la verdad a Meliodas, pero al verlo a los ojos me quedó claro que... No podía... No quería lastimarlo.
Siento muy dentro de mí que él está interesado en mí como yo de él. Pero sería egoísta de mi parte contarle y desligarme de cualquier culpa. Nos quedamos mirando el uno al otro, sentía cómo nuestras miradas iban más allá de los ojos del otro y cómo nuestras manos querían entrelazarse... Pero nuestro momento fue interrumpido por alguien.
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Nanatsu no taizai "Mi Amigable Traición" (Reescribiendo)
FanfictionMeliodas, príncipe heredero del reino Demon, su amigo Arthur Pendragon, príncipe del reino de Camelot, y Ban Bandet, hijo de un capitán son mejores amigos; realizando travesuras a todos los que se les cruzan. Al cumplir los dieciocho años de edad...