Capítulo 8: Pavor

2.2K 267 6
                                    


Cuando Sabo volvió a su habitación, Ace ya no estaba allí.

El joven revolucionario suspiro y se encamino hasta su escritorio para dejar caer una gran pila de reportes y trabajo atrasado.

Sin ánimos de hacer nada más, devolvió su sombrero a su sitio, sobre la estantería a un lado de su escritorio. Después se quitó el abrigo, que lanzo sobre la silla junto a su cama. Y sus botines volaron a quien sabe dónde.

Por un momento sus ojos se detuvieron fijamente sobre su colchón. Recordando vagamente la silueta del pecoso y la suavidad de su cabello. Sabo negó con la cabeza.

Mejor así, pensó el rubio colapsando bruscamente sobre su cama y cayendo dormido instantáneamente.



Como capitán y navegante de la nave, Sabo había establecido una ruta de 3 días hasta el Archipiélago. Sin imprevistos y buen clima, deberían cumplir perfectamente con aquel itinerario.

Pero las cosas siempre pueden resultar frustradas. Y al día siguiente, primer día oficial del viaje, el plan necesito ampliar el plazo de llegada debido al mal tiempo.

Aun en Paraíso, el clima podía resultar impredecible. Y Sabo lo comprobó nuevamente aquella mañana. Cuando aún ni siquiera era media mañana y ya se encontraba empapado hasta la punta de los pies. Luego de verificar una y otra vez sobre cubierta el comportamiento del caprichoso mar, se vio obligado a desviar la ruta. A pesar de haberla establecido apenas ayer.

─ ¡45º a estribor! Tenemos que salir cuanto antes de esta tormenta o retrocederemos todo lo avanzado.

A pesar del gran temporal que azotaba la embarcación, la orden del capitán fue obedecida de inmediato. Soldados corrían de un lado para otro, encargándose de las velas, y la mercancía en cubierta.

Koala gritó algo a unos cuantos soldados que luchaban por no perder un barril. Y luego se posiciono a su lado.

─ ¿Estás seguro de ingresar dentro del rango de las islas de este lugar?

Sabo observó ceñudo los tres log pose sobre su muñeca y luego el eternal pose en su mano contraria.

─ No tenemos otra alternativa.

Koala asintió débilmente. Sus ojos mirando en dirección a la proa. Sabo la observo.

La muchacha estaba empapada igualmente y algunos de sus rizos se escapaban de la capucha y se le adherían húmedos al rostro. Sabo alcanzó uno de esos rebeldes mechones y lo deslizó tras su oreja. Koala se estremeció.

─ Deberías volver dentro.

─ Solo quiero verificar que tomó la ruta adecuada. En tu caso, deberías ingresar antes de que te resfríes.

Koala rodó los ojos ante su comentario. Dio un golpe amistoso sobre el hombro bueno de su capitán, y se volvió para ingresar al barco.

─ No pienso cuidarte si te resfrías por caprichoso.

Sabo río mientras la observaba marcharse. Una vez fuera de vista, sus orbes se posaron sobre el oscuro cielo tormentoso.

─ ¡Capitán! Ya hemos amarrado y guardado todas las cosas aquí en cubierta. Permiso para retirarnos, señor.

Sabo asintió firmemente al par de soldados y estos rápidamente desaparecieron bajo cubierta. Hak y otro soldado, seguían ajustando y comprobando las velas.

Sabo cerró los ojos.

─ Aunque me des todo el tiempo que puedas, no sé si podré solucionar las cosas si sigo en blanco.

Justo a TiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora