One

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Miré a través de la ventana. El sol, tan resplandeciente, calentaba todo a su paso. El olor a pasto recién cortado se internaba en mi cavidad nasal, haciendo que una ligera mueca se formase en mi rostro. Me gustaban mucho las tardes de verano. Cuando era pequeño solía jugar en el patio, corría y me mojaba entero.

Tengo 19 años y mi vida era común hasta un accidente en automóvil hace cinco años, donde quedé prensado entre ambos asientos, hizo que mi columna se dañara, impidiéndome caminar nuevamente. Tras muchas intervenciones de los doctores lo único que consiguieron fue devolverme la sensibilidad, sin embargo no podía mover mis piernas y poco a poco sentí que me volví una carga para mi familia.

—¡Hijo! —mi mamá, una mujer dulce, de cabellos dorados y ojos marrones, tan pequeña y delicada. Se supone que yo tendría que cuidar de ella, no ella de mí. —¿Crees que te puedas quedar solo un rato? Tu padre olvidó el almuerzo y quizá aproveche la ida para comprar unas cosas. —se detuvo unos segundos. —Sabes, mejor, le digo que compre algo por allá. —estaba harto de ser siempre quien detuviese sus planes. Mi madre jamás podía darse el lujo de salir pues tenía que cuidar de mí y no es que no pudiese llevarme consigo, pero en ocasiones, era necesario tomar transporte público para llegar a algunos lugares, como era el caso.

—Tranquila, puedo llamarle al vecino. —dije riendo. En muchas ocasiones reía, no sabía si era para animarla o para animarme. —Así te vas tranquila, él puede estar pendiente de mí y jugamos un rato videojuegos.

Hubo un silencio.

—Voy a preguntarle a Marín. —Marín era nuestra vecina y madre de mi mejor amigo. —Veré si puede venir. Así, ella también estará algo pendiente.

Miré mi repisa llena de figuras coleccionables e historietas. Una sección estaba dedicada a las ediciones especiales y otra a novelas gráficas que me gustaban.

Me mantuve callado un par de minutos, mi mamá estaba tardando. Escuché un ruido y volteé con velocidad hacía la puerta.

—¿Mamá? —tomé las llantas para poder girar en dirección a esta y asomarme. —¿Ya volviste? —me sentía igual de estúpido que en las películas de terror, la única diferencia es que los protagonistas si podían correr y yo estaba completamente indefenso.

—¡Boo! —Samuel, mi mejor amigo y vecino, un año mayor que yo, castaño, de ojos marrones y tez morena clara, dio un pisotón tan fuerte en el suelo que me hizo sobresaltar.

—¡Ay estúpido! —lleve mis manos al pecho. —Si me orino, tú serás quien deba vestirme. —dije molesto.

—Tranquilo, valdrá la pena. —comenzó a reír y caminó hacía mí. —¿Cómo estás, William? —con sus manos despeinó mi cabello.

Mientras lo acomodaba respondí. —Bien, ¿qué has estado haciendo?

—Perdón si no he venido.

—Tranquilo, no es eso. —me apresuré a responder, no era una queja ni reproche, únicamente quería saber que había estado haciendo de su vida. De un tiempo acá solo nos veíamos en la mañana, en la entrada de la universidad.

—Lo sé, sólo quería disculparme, últimamente con la escuela me ha estado costando cumplir con mi rutina. —Samuel era un chico bastante ocupado, me constaba. Era el chico pródigo. Buenas notas, buen hijo, excelente deportista, todas las chicas morían por él y, además, siempre me ganaba en los videojuegos. —decidí salirme del equipo de natación, ¿sabes?

—¿Por qué? —se sentó sobre mi cama y me acerqué para oírlo.

—Verás, conseguí una beca deportiva para la universidad, pero también podría tener una por excelencia académica. —aunque lo decía tan tranquilo, admito que lo envidiaba muchísimo. Yo también era excelente en mis notas, pero no podía hacer deportes ni las chicas se fijaban en mí. —Si seguía yendo a entrenar y encima, me enfrascaba en obtener buenas notas, no tendría tiempo para verte.

Hope | One Shot Wigetta Donde viven las historias. Descúbrelo ahora