Un día muy aburrido para el joven hijo de un multimillonario de la gran ciudad de Seúl, Do KyungSoo se paseaba sin nada que hacer por toda su amplia habitación, cortinas largas y de colores rústicos adornaban las grandes ventanas de aquel recinto, una enorme cama en el medio de esta con sábanas de seda que la cubrían haciendo juego perfecto con las almohadas. Y ahí estaba él, con su mente vacía y sin ganas de nada.
Podía tener todo lo que quisiera en el momento que lo ordenara, pero nada era suficiente, siempre estaba inconforme, todo era vago y sin gracia ante sus ojos, además debía soportar a una mujer tan escandalosa que lo visitaba todos los días por las tardes, justo cuando el reloj marcaba las dos de la tarde y para su mala suerte ya casi era esa hora. Sacudió su cabeza con algo de violencia y salió corriendo de su pieza por el pasillo, rumbo a las escaleras que lo dirigían hacia la sala principal de la mansión. Cuando estaba ahí verificó que ninguno de los sirvientes notara su presencia y se escabulló por la puerta principal que le daba libertad de su lujoso encierro.
Corrió por el jardín como si su vida dependiera de ello, para evitar ser visto, se mantenía oculto entre los arbustos, esperando un descuido del hombre de seguridad que se encontraba en el pórtico principal. No esperó mucho ya que este era muy fácil de evadir, y cuando vio la oportunidad perfecta salió como alma que lleva el diablo de aquel lugar, se mantuvo corriendo por dos cuadras hasta que su aliento ya no daba más, su mala condición física lo delataba, se estaba ahogando por solo esos metros de maratón.
Apoyado a una pared de una casa del vecindario yacía el joven pelinegro dejando que su cabeza reposara contra la superficie procurando volver a respirar con normalidad; no pasó mucho rato para que se estabilizara y así continuar con la aventura que según él era la ruptura de su rutina diaria y aburrimiento extremo. Se dirigió a paso lento al inmenso parque que había logrado ver muchas veces por la ventana del coche que lo llevaba de su casa al colegio y viceversa. Después de unos cuantos metros de recorrido llegó al lugar que deseaba, de inmediato se adentró por uno de los senderos de la bella zona verde. Tenía árboles de todos los tamaños y el follaje de estos variaban de colores ya que la época lo permitía, sus ojos vagaban por los diversos jardines repletos de flores, el dulce aroma de estas llenaba su olfato.
Para ese momento KyungSoo ya se sentía completamente sereno, su mente perdida en la tranquilidad que le brindaba su caminata. Cuando volvió en sí, estaba en una parte bastante alejada, a unos cuantos pasos delante de él podía divisar una vieja y olvidada pérgola de madera, estaba en muy mal estado, pero se notaba que en su tiempo fue un pequeño refugio de belleza de aquel parque. El techo estaba con algunas tejas rotas, las vigas mal pintadas y parte de la cerámica que cubría el suelo estaba desprendida. Casi pasa por alto el entrar al lugar cuando un ruido se lo impidió, era una voz, casi en susurro y alguno que otro golpe como si algo cayese al suelo con todo su peso y fuerza varias veces.
Dejó que su curiosidad le ganará y se acercó sigilosamente, evitando hacer notar su presencia, dando pasos lentos y suaves, se apegó a una de las paredes y por lo que parecía un balcón en miniatura asomó solo su cabeza y vio de espaldas a quien probablemente hacía aquel sonido. Un chico más alto que él, era obvio todos eran más altos que el pobre KyungSoo. Su cabello era castaño y liso, aunque llevaba un peinado algo extraño se notaba que era debido a los bruscos movimientos que hacía al dar aquellos giros y saltos por la amplitud de la glorieta. La piel de aquel joven era de tez más oscura que la propia, concluyó el pelinegro, eso resaltaba, y hacía que sus ojos bailaran por toda la esbelta silueta de su reciente descubrimiento.
Sin darse cuenta se acomodó de mejor manera para seguir observando a aquel chico que danzaba en el pequeño lugar, sus movimientos eran majestuosos, únicos y elegantes, sin duda sabía lo que hacía, pero a pesar de todo el entretenido espectáculo no pudo evitar notar los harapos que vestía, unos pantalones bastante desgastados, una camiseta desteñida, quizás alguna vez fue negra, y ni hablar del desastre de zapatillas deportivas que calzaba, pedían a gritos ir ya a la basura, la zuela de estas se iba a desprender en cualquier instante, y además estaban desgastadas en exceso.
Sus pensamientos se perdieron nuevamente pero ahora imaginando lo desafortunado que era aquel chico, se notaba su baja condición económica pero aún así este tenía el ánimo suficiente para realizar ese tipo de baile tan perfecto e hipnotizante. Una voz clara y se podía decir que dulce lo sacó de su ensimismamiento, esta proveniente del chico al que espiaba. Abrió los ojos desmesuradamente al darse cuenta que fue descubierto, se apartó rápido sin dejar de observar al moreno que se acercaba a él con una amplia sonrisa.
─ ¡Hola! ¿Qué te pareció mi nueva coreografía? Ah, por cierto soy Kim JongIn, mucho gusto.─ Y el apuesto chico tendió su mano hacia el más bajo, esperando a que este le respondiera.