La madurez de un Mumrik

🍒Capítulo 1: De vuelta a Moominvalley🍒

El invierno se estaba despidiendo del Valle Moomin. Esa mañana, la nieve había comenzado a derretirse, se hacía agua al pisarla, caía de las copas de los arboles y se despegaba del techo de las casas.

Mientras el sol salía, las flores luchaban por vencer el peso de la débil nieve que aún brillaba sobre ellas, mientras que los animales del bosque despertaban al sentir un poco de calor colándose en sus madrigueras. Si, el Valle poco a poco volvía a la vida.

Mientras tanto, no muy lejos Del Valle Moomin, un misterioso y apuesto joven caminaba sin prisa fumando de su pipa. Aquel muchacho no mayor a 18 años, caminaba alegremente cargando una mochila de viaje en los hombros y llevaba en sus rosados labios una brillante sonrisa que decía discretamente "es bueno estar en casa"

Snufkin era un viajero que siempre regresaba al Valle Moomin al primer día de primavera. Y esta vez venía cargado de historias y nuevas experiencias que se moría por compartir con su redondo y blanco mejor amigo.

Cuando las botas de Snufkin pisaron la nieve que delimitaba la orilla del bosque con los inicios del Valle, el mumrik* se sintió aliviado. Por fin iba a poder descansar luego de haber caminado cientos de kilómetros.

Dio unos cuantos pasos, sintiendo como la nieve se hacía agua bajo la suela de sus clásicas botas cafés de tacón bajo.

Luego de andar un rato, por fin visualizó aquel riachuelo donde solía pescar el resto del año. Sonrió. Por primera vez en su largo recorrido logró esbozar una sonrisa que realmente valía la pena. Así que, sin perder más tiempo, corrió hacia el riachuelo y cruzó el pequeño puente y se detuvo a admirar a la distancia la Moomin House, con su techo aún cubierto de blanca nieve.

Sacó entonces su tienda. Se puso a armarla con la mayor rapidez que pudo. No quería perder tiempo, quería ver a su amigo Moomin lo más pronto posible. Luego de unos largos minutos, el joven de ojos marrones había logrado instalarse nuevamente. Oficialmente se encontraba en casa.

La alegría que invadía el corazón de Snufkin era tan grande que no podía contenerla en su pecho, así que sacó del bolsillo de su abrigo su preciada armónica y comenzó a tocar una canción que había escrito en su mente mientras caminaba de vuelta al valle. Aquella canción de notas alegres y rítmicas estaba inspirada en Moomin, su mejor amigo.

－－－

Las notas dulces de una suave melodía invadieron los sueños de aquel troll escandinavo albino que dormía cómodamente echo un ovillo en su mullida cama. Moomin había hibernado como de costumbre. Estaba teniendo maravillosos sueños donde vivía grandes aventuras junto a sus amigos: Sniff, Snorkmaiden, Little My y por supuesto, su querido amigo Snufkin. Pero justo en ese momento sus sueños estaban siendo invadidos por una alegre cancioncilla que provenía del mundo exterior. Poco a poco la música fue despertando a Moomin, hasta que esté recobró la conciencia de un solo golpe. Esa habilidad, esa suavidad, esos sonidos envolventes y mágicos solo podían haber sido creados por un genio.

–Snufkin...–dijo Moomin para sí mismo. Se levantó de su cama de un solo salto y estiró sus brazos, para luego caminar hacia su ventana y asomarse. Efectivamente, a lo lejos podía ver el puente de madera y sobre el barandal de éste, se encontraba sentado un chico verde tocando su armónica.

El corazón de Moomin latió con fuerza. Solo Snufkin tenía ese encanto que hacía que sus constantes vitales se alteraran. Salió de la habitación casi saltando de alegría.

–Despierten todos. ¡Es primavera! ¡Es primavera!–gritó el redondo Moomin mientras recorría el trayecto de las escaleras hacia el primer piso de la Moomin House.

Al llegar a la sala de estar, se encontró con Moominmamma sirviendo panqueques de frambuesa en los platos de la abuela.

–Buenos días, Mamá. Ya es primavera.–dijo Moomin con un toque de alegría en su voz.