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-Señor medianoche, tuvo un largo rato jugando mi teléfono, ¿verdad?... ¿se divirtió o tiene tiempo para jugar una vez más? —Mencionó sonriendo, tratando de olvidar lo que sucedía hace unos minutos, sus piernas temblaba aún.
Pobre tonta, no se fijó en la pantalla de su teléfono quien gritaba por ayuda por tales rasguños en el.
Por parte el demonio no pudo evitar sentirse tan frustrado ante ello conllevando que arañara el sofá enterrando profundamente sus garras en los cojines y su respaldo, en un claro son de venganza y que para acabar con su paciencia esa pelinegra además de ser una completa idiota lo nombró con ese maldito nombre.
Ya no lo soportaba más.
La estufa había hervido y amenazaba con quemar lo que le rodeaba y contenía.
Sería un batidero.
-¡Si lo dices una vez más, juro que te saco los ojos! —Bramo teniendo su espalda erizada sin darse cuenta que en verdad había podido comunicarse.
Valla sorpresa.
Un día te conviertes en gato y al día siguiente podías ser la mascota de una muchacha extraña con conciencia de anciana de cincuenta años.
Absolutamente normal en la vida de un Wayne.
-¡¿Q- qué? —Salto en su lugar, acaso... ¿su gato acababa de hablar?, ¡eso no era posible!
-P- puedo hablar... —Pensó teniendo su corazón a mil y ni hablar de el pobre corazón de la pelinegra que pronto saldría de su pecho para dar como resultado un infarto.
-Debe... debe ser un sueño... —Nadie la culparia de pensar eso, después de todo eso no pasaba todos los días y ella sería la víctima de sufrirlo.
