Único

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INDICE Dedicatoria
NICOLÁS MAQUIAVELO
EL PRÍNCIPE
De las varias clases de principados y del modo de adquirirlos De los principados hereditarios
De los principados mixtos
Por qué, ocupado el reino de Darío por Alejandro, no se rebeló contra sus sucesores después de su muerte
De qué manera deben gobernarse los Estados que, antes de ocupados por un nuevo príncipe, se regían por leyes propias De los principados que se adquieren por el valor personal y con las armas propias
De los principados nuevos que se adquieren por la fortuna y con las armas ajenas
De los que llegaron a príncipes por medio de maldades
Del principado civil
Cómo deben medirse las fuerzas de los principados
De los principados eclesiásticos
De las diferentes clases de milicia y de los soldados mercenarios
De los soldados auxiliares, mixtos y mercenarios
De las obligaciones del príncipe en lo concerniente al arte de la guerra
De las cosas por las que los hombres, y especialmente los príncipes, son alabados o censurados
De la liberalidad y de la miseria
De la clemencia y de la severidad, y si vale más ser amado que temido
Capítulo Capítulo Capítulo Capítulo
Capítulo
Capítulo
Capítulo
Capítulo Capítulo Capítulo Capítulo Capítulo
Capítulo Capítulo
Capítulo
Capítulo Capítulo
Capítulo
I– II – III –
IV – V– VI –
VII –
VIII – IX – X– XI–
XII –
XIII – XIV –
XV –
XVI – XVII –
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XVIII – De qué modo deben guardar los príncipes la fe prometida

Capítulo Capítulo
Capítulo
XIX – XX –
XXI –
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El príncipe debe evitar ser aborrecido y despreciado
Si las fortalezas y otras muchas cosas que los príncipes hacen son útiles o perjudiciales
Cómo debe conducirse un príncipe para adquirir consideración
De los ministros o secretarios de los príncipes Cuándodebehuirsedelosaduladores
Por qué muchos príncipes de Italia perdieron sus Estados Dominio que ejerce la fortuna en las cosas humanas, y cómo resistirla cuando es adversa.
Exhortación para librar a Italia de los bárbaros
DEDICATORIA A LORENZO EL MAGNÍFICO, HIJO DE PEDRO DE MÉDICIS
Capítulo XXII – CapítuloXXIII– Capítulo XXIV – Capítulo XXV –
Capítulo XXVI –
Los que desean alcanzar la gracia y favor de un príncipe acostumbran a ofrendarle aquellas cosas que se reputan por más de su agrado, o en cuya posesión se sabe que él encuentra su mayor gusto. Así, unos regalan caballos; otros, armas; quiénes, telas de oro; cuáles, piedras preciosas u otros objetos dignos de su grandeza. Por mi parte, queriendo presentar a Vuestra Magnificencia alguna ofrenda o regalo que pudiera demostraros mi rendido acatamiento, no he hallado, entre las cosas que poseo, ninguna que me sea más cara, ni que tenga en más, que mi conocimiento de los mayores y mejores gobernantes que han existido. Tal conocimiento sólo lo he adquirido gracias a una dilatada experiencia de las horrendas vicisitudes políticas de nuestra edad, y merced a una continuada lectura de las antiguas historias. Y luego de haber examinado durante mucho tiempo las acciones de aquellos hombres, y meditándolas con seria atención, encerré el resultado de tan profunda y
penosa tarea en un reducido volumen, que os remito.
Aunque estimo mi obra indigna de Vuestra Magnificencia, abrigo, no obstante, la confianza de que bondadosamente la honraréis con una favorable acogida, si consideráis que no me era posible haceros un presente más precioso que el de un libro con el que os será fácil comprender en pocas horas lo que a mi no me ha sido dable comprender sino al cabo de muchos años, con suma fatiga y con grandísimos peligros. No por ello he llenado mi exposición razonada de
aquellas prolijas glosas con que se hace ostentación de ciencia, ni la he envuelto en hinchada prosa, ni he recurrido a los demás atractivos con que muchos autores gustan de engalanar lo que han de decir, porque he querido que no haya en ella otra pompa y otro adorno que la verdad de las cosas y la importancia de la materia. Desearía, sin embargo, que no se considerara como presunción reprensible en un hombre de condición inferior, y aun baja, si se

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quiere, la audacia de discurrir sobre la gobernación de los príncipes y aspirar a darles reglas. Los pintores que van a dibujar un paisaje deben estar en las montañas, para que los valles se descubran a sus miradas de un modo claro, distinto, completo y perfecto. Pero también ocurre que únicamente desde el fondo de los valles pueden ver las montañas bien y en toda su extensión. En la política sucede algo semejante. Si, para conocer la naturaleza de las naciones, se requiere ser príncipe, para conocer la de los principados conviene vivir entre el pueblo. Reciba, pues, Vuestra Magnificencia mi modesta dádiva con la
misma intención con que yo os la ofrezco. Si os dignáis leer esta producción y meditarla con cuidado reconoceréis en ella el propósito de veros llegar a aquella elevación que vuestro destino y vuestras eminentes dotes os permiten. Y si después os dignáis, desde la altura majestuosa en que os halláis colocado, bajar vuestros ojos a la humillación en que me encuentro, comprenderéis toda la injusticia de los rigores extremados que la malignidad de la fortuna me hace experimentar sin interrupción.
CAPÍTULO I
DE LAS VARIAS CLASES DE PRINCIPADOS Y DEL MODO DE ADQUIRIRLOS
Cuantos Estados y cuantas dominaciones ejercieron y ejercen todavía una autoridad soberana sobre los hombres, fueron y son principados o repúblicas. Los principados se dividen en hereditarios y nuevos. Los hereditarios, en quien los disfruta, provienen de su familia, que por mucho tiempo los poseyó. Los nuevos se adquieren de dos modos: o surgen como tales en un todo, como el de Milán para Francisco Sforcia, que, generalísimo primero de los ejércitos de la república milanesa, fue proclamado más tarde príncipe y duque de los dominios milaneses; o aparecen como miembros añadidos al Estado ya hereditario del príncipe que los adquiere, y tal es el reino de Nápoles para el monarca de España, el cual lo conserva desde el año 1442, en que Alfonso V, rey de Aragón, se hizo proclamar rey de aquel país. Estos Estados nuevos ofrecen a su vez una subdivisión, porque: o están habituados a vivir bajo un príncipe, o están habituados a ser libres; o el príncipe que los adquirió lo hizo con armas ajenas, o lo hizo con las suyas propias; o se los proporcionó la suerte, o se los proporcionó su valor.
CAPÍTULO II
DE LOS PRINCIPADOS HEREDITARIOS
Pasaré aquí en silencio las repúblicas, a causa de que he discurrido ya largamente sobre ellas en mis discursos acerca de la primera década de Tito Livio, y no dirigiré mi atención más que sobre el principado. Y, refiriéndome a las distinciones que acabo de establecer, y examinando la manera con que es posible gobernar y conservar los principados, empezaré por decir que en los Estados hereditarios, que están acostumbrados a ver reinar la familia de su

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⏰ Última actualización: Feb 24, 2020 ⏰

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El príncipe - Nicolas Maquiavelo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora