No crees en las pequeñas motas que flotan en el aire hasta que la luz no te las deja ver.
No ves la tristeza de un niño pequeño hasta que sus lágrimas le obligan a romper.
No rompes una rutina hasta que no confías en tus pies.
No confías en las señales porque la inseguridad casualidades te hace ver.
Y no ves que está pasando porque no lo crees.
Pero créeme si te digo que aún no me puedo creer, que tus ojos me miraran así aquella tarde, haciéndome creer otra vez.