Lexi y Máximo caminaban entrelazados del brazo entre risas cuando se dieron de frente con Jerome y Alejo.
El príncipe de Camelot los examinó al milímetro. ¿Qué hacían esos dos agarrados y riendo como si hubiese algo entre ellos? No entendía esa complicidad. Sabía que él era quien había alejado a la princesa, pero aún así le dolía verla así con alguien que no fuese él.
—Alexia, padre nos requiere en el salón del trono ahora —Después se giró hacia el príncipe de Olaf—. A ti también —añadió seco.
La frialdad de las palabras hirió a Lexi. ¿Alexia?, ¿desde cuándo le llamaba así?
Cogió aire. Debía de dejar de pensar en él. Así que se limitó a asentir con la cabeza y a caminar junto a Máximo hacia el lugar.
—¿Es cosa mía o pasa algo raro entre vosotros? —preguntó él entre susurros.
—¿Qué crees que querrá Lucas? —preguntó ella ignorando la pregunta de este.
El heredero al trono de Olaf se encogió de hombros y continuó caminando. Estaba claro que algo había pasado entre esos dos y que no era el momento de seguir preguntando.
Mientras tanto, Jer los seguía sin perder detalle de vista, con Alejo a su lado.
—¿Qué hacen juntos? —cuchicheó molesto.
—¿No se había acabado ya? Habíais dicho que ya no había nada con Alexia, así que dejad de estar pendiente de lo que hace.
—¡No estoy pendiente! —se excusó—, pero no entiendo que estén juntos. Ella no lo soportaba —añadió sin dejar de mirarlos.
Alejo rodó los ojos. Apreciaba a su amigo, pero no soportaba a la princesa y la influencia que esta ejercía sobre él.
—¡Qué bien que estéis aquí los tres! —exclamó Lucas una vez llegaron al salón del trono.
Alejo sabía lo que eso significaba. Debía abandonar la habitación. Estos eran asuntos de la realeza. Aunque ahí estaba también el caballero que siempre estaba pegado a la reina de Olaf.
—¡Tenemos una gran noticia! —comentó eufórico mirando a Escarlata, quien esbozó una forzada sonrisa y miró de reojo a León.
—Así es, el rey de Camelot y yo hemos decidido que seremos nosotros quienes nos desposemos —dijo con frialdad.
León bajó la mirada. Escarlata ya se lo había dicho y, aunque entendía sus motivos, ese enlace lo hería en lo más profundo de su ser.
Jerome, sin darse cuenta, buscó la mirada cómplice de Alexia, pero esta estaba sonriendo junto a Máximo. Cerró el puño. Debía olvidarla. Él mismo había tomado la decisión. Entonces, ¿por qué era tan difícil?, ¿por qué se derretía solo con verla?
—Sí, realizaremos una boda por todo lo alto. Invitaremos a la realeza de todos los reinos. Y, ¿qué mejor forma de ir abriendo boca del enlace del año que con un torneo? —Sonrió—. Allí demostraremos al resto la fuerza de nuestro enlace —dijo señalando a Máximo y Jerome—. Demostraremos que juntos somos imbatibles ganando ese torneo.
Jerome sonrió y miró a Máximo. Era un formidable guerrero. Y le acababan de brindar la oportunidad de humillar a ese principito en combate. Demostraría a Alexia que ese tipejo no merecía su tiempo.
—¡Que gran idea, padre! —exclamó Alexia.
—Vos no podéis participar —se apresuró a advertir Lucas.
—Lo sé —admitió resignada—, pero me parece que es una oportunidad única para que nuestros jóvenes guerreros demuestren su valía. he escuchado que nuestro invitado es muy hábil con la espada —dijo guiñándole un ojo a máximo, quien estaba pálido.
Esa frase enfureció a Jerome.
—En ese caso, será divertido poder batirnos. la habilidad de muestra en el campo de batalla —respondió.
—Por supuesto —contestó ella.
—¡Me gusta ver ese espíritu competitivo! —anunció Lucas, aunque, en verdad, Máximo no había dicho nada aún—. Ahora podéis retiraros.
—Que gane al mejor —indicó Jerome tendiéndole la mano, aunque con la vista fija en Alexia.
El príncipe de Olaf estrechó su mano. Estaba fría.
—¿Os ocurre algo? Estáis algo frío —preguntó Jer en tono burlón.
—¿Y quién no los está? Estos muros dejan helado a cualquiera. El sol nunca llega aquí dentro —Salió en su defensa Alexia—. Y, si no os importa, nosotros tenemos asuntos pendientes —añadió con una pícara sonrisa.
Jerome forzó una sonrisa y los dejó irse.
—Vamos a comer algo.
—No puedo.
—Vale, pues como yo —replicó ella.
—No, que no puedo combatir —explicó él.
—Bah, no os preocupéis por Jer. Yo os puedo enseñar sus puntos débiles.
Alexia había combatido infinidad de veces con él y sabía a la perfección cuál era su estilo de lucha.
—No, no me entendéis. No soy bueno con la espada.
—¡No seáis humilde! Los sirvientes hablan maravillas de vuestras hazañas.
—Mi madre es la guerrera. Y también quien hace correr esas historias.
—Pero nunca habéis sido batido en combate.
—¿Quién se atrevería a vencer a su príncipe?
Alexia se mordió el labio inferior. Comenzaba a entenderlo. la situación se complicaba. A ese combate irían todos los príncipes herederos. Nadie se dejaría ganar. El chico estaba perdido.
—Vale, no estéis en pánico. Tenemos tiempo. Por suerte, estáis ante una experta en el manejo de la espada —dijo con una orgullosa sonrisa.
El chico la miró no del todo seguro.
—¿Y no será mejor que me retire de la competición?
—¡Nunca!, ¡no volváis a repetir eso! —advirtió ella golpeando con fuerza el brazo de este—. Vamos, tenemos mucho trabajo que hacer.
Al menos, así no pensaría en Jer y en Cassie. Tendría la mente ocupada hasta que pudiese volver a contactar con su hermana o Adam.
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El reino del pasado
FantasyHace cientos de años una guerra sumió Camelot en el más profundo caos. La gloriosa ciudad y su querido rey cayeron. Ni siquiera el más grande de los magos fue capaz de conseguir que la profecía no se cumpliese. El amor, las traiciones, la avaricia y...