Dos gnomos y una rata (I)

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Llegaron al nuevo campamento a tiempo de desayunar, no tardando en descubrir un tema generalizado en las conversaciones. Al parecer, el Bosque Perdido había cambiado en los últimos días, no sólo allí, sino en todo el frente.

Los perdidos no habían desaparecido, siendo incluso algo más abundantes, pero había desaparecido todo rastro de voluntad, de orden, de planificación. Como si las fuerzas tras ellos se hubieran retirado o, como muchos se temían, estuvieran al acecho, planeando algo.

Los cambios quizás habían sido sutiles, pero muchos de ellos llevaban demasiado tiempo allí como para no darse cuenta. Los seres corruptos estaban dispersos. Ya no formaban pequeños grupos que se complementaban, no se escondían esperando emboscarlos.

Es cierto que aún quedaban algunos así, pero iban desapareciendo poco a poco, como si nadie tuviera la voluntad de reemplazarlos, tan sólo de enviar a algunos de ellos al frente, sin más, sin órdenes, sin un propósito. Por ello, había mucha cautela. Nadie se fiaba.

Las dos se miraron, sin decir palabra, comprendiendo que la otra estaba pensando algo parecido. Que los generales debían de estar preocupados por la pérdida de varios de los suyos y se habían retirado.

–Así que los hemos asustado– se burló la lince

La felina mordisqueaba lo que parecía un hueso, pero que era en realidad un dulce de caramelo. La elfa había diseñado esa forma para que no pareciera extraño en su hermana, creándolo con sus propias manos. A partir de entonces, sus asistentes habían podido duplicarlo sin problemas, incluso cambiando los ingredientes. Si bien eran muy habilidosas a la hora de cumplir órdenes y seguir recetas, las pequeñas goldmis eran incapaces de crear algo nuevo por sí mismas.

Cabe decir que a la lince no le importaba demasiado la forma o lo que pensaran los demás, lo único que le importaba era disfrutar de aquel sabor mentolado.

Había también una versión más pequeña, en forma de palo, con la que la drelfa estaba encantada. Y más cuando daba una pequeña bonificación en potencia mágica, a diferencia del hueso, que mejoraba la potencia de las habilidades.



Se unieron a un grupo de tres que en principio sólo iban a salir de apoyo, pero que, con las nuevas incorporaciones, decidieron ir a exterminar seres corrompidos. Consistía en dos guerreros y una maga capaz de otorgar algunas bendiciones.

Tiempo atrás, Mostruf, una especie de hombre rata musculoso, hubiera sido muy reacio a admitirlas en el grupo, pues sentía cierta repugnancia hacia seres tan terriblemente horribles como la elfa y la drelfa, pero su tiempo en el frente de batalla le había ayudado a acostumbrarse a otras especies. Le seguían pareciendo terriblemente feas, pero podía soportarlo.

Usaba en cada mano un arma con dos hojas ligeramente curvadas y empuñadura en el centro, que unía las hojas, siendo una de ellas de filo afilado y la otro serrado, muy adecuadas para sus extrañas habilidades.

A Goldmi, aquel ser le resultaba extremadamente extravagante, incluso absurdo, mientras que drelfa y lince no le prestaban mucha atención.

Gavlda era una maga gnomo, muy tímida como lo son la mayoría de su especie, que incluso había pedido permiso a cada una de ellas antes de otorgarles la bendición que les daba defensa. Y había vuelto a pedirlo para otorgarles la de ataque.

Gavldo, su hermano, era una excepción entre los suyos en muchos aspectos. Por una parte, no dejaba de hablar. Por la otra, era un guerrero. Aunque de pequeño tamaño, por debajo de su armadura se escondían poderosos músculos, y el alcance de la lanza le servía para compensar su baja estatura. También llevaba un pequeño escudo y un mazo, lo que, junto con su tamaño, podía convertirlo en una inexpugnable fortaleza si se veía en apuros.

–Pensaba que iba a ser otro día aburrido, vigilando, pero por fin podemos exterminar perdidos– exclamó entusiasmado, ante la mirada de adoración de su hermana.

Para ésta, era increíble que pudiera tener tanta confianza en sí mismo. Para otros, fuera de su raza, podía incluso resultar imprudente en batalla, y algo pelmazo fuera de ella.

En cuanto a la elfa, no le molestaba la actitud del gnomo. Es cierto que no callaba, pero también que era terriblemente honesto, que no había la más mínima mala intención en él. En cierta forma, resultaba refrescante. Tanto es así, que una hada camuflada lo observaba con curiosidad.

Una vez en batalla, todos se mostraron mucho más serios, incluso Gavlda, cuya timidez no le impedía carbonizar una enorme cucaracha de casi medio metro de longitud, muy resistente a ataques físicos, pero vulnerable a fuego o electricidad.

Mostruf, de nivel 44, se mostraba letal contra todos aquellos perdidos que no estuvieran acorazados, aunque incluso contra estos tenía recursos. Las hojas serradas, unidas a Toque Purificador y la habilidad Serrad, infligían un daño considerable a las más poderosas defensas.

Gavldo, aunque menos letal, resultaba altamente esquivo, molesto y resistente para sus enemigos, facilitando la tarea de sus compañeros en el frente, o los que atacaban desde atrás, como su hermana, con la que estaba muy compenetrado. O Goldmi, cuya puntería les resultaba asombrosa.

Junto con el apoyo de la lince en el frente y la drelfa atrás, no tuvieron grandes problemas ante las fuerzas dispersas de los perdidos, aunque el peligro siempre ronda en la batalla.



Era el quinto día que luchaban juntos, y ya se entendían bastante bien. La felina, cubierta de fuego, atacó a un ser parecido a un reno, aunque de mayor tamaño y el cuerpo cubierto de manchas venenosas, que no obstante eran incapaces de atravesar las llamas.

Mostruf aprovechó el momento para atacar con sus dos armas a la vez, segando parte de la cornamenta y atravesando la cabeza. La mala suerte quiso que un trozo de cornamenta cayera justo tras Gavldo, quien estaba retrocediendo ante el empuje de un escarabajo de metro y medio de alto. Tropezó con ella y cayó al suelo, de espaldas.

Habían encontrado un grupo un poco más grande de lo habitual, quedando aún cinco de ellos. Uno estaba a punto de sucumbir ante la felina y el hombre rata, mientras que otros dos estaban cerca del colapso ante las flechas de la elfa, las llamas de la gnomo y la ocasional ayuda de la drelfa.

El gnomo estaba bloqueando al escarabajo y a una especie de caimán, con cuernos y un solo ojo, ambos no muy poderosos en ataque pero altamente acorazados, por lo que era mejor eliminar primero a los más peligrosos, dejando que estos fueran entretenidos por él.

Sin embargo, el tropiezo ponía en una situación muy peligroso al guerrero, inesperadamente indefenso ante los dos seres, que aprovecharon para abalanzarse hacia él.

–¡Gavldo!– gritó su hermana, horrorizada ante lo que estaba a punto de suceder, incapaz de acudir en su ayuda sin carbonizarlo a él también.

Mostruf y la lince aún estaban ocupados con aquel oscuro reno, necesitando sólo unos segundos para acudir en su ayuda, pero esos segundos eran una eternidad.

La drelfa, por su parte, no podía deshacer su disfraz y lanzar un hechizo lo suficientemente rápido, y que además no dañara a su aliado. Otra cosa hubiera sido de estar en un bosque normal.

Y tampoco ninguna flecha de la elfa podía atravesar las defensas con la suficiente rapidez, pues ya estaban demasiado cerca de su víctima.

Regreso a Jorgaldur Tomo II: la arquera druidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora