Five; Stuart

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Él era muy tímido delante de las niñas. Sus compañeras en el colegio lo saludaban cada mañana al entrar y salir, pero él se encogía de hombros, devolviéndoles en voz baja el saludo.
Su apellido le exigía mucho, los Pot eran casi nobles, con riqueza, lujos, caprichos y una vida arreglada. Todos querían juntarse con él por ese aspecto tan destacable. Aunque, Stuart preferiría huir de esa fingida simpatía.

Un día se escapó de clases, aturdido por esas invitaciones faltas de verdadero carisma. Corrió hasta el parque, pisando el pasto que los carteles protegían. Se sentó debajo de un árbol, sin miedo a ensuciar su uniforme, sin miedo a que un amigo de sus padres lo viera ahí afuera...
Harold sumergió su cabeza en sus rodillas y se preguntó; ¿por qué la gente tiene que ser tan falsa?

Una pelota golpeó su costado mientras pensaba. Alzó la cabeza para ver el causante de su dolor: Una niña rubia, en pijamas, y muy arrepentida de haberle golpeado.

-¡P-perdóname! Yo no quería pegarte... -dijo, apenada.

Stuart la miró, sorprendido de aquella niña. ¿Qué hacia fuera en horarios de clase? Aunque su belleza infantil también le impactó. Ella se sintió abatida por el color de cabello tan particular en ese niño, aunque prefirió quedarse con la intriga.

Emily Williams se sentó a su lado, y con la mirada gacha se sintió obligada a explicar su presencia en ese parque: También huyó un rato de su atareada vida, mintiendo sobre su salud para no asistir a clases. Se salió por la ventana, en pijamas, pero lo hizo. Y cuando encontró una pelota abandonada en la calle, pensó en ir al parque a divertirse. Siendo una niña proveniente de tal familia, se había hartado de esas represiones que su género y estatus le imponían cada día.

Stuart dijo que la entendía, que ese dolor y fatiga algún día se desvanecerán, aunque sea duro en el presente. Confesó que le gustaría ignorar esas presiones sociales y concentrarse más en las palabras que recién había dicho, pero que era muy difícil. Un sollozo se le escapó.

Ambos niños desahogaron su pesadez bajo la sombra de aquel gran árbol.

Y cuando el mediodía se anunció a través de unas campanadas, los dos se vieron en la necesidad de volver a sus casas. Para Stuart, fue la primera vez que se despidió enérgicamente de una niña. Y para Emily, fue la primera vez que sí sintió las ganas de despedirse amablemente de un niño, siempre fue obligada por sus padres a hacerlo.

Tarde tras tarde, después de clases empezaron a verse para jugar o estudiar, obligando a los señores de las familias a conocerse y a entablar una relación casi igual de profunda que la de sus hijos. Los Pot y los Williams formaron un estrecho lazo.

Fue una inocente amistad de la que ya todos adivinaban su destino: un amor pronto, del que los padres se enorgullecían. Ambos eran buenos muchachos, además de que si se juntaba ese poder y riqueza de sus linajes, se convertirían en el matrimonio más aclamado.

Stuart y Emily se enamoraron, y a nadie le molestó.

Fue así que a todos les dolió el hecho de que esa amistad y romance tuviera que tomar distancia. El padre de Stuart vio una mejor oportunidad en América tras la famosa colonización, multiplicar sus entradas lo tentaba mucho, así que tomó la decisión de decir adiós y obligar a su hijo a separarse de su temprano enamoramiento.

-Cuando crezca, volveré y te haré mi esposa, ¡lo juro!

-Te estaré esperando, Stu...

Fue una dramática escena, pero en sus jóvenes corazones fue lo más romántico que se podría llegar a hacer.

Así se despidieron, tomando cada uno un camino diferente.

Y aunque durante su crecimiento tuvo novias y damas esperando en la puerta de su casa, su corazón siempre latió por esa vieja promesa.

Saber que el de Emily late por alguien más a parte de él destroza su confianza, y le hace pensar que está metido en la traición más grande.

De nuevo en su carruaje, alejándose de esa hacienda, se vuelve a preguntar: ¿por qué la gente tiene que ser tan falsa?

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❝Cliché❞ 2doc/StudocDonde viven las historias. Descúbrelo ahora