Capítulo 15

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―¿Cómo que no podía hacer nada? ―Volvió a preguntarle Cristóbal a la profesora, el enojo le salía por los ojos―. Responda de una vez a esa pregunta, ¿por qué no podía hacer nada para defender a mi hija? Usted es la profesora, la autoridad ante los niños.

La profesora tragó saliva con dificultad y los ojos se le llenaron de lágrimas. Cristóbal frunció el ceño, descolocado ante la reacción de la maestra.

―¿Quién es el papá de ese niño? ―atinó a preguntar, intuyó que por ahí iba el asunto.

―El nuevo director ―murmuró en voz baja.

―¿Quién es ese tipo, cómo se llama?

―Por favor, no quiero problemas.

―No los tendrá.

―Mateo Santos. Él asumió hace unos días, poco antes de iniciar las clases. El próximo lunes se dará el anuncio oficial. Lamentablemente.

―¿Lamentablemente?

―Matías es un niño muy problemático, es conflictivo y se aprovecha de su posición en la escuela.

―¿Usted ya habló con su padre?

―Ese hombre... ―Una lágrima cayó al fin por la pálida mejilla, la que la mujer secó con celeridad―. No, no hablé.

―¿La amenazó?

Ella lo miró con los ojos muy abiertos con una expresión que Cristóbal conocía muy bien.

―¡La acosó! ―afirmó con seguridad.

―Yo creo que no debería seguir trabajando.

―Ponga una denuncia.

―No puedo. Él tiene dinero, abogados, es amigo del sostenedor... ¿Con qué pagaría yo un abogado?

―Yo tengo cita con él mañana a las diez. Hable con sus colegas para saber si alguien más ha sufrido algún tipo de abuso de poder o de acoso. Le voy a dejar mi teléfono, usted me llama o manda un mensaje; yo le voy a ayudar.

―¿Por qué haría eso? Ni siquiera fui capaz de ayudar a su hija.

―Precisamente por eso, porque con ese tipo al mando no podrá, ni defender a mi hija, ni defender a ningún alumno; además, tómelo como una redención a mis culpas, usted debe saber que no fui un santo, cometí muchos errores e hice mucho daño, esta es una forma de resarcir mi conciencia.

―Ojalá pueda hacer algo. Llevo quince días trabajando para él y le juro que se me ha hecho una eternidad. Y sé que no soy la única, el tipo es un déspota.

―Lo sé.

―¿Lo conoce?

―Claro que lo conozco y no de otra escuela, lamentablemente, o sí, pero no era una escuela como esta.

―No entiendo.

Cristóbal miró a la joven profesora.

―Es mejor así. De todas formas, le aconsejo que no se acerque a este hombre y, si la molesta, llámeme, veré qué puedo hacer.

―¿Por qué hace esto?

―Ya se lo dije, créame que no tengo segundas intenciones, solo quiero que mi hija esté segura y acabar con los hombres que abusan de mujeres desprotegidas.

―En ese caso, gracias.

―No me las dé. Espero su mensaje. Hasta pronto, señorita Spencer.

―Hasta luego, señor Medero.

Seguirás siendo mía (Posesión parte 4)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora