Capítulo 5 | Respuestas

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Ya leí y releí su correo veinte veces, me di una buena mano y me duché, y
ahora estoy sentada frente a la computadora, mirando la pantalla en blanco, intentando descifrar cómo contestarle.

Tengo que ser honesta con ella; es el tipo de mujer que huele las mentiras a millas de distancia.

Pero también debo tener cuidado de no asustarla.

Entiendo que la ponga nerviosa arriesgar su empleo.

Tengo que decirle algo que no la espante y la haga eliminar la cuenta de correo.

Esa cuenta es la única forma que tengo de encontrarla.

«Mi bella agente de admisión»

Me quedo mirando la pantalla, con los dedos quietos sobre el teclado.

¿Qué quiero decirle?

¿De verdad quiero decirle que me la quiero coger sin haberla visto jamás?

¿Y si no me atrae físicamente?

¿Y si es la abuela de alguien?

¡Carajo!

No debo pensar así.

Seguro es sensual.

Lo sé.

Tengo un sexto sentido para estas cosas.

No debo dejarme llevar por el temor a asustarla.

Debo decirle la verdad.

Funcionó la primera vez, así que debo confiar en que funcionará de nuevo.

Una vez más pongo los dedos sobre el teclado.

«Lo único más grande que mi complejo de Diosa en este instante es mi abundante humedad por ti»,

Tecleo y esbozo una ligera sonrisa.

«Tu correo me puso mojadisima desde que apareció en la bandeja de entrada hasta que dejé de leerlo por vigésima vez y de masturbarme mientras tanto hace 15 minutos.

Agradezco tu brutal honestidad.

Y, claro, agradezco también que me compartieras tu delicioso secreto.

Es verdad que eres un monte INALCANZABLE, preciosa, y por lo tanto, debes saber la clase de reto que representas para una entusiasta del deporte como yo.

Me estás volviendo loca, ¿sabes?, claro que lo sabes, y lo disfrutas.

Soy la clase de mujer que necesita tener el control, lo cual seguramente ya notaste, pero en esta exquisita situación tú eres la que lleva la batuta.

Para una mujer montada en su enorme complejo de Diosa, sabrás que esta distribución del poder a tu favor es inusual.

Sin embargo, por alguna razón disfruto la tortura.

Tú sabes todo sobre mí, pero yo no sé nada de ti... o quizá sí, un poco.

Sé lo que necesito saber.

Eres lista y muy sensual.

Y no temes patearme el culo con tu
propio estilo de honestidad brutal.

También sé que jamás has sentido el placer máximo y más fundamental conocido para la humanidad, hecho que me duele en la misma medida en la que me excita.

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