ÉL - Un Verano En California [US #1#]

C A P I T U L O 29

Recomiendo leer este capítulo escuchando la canción de Bea Miller, titulada: Like That.

NUEVOS PERSONAJES: Austin.

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El baño fue frío, más de lo que me esperaba, pero el frío no pareció ser notorio en mí, debido a que el calor me embriagaba, sabía que tener junto a mí, en el agua, al guapísimo y buenorro de Justin, era el factor principal de mi acaloramiento.

Me reí un montón cuando lo sumergí en el agua, pero más lo hice cuando el provocó el mismo gesto conmigo de la manera más inesperada posible.

Ya estábamos de nuevo en las toallas, dejando que el sol secara cada uno de nuestro lugares del cuerpo. No hacía apenas unos minutos que habíamos comprado unos helados y entonces nos encontramos en proceso de ingerirlos.

Lo que no sabía era que la mañana iba a terminar de la peor manera.

—¿Puedo hacerte una pregunta? -—inquirí tímida.

Noté como su mirada, detrás de sus cristales tintados, se posó en mí fulminante. Su mandíbula se tensó como tantas veces había podido presenciar antes y su expresión se volvió gélida.

Consiguió dejarme helada en apenas unos segundos y su mirada ya no era la que a mí me gustaba y debo admitir que me daba miedo lidiar con un Justin atemorizado, enfadado, vulnerable y por mucho que parezca extraño, prefería al Justin seguro de sí mismo, porque eso le hacía fuerte y no me hacía sentir mal por él.

Porque entonces ya comenzaba a saber un poco más de él y podía reconocer cuando estaba bien y cuando las cosas le dolían, porque aunque no lo pareciese, él tenía un corazón que latía, como cualquier otro ser humano y eso era algo que, según él parecía pintar, nadie sabía.

—No importa, si no quieres, no te la hago. —dije desviando mi mirada de nuevo hacia mi helado, lo único que quería en aquel perfecto instante era hacerle sentir mal.

—No. Házmela.

—¿Por qué tus cambios de estado son tan repentinos? Me refiero, un día estás triste, al siguiente enfadado y al otro feliz. —le comenté.

No obtuve ninguna respuesta por su parte. Cómo no, no sé porqué me sorprendí, ya debería saberlo.

—¿Para qué me dices que te pregunte si luego tú no me contestas? —le pregunté al ver que no decía nada, ni siquiera me miraba.

—¿Por qué intentas inmiscuirte tanto en vidas ajenas a la tuya?

—Tú me has dejado preguntarte. —me defendí.