Dos gnomos y una rata (II)

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Pero si bien es cierto que no ninguna de las habilidades o hechizos en su poder parecía estar concebido para ayudarla a superar aquella situación, eso no significaba que no pudieran usarse de una forma algo más irregular.

Goldmi siempre había sido una jugadora un tanto extraña, proponiendo e intentando usar sus habilidades de forma diferente a lo que estaban pensadas en el juego.

Al principio, a Gjaki y a Eldi les había parecido gracioso y absurdo, pues era evidente que, en un juego, las habilidades funcionaban exactamente para lo que estaban diseñadas. Y los muchos fracasos de su compañera no habían hecho sino reforzar esa convicción.

Sin embargo, un día, la sugerencia de usar Toque de Hielo para hacer patinar a sus enemigos había, inesperadamente, funcionado, dejándolos boquiabiertos. A partir de ese día, se habían tomado más en serio las locas ideas de la momentáneamente soberbia elfa, incapaz de dejar pasar la oportunidad para vengarse de sus burlas.

Es cierto que la mayoría de esas ideas ni siquiera habían tenido ningún efecto, e incluso algunas un inesperado giro cómico, como cuando intentaron combinar un Muro de Fuego con uno de Hielo, y acabaron todos empapados. No obstante, eso no los había desanimado, todo lo contrario, lo habían encontrado de lo más divertido.

De hecho, y aunque Goldmi seguía haciendo la mayoría de sugerencias absurdas e imposibles, poco a poco ellos también se habían animado a hacer las suyas. E incluso, unas pocas veces, habían logrado algo útil, aunque no siempre lo que esperaban. Una de esas veces había sido con Flecha de Luz.

La elfa reaccionó rápido a la situación, mucho más de lo que lo hubiera hecho cuando llegó a Jorgaldur. Día tras día, se había visto obligada a enfrentarse a numerosos peligros, a reaccionar ante ellos, mejorando de forma imperceptible pero continua, y despertando también lo aprendido de forma subconsciente y algo etérea en el juego. En algunos aspectos, parecía casi una veterana.

Combinó Tres mejor que una con tres Flecha de Luz, en dirección a los enemigos que se acercaban al gnomo. Sin embargo, sus trayectorias no estaban planeadas para acertar en ninguno de ellos, sino para hacer algo que requería mucha más precisión y concentración.

–¡Cerrad los ojos!– gritó la elfa.

Su hermana obedeció al instante. No sólo tenía ciega confianza en ella, sino que no tardó en imaginar qué iba a suceder.

La drelfa dudó un instante, pero lo hizo, mientras que los otros dudaron demasiado, algo de lo que no tardarían en arrepentirse.

La flecha central voló en línea recta, mientras que las otras dos siguieron una trayectoria un poco más curva, alejándose primero de la central y luego acercándose. Estaba combinando Disparo Curvo y Acelerar para ejercer un control preciso sobre esas dos flechas, algo que en el juego le había resultado tremendamente difícil de conseguir. De hecho, no siempre le salía bien.

Pero allí, podía percibir y controlar claramente el flujo de maná. No era fácil, necesitando de suma concentración para dirigir ambas flechas a la vez. De hecho, no muchos arqueros serían capaces de semejante hazaña, pero la elfa estaba acostumbrada a retocar la trayectoria de sus flechas contra enemigos en movimiento. Quizás no con tanta precisión, pero muchas más a la vez.

En un instante, sin darles tiempo a los perdidos para llegar hasta el gnomo, las tres flechas llegaron frente al caimán y el escarabajo, sucediendo entonces lo que parecía imposible. Chocaron las tres al mismo tiempo, entre ellas, provocando que su poder se liberara de golpe, en forma de una explosión de luz que cegó a todos los que no habían cerrado los ojos. Es decir, a todos menos a Goldmi, la lince y Maldoa.

La felina dejó al reno, moribundo y a punto de desaparecer, y se lanzó hacía el cegado gnomo, cerrando su poderosa mandíbula en la tela que sobresalía de su armadura, y saltando con él fuera del alcance de los perdidos. Estos habían comenzado a golpear todo lo que había alrededor, ya fuera el suelo, el aire o sus propios aliados. Estaban cegados y encabritados.

La drelfa abrió los ojos poco después, mirando a su amiga sin saber muy bien cómo lo había hecho exactamente para producir esa explosión de luz, pero dispuesta a interrogarla hasta conseguir una respuesta. Si era necesario, recurriría a la ayuda de las plantas para hacerle cosquillas hasta que confesara. Por ahora, se limitó a observar, atenta por si su ayuda era necesaria.

Goldmi disparaba continuamente, ignorando un repentino escalofrío, alternando Flecha Penetrante y Flecha Tosca, y aprovechado el estado temporal de ceguera para usar también Flecha Lenta, multiplicando la letalidad de sus ataques.

Por su parte, su hermana había dejado al gnomo en un lugar seguro, y vuelto cuando aún los perdidos no habían recuperado la visión. Desgarrar, combinado con Toque Purificador y Linaje de la Llama, ayudaron a eliminar a los seres corrompidos.

Cuando el resto empezó a recuperarse, ya no quedaba rastro de los enemigos. Se frotaban los ojos, intentando librarse de los destellos de luz que parecían grabados en ellos, al principio con ansiedad. Pero pronto se dieron cuenta de que el peligro había pasado, así que se sentaron para descansar y recuperarse de las heridas, de aquellos destellos, el maná y la energía.



Al día siguiente, les atacaron nueve perdidos a la vez, en lo que no era una situación crítica, pero sí peligrosa.

–¡Cerrad los ojos!

Esta vez se apresuraron a hacerle caso. Cuando los abrieron, se abalanzaron sobre sus enemigos con una sonrisa amenazadora en los labios, dispuestos a aprovechar esos momentos de ventaja.

Sólo un par de gusanos no se vieron afectados, al no tener ojos, gusanos que fueron retenidos fácilmente por la ágil lince, y que entre todos exterminarían una vez cayeran el resto.

En total, estuvo más de un mes allí para subir a nivel 45, tras lo cual se despidieron de sus compañeros para ir a una zona de nivel superior, aunque estos no sabían exactamente la razón, más allá de motivos personales.

A la elfa le volvió a entristecer la despedida. Al final, incluso el hombre rata había resultado ser bastante simpático, una vez logrado entablar conversación, y entender su humor ratuno. Sus chistes eran bastante malos, pero aun así tenían cierta gracia, al igual que su obsesión por el queso. Fue el día que la elfa le ofreció uno de color azul y olor horrible que rompieron definitivamente el hielo.

E incluso Gavlda había ganado en confianza, siendo no sólo capaz de otorgar bendiciones sin pedir permiso, sino, en ocasiones, iniciar una conversación. E incluso fue capaz de preguntar, lo cual era poco más que una heroica hazaña para ella.

Una vez más, Goldmi se preguntó si los volvería a ver, si sus caminos se volverían a cruzar, deseando que ese fuera el caso.

Regreso a Jorgaldur Tomo II: la arquera druidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora