Sólo faltaban tres meses para que fuésemos padres, nuestra luz era la perfecta, la hermosa luz a la que se le añadiría una bombillita más, estábamos ilusionados, más que eso, eufóricos, habían veces en las que me asustabas cuando te quejabas por todo y te ponías a llorar por nada, parecías un adolescente, me hacía gracia como te ponías por no tener tu chocolate en el refrigerador