Capítulo 12

3.6K 284 38
                                    

Me aliso mi camisa blanca con nerviosismo. No creí que esto me pusiera los pelos de punta a tal punto que apenas puedo pensar en otra cosa. Hoy me desperté sabiendo que debíamos festejarle el cumpleaños de César, pero recién ahora soy consciente que toda la organización recae en mí. Si algo sale mal, es mi culpa. Si César no es feliz, es mi culpa. Si se me cae el pastel de camino al parque es, obviamente, mi culpa. Estoy nerviosa porque me doy cuenta que es mi primer evento, delante de toda mi familia, amigos y sobre todo, delante de los amigos de César. Uno siempre dice que los niños son buenos y que se divierten con facilidad si les pones juegos y comida, pero no, suelen ser más duros que un crítico gastronómico y peores que un público frente a un escenario. Si algo no les gusta, te lo harán saber.

Me mastico la uña del pulgar mientras veo cómo van llegando los invitados. Sonrío al ver cómo quedó el parque. El inmenso castillo inflable ya está prendido. La piscina tiene una cerca provisoria para evitar que algún niño se caiga y terminar lamentando el día con un accidente. Hay una gran mesa rectangular de madera con un mantel rojo y sobre ésta, platos y fuentes con golosinas, muffins, galletas, cake pop, vasos de colores y dos jarras grandes con bebida para los niños. Dentro de un par de horas allí mismo pondremos el pastel que ahora está en refrigerador porque estuvimos hasta tarde con él. Sonrío cuando recuerdo que lo hice con Nick. Si antes me hubieran dicho que mi esposo, el enigmático empresario preocupado por la ecología del país, era también un gran pastelero y que manejaba muy bien el fondant de colores, jamás lo hubiera creído.

César corre con un par de amigos. Se quitan el calzado y comienzan a jugar en el castillo. Delta le indica a uno de los encargados de poner la mesa de comida para los adultos que no se olvide del champagne para la hora de cortar el pastel. El muchacho asiente y termina de colocar los platos más elegantes que son para nosotros. Hago un paneo por la estancia. Hay sillones individuales de color negro para que nos sentemos. Una mesa grande con sillas de plástico para que los niños luego se sienten a comer. Incluso conseguí que trajeran un carrito de palomitas y dos chicas que le pintan el rostro a los niños.

América se acerca a mí con su disfraz de Alicia, está encantada con poder vestirse como uno de sus personajes favoritos. Personalmente creí que iba a disfrazarse de Rapunzel, pero ella me dijo esta mañana que llevar una peluca larga solo iba a arruinar todo. Se sienta junto a Campanita que está cerciorándose que no se le corrió la peluca y por Campanita me refiero a Delta. Parecen dos crías de cinco años, están más entusiasmadas con esta fiesta que el propio cumpleañero y ya es mucho qué decir porque César no ha parado de decirme "gracias" desde que salió del edificio para ver cuál era la sorpresa que le teníamos.

Me acerco a mis amigas y me siento a su lado, dejo mi sombrero sobre la mesita y suelto un suspiro exhausta. Ellas me sonríen y América me arregla mi trenza. Yo decidí desde el primer día que iba a disfrazarme de Jessie, la vaquerita y la verdad es que me emociona saber que todos los adultos invitados aceptaron disfrazarse también. Una Elsa en miniatura se acerca corriendo hacia mí y me da un abrazo fuerte con sus pequeños bracitos. Es Lydia. En la semana Dakota me preguntó si no había problema que su hija menor también se disfrazara y que su hija mayor no. Acepté, sabiendo que Lydia siempre quería unirse al grupo divertido y que Margo estaba en una etapa en la que prefería pasar desapercibida, yo misma había sufrido esa transición sin mucho éxito.

—¡Hola tía! —saluda todavía abrazándome—. ¿Te gusta mi disfraz? —pregunta mostrándome su vestido celeste con brillos y su peluca blanca. Sonrío y asiento—. Están todos disfrazados. Yo también quiero que lo hagan para mi cumpleaños —añade emocionada a tal punto que creo que en algún momento le va a dar algo. Saluda a Delta y América como si fueran parte de su familia también y sale corriendo hacia el inflable para saludar a César. Aaron no va disfrazado así que luego de saludarme con la mano a lo lejos, se quita las zapatillas y juega con el resto de los niños que tienen su misma edad.

Mi problema es amarte #2 [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora