-POV Patricia-
Aterricé en España a las nueve y media del veintiocho de abril. Avisé a la agencia que había llegado y apagué mi celular.
Mientras caminaba por el aeropuerto para ir a recoger mi equipaje me iba preparando para lo que se me avecinaba. A la salida estaría la gente del Carso esperándome para viajar a El Salvador en un jet privado.
Estaba notablemente nerviosa, mis manos transpiraban y mi corazón latía exageradamente rápido. Debía parecer normal y no levantar sospechas. No podía arruinar la misión de entrada.
Recogí mis maletas de la cinta transportadora y caminé firme hacia la salida.
Entre una multitud alcancé a ver a dos hombres vestidos de negro levantando un cartel con el nombre de Paula Serena. Respiré profundo y me dirigí hasta ellos.
—Buen día —dije, y me coloqué a la izquierda de ellos sin mirarlos a la cara.
—El jet está esperando. Puerta seis en quince minutos.
— Ok.
Y sin decir una sola palabra más, el primer hombre comenzó a caminar en dirección a la puerta seis. Minutos después el segundo hizo el mismo recorrido y me hizo una seña de que lo siguiera.
~•~
Una vez estaba dentro del avión, no pude evitar sorprenderme por cómo era.
Los almohadones de los asientos eran de seda teñida de rojo, y las paredes del avión eran totalmente negras.
Por más que buscase, no encontraba la más pequeña mancha o imperfección.
Otra cosa que me había sorprendido al entrar, era el perfume que había dentro.
No era invasivo o molesto, simplemente había un constante aroma delicioso.
Y estaba fascinada, pero la ilusión se me escapó de las manos cuando recordé que todo ese lujoso avión era producto de dinero ensangrentado, y pertenecía al más horrible ser humano que se podría encontrar uno en este mundo.
No pude seguirle dando muchas vueltas, porque me distrajo el despegar del avión.
~•~
Miraba por la ventanilla del vehículo y solo veía mar y nubes. No había más nada y eso me ponía nerviosa. No sabía cuánto tiempo más íbamos a demorar en llegar y la ansiedad me estaba carcomiendo.
Trataba de prepararme para lo peor. Esperaba un hombre viejo, calvo, con ojeras, barbudo sin afeitar, uniceja, con mal olor y una panza enorme sobresaliendo de su remera. Me lo imaginaba como terriblemente repelente y temía qué tan fiel a la realidad podrían llegar a ser mis pensamientos.
En algún momento del viaje, me quedé dormida. No tengo idea de cuántas horas pasaron en ese periodo.
Sentí un movimiento muy brusco y desperté al momento, con la sangre helada. Acabábamos de aterrizar.
Miré a mi alrededor, y me aclimaté nuevamente al contexto, y a lo que iba a suceder.
Respiré profundo para relajarme e intentar prepararme para estar cara a car con el diablo.
Miré por las ventanas del vehículo, y el paisaje me deslumbró.
La isla... Se trataba de un verdadero paraíso.
El sol golpeaba fuerte, y eso podría volverse cansino con el tiempo. Pero en ese momento, me fascinó.
El césped era muy vistoso, se veía realmente suave. En una zona incluso divisé árboles.
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Cortinas Negras
Action« Donde la desesperación, el dolor y el odio abundan, siempre habrá cortinas negras »