-POV Patricia-
—Empezaron a dispararme a través de las paredes. Tardé un momento en darme cuenta, pero luego lo sentí. Me habían impactado en el brazo. Y joder, como dolía. No pude mantenerme de pie. El hombre ese... El Payaso. Ingresó de una patada a la habitación y se lanzó encima mío. Comenzó a ahorcarme con muchísima fuerza. Llegué a recoger su arma, y lo golpeé en la cabeza con ella. Estuve un momento para poder volver a respirar correctamente, y luego disparé al techo con el arma, para llamarte la atención y que vinieras lo antes posible.
Esa era mi historia.
Eso le conté al Carso.—Temo que hayas tenido que sufrir semejante evento tan desafortunado, te aseguro que acá eso no ocurre nunca. No sé qué pudo haber pasado.
—No lo dudo. Es por eso que no notifiqué a mi jefe. Habría cancelado de inmediato el acuerdo, pero yo confío en que esto es algo aislado y no volverá a pasar. Sin embargo, ese salvaje que tiene de socio... Realmente me aterra.
—De verdad mil disculpas. Ese enfermo de la cabeza estaba más drogado que la mierda. Ahora mismo voy a hablar con él, y voy a cambiar su habitación. Esta vez no va a tener forma de saber a donde se encuentra usted.
—Gracias. Eso me tranquiliza mucho, de verdad.
—Por favor, necesito que descanse. Según el médico, tuvo suerte de que el disparo no impactara una zona con arterias. Solo fue un roce. El vendaje será más que suficiente. Mañana es un día importante, y te necesito al cien.
Tras decir eso, se levantó y se retiró de la habitación.
Me habían llevado a un lugar especial del club, una especie de hospital, separado del zoológico.
Por supuesto que el daño había sido insignificante, no iba a dispararme en una arteria.
~•~
-POV Payaso-
—Payaso, sos un hijo de puta —me dijo, sentado y con las manos en la cabeza. Se lo veía angustiado.
Yo no entendí del todo lo que ocurría. Aún estaba algo adormecido.
—¿Qué hice ahora?
—Casi matás a la persona que nos va a hacer ganar diez millones de dólares a la semana dentro de tres meses. ¿Sos consciente del problema o no?
—¿Cómo no la iba a tratar de matar si me disparó?—le recriminé a mi jefe.
—Pero vos disparaste primero.
—¿Qué mierda decís? ¡Ella me disparó a través de la pared!
—Como vos digas, pero no te voy a dejar inhalar ni un solo gramo de cocaína más hasta que Paula se vaya de acá. Sos un peligro constante cuando estás drogado.
Esas fueron las palabras claves. La rabia se apoderó de mi. Me levanté de la cama, arrancándome el suero de golpe.
Me acerqué hasta estar frente a él.
Lo desafié con rabia en la mirada.
—¿Vas a creerle a una minita tarada en lugar de a tu socio de toda la vida?
Él se paró también. Estábamos a veinte centímetros de distancia.
—¿Estás seguro que me querés desafiar a mi? —dijo el Carso, ahora con una mirada seria y fulminante.
Me enfurecí, y quise empujarlo o acomodarle la mandíbula de una trompada, pero me iba a arrepentir de hacer semejante cosa.
—¡Entendé que me arrancó la oreja! ¡Esa puta de mierda me dejó sordo de un oído, eso no me lo devuelve nadie! ¡Tenés que tener algo de honor, mojón, vengá a tu amigo! ¡Hacela mierda a la soreta esa y mandá al Goloso a chuparse una pija! —exigí, enardecido.
El Carso ni siquiera cambió su expresión.
—Mejor acostate y dejá de quejarte. Agradecé que Paula no te puso el tiro en la frente.
Tras decir eso, simplemente se dio vuelta y se fue.
Hijo de re mil puta.
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Cortinas Negras
Action« Donde la desesperación, el dolor y el odio abundan, siempre habrá cortinas negras »