Si a Mackenzie le hubieran hecho elegir entre caminar sobre llamas o pasar el verano en casa de los amigos de sus padres obviamente elegiría la primera opción antes que convivir con el joven engreído y molesto de Sebastian.
Contextualicemos.
Hacía años que no lo veía, ni siquiera tenía una imagen mental de cómo luciría actualmente. De todas maneras, le daba igual, seguro seguía igual de molesto como de niño. Lo único que recordaba de él era que hizo su infancia un caos por completo, bueno, no toda la infancia sino los meses de vacaciones. Si habría un premio para la categoría berrinches, favoritismo o arrogancia definitivamente lo ganaría todas las veces. ¿Campeón mundial de F1? Se queda corto con lo anterior.
No entendía como hacía para tener a todos a sus pies aun haciendo desastres por cada lugar que pasara. Oh sí, lo hacía excusándose con que Kenzie fue la de la idea. Pues claro, la mayor debía cargar la culpa. Agh, de solo recordar eso la enojaba. ¿A quién se le ocurría jugar a la pelota dentro de una casa vidriada por completo? ¿A quién se le ocurría darle chocolate al perro? ¿A quién se le ocurría pintar con ropa nueva antes de una salida? ¿A quién se le ocurría robar el auto de sus padres y salir a dar vueltas? A Mackenzie.
A Sebastian le era fácil conseguir todo lo que quería luciendo tierno cuando eso no era para nada cierto. Era un lobo disfrazado de oveja. Mackenzie lo sabía porque conocía sus trucos de memoria y aquella cara de niño tierno no le compraba. Al resto sí, por supuesto, ¿quién se negaría al pequeño rubio con gafas gigantes que sonreía de la noche a la mañana con sus dientecitos chuecos?
Lo quería bastante alejado de ella y pasar esas semanas en la casa de verano era todo un desafío, pero ahora ya estaban grandes. Era un poco ridículo seguir con la pelea de niños. Además, Seb dejó de tirarle la coleta porque Kenzie cortó su cabello. Dejó de presumir sus poderosísimos dieces porque ya no estudiaba. Dejó de presentarla a sus amigos como trofeo de verano porque sería raro. Dejó de llamarla a la madrugada (por la diferencia de horario) solo para molestarla porque ya no tenían el número del otro. Dejó de perseguirla con su karting porque, bueno, ahora manejaba un auto de fórmula uno y eso no era lo suficientemente legal para continuarlo.
Sí, ese niño prodigio continúo con su éxito y llegó a la cima. No era de extrañar, era bueno en lo que hacía y sus admiradores se lo demostraban a diario. Él también lo demostraba con esos resultados en la pista que arrasaban al resto de la cuadrícula sin piedad. No todos se volvían campeones con un debut reciente.
Ignorar su presencia era difícil si estaba en todos lados. En la televisión, redes sociales, carteles en la calle, sus padres contando cada logro suyo... Era imposible.
No es que le tuviera envidia o resentimiento, pero ese chico hizo su vida complicada para no decir que tuvo miles de castigos injustos y duros por su causa. Pero ya había crecido y el pasado era eso, pasado. Ya no tenía esos sentimientos como antes, se habían apaciguado con el venir de los años, aunque eso no quería decir que no tuviera ganas de destrozarlo cada vez que veía su cara.
Ley de hielo, contacto cero, ghosting o como quieran llamarlo. Sebastian Vettel era insignificante.
Bueno lo era hasta recién que subió a su cuarto pisando fuerte porque le dijeron que preparase sus maletas que se iban en unas horas a pasar otro verano con la familia Vettel. No podía dejar de pensar en eso, en él. ¿Cómo estaría ahora? No solo de personalidad sino físicamente... No era ciega, pero una cosa es verlo en los trajes de F1 y otra en persona.
Solo había una solución.
Lo busco por Instagram.
Se sorprendió al ver que lo seguía. ¿Él lo hacía? Por supuesto que no, entornó sus ojos y comenzó a stalkearlo. Nada nuevo: fotos del grid, con sus compañeros, amigos, sus podios... Era aburrido, no había nada sobre Él.
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Crowned with glory [sebastian vettel]
FanfictionLuego de años sin verse, Mackenzie viaja a Alemania para pasar el verano junto a sus padres y la familia Vettel. Para su mala suerte el hijo de ellos, con quien nunca tuvo una buena relación, también estará allí y, para redoblar la mala suerte, el j...