La mañana de domingo transcurre normal. Las conversaciones en la mesa, sonidos de vasos llenos brindando y la carne en la parrilla llegando a su punto exacto.
Cuando la melodia de un folclore conocido comienza a sonar por la radio a lo lejos, te veo sentado en la esquina de la mesa apartandote de las conversaciones para cantar bajito como solías hacer. Observando a tu familia, mientras suaves estrofas salían de tu boca y siendo feliz. ¿Sabías que esa imagen a mi me hacía feliz también?
Como evitar sonreir cuando tu recuerdo me completa y a la vez vacia...
El viejito de las historias interminables, de los sabios mensajes y de los chistes de mala fama ya no estaba ahí. Pero seguía en cada reunion, en cada mesa y en cada risa.
Somos parte de lo que algun día soñaste tener. Lo que algun día te esmeraste tanto por armar de la manera más humilde y hogareña posible. Somos tu familia y por siempre existis en cada uno de nosotros, mi querido sabio y eterno abuelo.
