Nadie es perfecto, hasta que te enamoras
Al bajar sentí las olas del mar, eso significaba que el restaurante estaba en el mar. Pero pronto comprendí que no íbamos a un restaurante. Just me cogió en brazos, noté como le costaba andar, estábamos en la arena ¿dónde íbamos?
Antes de dejarme en la arena me quitó delicadamente los zapatos, los dejó en el suelo para luego dejarme a mí de pie. Se puso detrás de mí y lentamente me fue quitando el pañuelo de los ojos. Parpadeé varias veces para acostumbrarme a la luz, entonces fue cuando miré al frente y vi un precioso camino de farolillos que llevaban a una pequeña carpa iluminada por algunas antorchas y faroles, era precioso.
Me llevé las manos a la cara, dios, era la mejor sorpresa que me habían dado en mi vida, ¿lo había planeado todo él? Era todo tan perfecto. En ese momento se me llenaron los ojos de lágrimas por la felicidad, pocas veces había llorado de felicidad. Me sentía tan llena, tan bien, tan a gusto, tan completa con él a mi lado. Ver todo eso y saber que detrás de ello habían muchas horas de dedicación, me hacía sentirme aún más querida. Me giré hacia Justin tirándome a sus brazos, apoyé mi cabeza en su hombro y cerré los ojos disfrutando más que nunca de uno de sus abrazos.
- Te amo.- le dije en un suspiro.
- ¿Te gusta?- besó mi pelo con ternura.
- ¿Qué si me gusta?- me aparté para mirarlo a los ojos- es perfecto Justin, me encanta. Gracias.- lo besé.
- Te quiero.- me dijo abrazándome nuevamente.
- ¿Cómo te puedo agradecer todo esto?- le dije mientras me apartaba del abrazo para mirarlo a los ojos, él me secó las lágrimas que me caían.
- Disfrutando de esta noche conmigo.- me sonrió.
- No lo dudes.- lo besé efusivamente.
***
Estábamos acabando de cenar, la noche no podía haber ido mejor, puedo decir que esta sorpresa ha sido la mejor que me han dado en la vida. Estar así de bien con Justin es genial, lo mejor de todo es que aparte de estar juntos, gustarnos, atraernos físicamente y eso, es que somos dos mejores amigos. Sabe cuándo estoy bien y cuando estoy mal, cuando hablar o callar, cuando hacerme reír, sabe lo que me gusta al igual que yo sé todas esas cosas de él. Hasta hace poco me parecía imposible poder tener una relación así, pero ahora la tengo y no la cambiaría por nada del mundo.
Después de haber acabado de cenar, fuimos a dar un paseo por la orilla del mar, las estrellas brillaban con fuerza esa noche, el tiempo había cambiado radicalmente, ya no llovía. Y ya lo dicen, después de la tormenta viene la calma.
- No me voy a cansar de darte las gracias.- le di un apretón de manos.
- Y yo no me voy a cansar de decirte que no me las des, hago esto porque te quiero.- soltó mi mano para rodearme por la cintura- vamos a sentarnos.- me propuso.
- Estropearé el vestido.- y ya no era por lo bonito que era, sino por la persona que me lo había regalado.
- Es solo arena.- rio- ven.- dijo tirándome de la mano mientras se sentaba.
- Vale.- reí como una tonta y me senté entre sus piernas.
Nos quedamos en silencio unos minutos, me acariciaba los rizos del pelo mientras yo inspiraba su olor una y otra vez, era tan agradable. En ese momento, me dieron ganas de decirle todo lo que sentía, todo lo que me hacía sentir, tenía ganas de gritárselo a los cuatro vientos, pero esta vez se lo diría a él.