IV

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Con una cascada de lágrimas en sus ojos y el ceño muy fruncido de coraje, Mileidy llamó a su madre un par de veces sin recibir respuesta.
Tomó con pocas ganas sus maletas y caminó al departamento de Iván, su novio, o lo que ella espera.

Cansada de recorrer las calles por casi una hora llegó y tocó su timbre. El chico salió y al verla no lo pensó para volver a cerrar la puerta.

-¡Hijo de perra! - gruñó furiosa y luego golpeó con fuerza la puerta para seguir su camino.

°°

Después del largo baño y prepararse un buen banquete para desayunar, John salió del hotel a dar un paseo. Se detuvo en una cafetería y pidió un café, se sentó a ver las calles. Era algo impresionante como después de cinco años preso la vida parecía más alegre, menos monótona, o simplemente era que su costumbre de vivir libre había desaparecido. Tan irreal era sentirse alivianado sin aquellas esposas, o sin los rígidos barrotes de su celda que creía imaginar ángeles; pues frente a él, del otro lado de la acera caminaba una hermosa chica de cabello rojo,rojo,rojo, parecía agotada cargando unas maletas y John lo único que pensó fue:

"Ha caído desde hace días y seguro está pérdida, y probablemente en esas maletas carga su agonía,o la agonía de un pecador".

¿Qué tan mal debía encontrarse John como para pensar semejante tontería, o para no darse cuenta de que era Mileidy?

Después de terminarse su café salió de allí aún sin rumbo alguno. Creía que si caminaba todo el día sus pies se cansarían a tal punto de dejarlo paralítico y tener así una excusa para odiar su vida, pues en la cárcel se acostumbró tanto que lo extrañaba.
Sentía que no tenía un propósito para seguir viviendo, estaba arruinado completamente por la cosa tan asquerosa y denigrante que hizo hace años.

"Si vivo, viviré para que mi felicidad sea cumplida para el resto de mi vida. Pero en este punto lo único que me hace feliz es mi Mileidy, y no sé dónde está ella, por lo tanto, mi felicidad está ausente". pensaba.

Por otra parte, Mileidy se encontraba recostada en el sofá de Michael mientras el besaba su cuello, ella solo tenía una cara seria pues no sabía que hacer ahora, sin padres, sin trabajo, sin un buen futuro.

- Cariño, ¿Cómo has estado? - decía sin parar de besarla.

- Supongo que bien, idiota, estoy aquí mendigando un techo contigo. - dijo sarcástica.

- Eso me alegra, bebé.

-Oye... - lo apartó - ¿Te cuento algo?

Michael la miró desconforme pues lo único que quería era acostarse con ella, no hablar, de hecho, entre menos hablara sería mucho mejor.

- Sí, dime. - se resignó.

-Cuando iba en secundaria me enamoré de un profesor.

-¿Cómo si nadie lo hubiera hecho,Mileidy? - dijo directo. - A todos nos pasa.

- Sí, tal vez. Pero la diferencia aquí es que él me correspondió.

Las expresiones de Michael se hacían cada vez más oprimidas. La conversación le incomodaba tanto que su rostro lo hacía obvio.

- No entiendo.

- Sí. Estábamos enamorados.

-¿Tenías una relación con tú profesor? - preguntaba desconcertado.

- Así es. Pero tuvimos unos pequeños problemas, y hace años que no nos vemos.

- ¿A dónde va esta extraña conversación?

- Sé que tienes muchas ganas de acostarte conmigo - el chico asintió tantas veces lo dejara claro.

- Quiero que finjas que eres mi profesor, pero que no te importe cómo me sienta o que tan mal la pase, tú házmelo.

- Eso es sencillo, princesa.

Michael no tardó mucho en dejar en bragas a Mileidy. Cuando lo hacían la apretaba tan fuerte que sus manos se quedaron marcadoras en las caderas de la pelirroja, una que otra vez jaló su cabello, y sólo a él le excitó eso. Sus besos eran demasiado húmedos y a Mileidy le asustaba que de vez en cuando el reía.
Para nada parecía que tenía relaciones con John.

Esto no es un Juego de Seducción. IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora