Silencio, un silencio tan pacífico como aterrador permanecía en la mente del comandante, una canción sin melodía, y sin voz que la interpretara, le arrullaba al son del cesante viento, sintiendo como la nada, única habitante de su mente, le separaba de su conciencia. Sus ojos estaban abiertos, pero más sin embargo no veía más allá de las nubes que paseaban ante sus pupilas lentamente.
Ya nada tenía importancia, ni siquiera el temblor de la tierra alrededor de su cuerpo, ni como esa hermosa vista que le brindaba el firmamento azulado al permanecer en el suelo, se viese abruptamente opacada por la figura de un titán no mayor de dos metros y medio de altura. Cuya sonrisa más que parecerle aterradora le parecía totalmente efímera; justo como el mundo era para él en esos momentos.
Vio su final cada vez más próximo a medida que las fauces del titán se acercaban a él con frenesí, pero sin tener una insignificante pizca de voluntad solo cerró sus ojos esperando a que lo inevitable sucediera.
— ¡Comandante! ¡Comandante Erwin! ¿Se encuentra bien, señor? ¡Por favor! Por favor conteste... —le gritó un muy preocupado Armin al hombre rubio debajo suyo, quien por su lado, lo poco que visualizaba con su mirada entrecerrada era a la apenas visible delgada figura sobre él, que angustiada le acunaba su rostro entre sus manos, reposando su cabeza entre sus piernas dobladas para separarle del suelo.
Armin le daba frenéticamente pequeños golpes en forma de palmadas en sus mejillas en un intento ameno de hacerle recobrar la conciencia, y tras varios minutos sin desistir a ellos, fueron unas cuantas palabras las que revolcaron su corazón junto a un fugaz sentimiento de alegría.
— ¿Eres tú... —intentó articular sus palabras con dificultad, guardó silencio por un tiempo, necesitaba despejar su aturdida mente de todos y cada uno de los pensamientos que le confundían y le separaban de la realidad.— ¿Eres tú? —preguntó nuevamente, abriendo sus secos labios para respirar pausadamente a través de su boca.
— ¿Yo? —se preguntó anonado el de ojos azules, cuyas pupilas se iluminaron radiantes de esperanza al escuchar aquella pregunta repentina salir de su indispuesto comandante, esfumando de su mente la idea de la inminente muerte de su superior. —Y-yo soy Armin Arlet, soy un miembro de la tropa número 104 señor. Usted me conoce... Aunque no estoy seguro si me recuerda... Pero... ¡Eso ahora no es importante! ¿Está bi... —el de tez pálida se tensó al sentir unos brazos ajenos rodear su cuerpo por los hombros, y confundido terminó por corresponder dudosamente al abrazo repentino y sofocante que se le fue brindado de la nada—. Señor... ¿Qué fue lo que le pasó? —le preguntó aturdido sin esperar respuesta a sus cuestiones, mientras que cerrando sus ojos buscaba distraer su mente del momento íntimo arrebatado.
La forma en la que su mayor le acariciaba sus mejillas le pareció peculiarmente invasiva y angustiante. Tenía miedo, pero no lo demostraba, tal vez era la empatía la que le hacía querer reconfortarlo, cuidarlo y acunarlo en su canto hasta que se calmara y volviera a ser la misma persona valerosa y persistente que había conocido. Quería protegerlo, tanto tiempo como se le fuera posible, pero no sabía el porqué con exactitud, quizás era otra cosa aún más fuerte; algo desconocido que le oprimió el corazón hasta llorar, algo que le hizo apretar con sus dedos la gruesa espalda de su mayor para que sus cuerpos permanecieran aún más juntos de lo que estaban. El agarre no desistió, ni siquiera cuando su contraparte acunó su cabeza entre su cuello y sus hombros, inhalando sonoramente de las prendas ajenas esa dulce fragancia, de ese veneno que ahora su cuerpo carecía y que su instinto dominante le demandaba saciar.
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Lazos Rotos | Erumin | Ereri | Omegaverse
Romance¿Qué es más doloroso que perder a un ser cuya alma pudiste haber protegido de las garras de la muerte? ¿Será acaso la culpabilidad que ejerces sobre ti mismo por su fallecimiento y por la cuál te sientes un completo inútil? ¿Sentirte una nada en un...