Capítulo 23

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Una vez en Monmouth, Cristina corrió a los brazos de su hermano. Aaron la abrazó con todas sus fuerzas.

—he matado a dos guardias, casi a tres —expresó la niña llena de ilusión.

Estaba más que orgullosa de su hazaña.

—Muy bien, pero no vuelvas a hacerme esto. Estaba muy preocupado —dijo aliviado de verla sana y salva.

—Pero Lexi me necesitaba. Estaba en peligro.

—Cris, ya te dijimos que era un sueño.

—No, no lo fue. Volví a ver como el chico de ojos marrones le clavaba una espada —insistió la chica—. Fui a advertirle —trató de justificarse.

Aaron, Adam y Anya se miraron entre ellos preocupados. De nuevo esa visión. ¿Quién sería el asesino? Necesitaban averiguarlo y poner a Alexia a salvo, pero desde allí era complicado.

—Se acabó, voy a sacarla de ahí.

—¡No! —exclamó Anya.

—¿Pero qué te pasa?, ¿es que no te das cuenta de que está en peligro?

—El príncipe no va a dejar que le pase nada. Con él está a salvo —interrumpió la niña.

Esa frase hirió profundamente el orgullo de Adam. No quería que ese ser despreciable la cuidase mientras que él se tenía que quedar al margen.

—¿Por qué dices eso?, ¿qué has visto en Palacio? —preguntó Anya.

La pequeña se quedó en silencio. Había prometido a Lexi que no diría nada de lo que había visto en Palacio, pero no había dicho nada de lo que había visto en sus visiones. Eso sí que podía contarlo, ¿no?

—No, en Palacio no, pero he soñado con él.

—¿Cómo? —preguntó su hermano.

—Los he visto.

—¿Juntos? —preguntó Adam con un hilo de voz.

Cristina asintió. Había soñado innumerables veces con ellos dos, pero hasta que no había estado en Palacio no lo había reconocido. Siempre había pensado que no eran más que sueños. le extrañaba que siempre fuese el mismo joven, pero no le había dado demasiada importancia.

—¿Qué ocurría en esos sueños?

La atenta mirada de los tres comenzó a preocupar a la niña, quien comenzaba a sentirse angustiada. ¿Por qué a todos les interesaba tanto la relaciónd e Alexia con ese chico? Quizá no debía contar nada.

Se quedó en silencio.

—Cris —advirtió serio Aaron ante la negativa de su hermana a contar lo que sabía.

—Tengo sueño —respondió ella inocentemente llevándose la maco a boca y tapando un fingido bostezo.

—No me hagas repetirlo —insistió este molesto.

—Déjala dormir, ha sido un día duro —interrumpió Adam.

No estaba del todo seguro de si estaba preparado para escuchar lo que la niña tenía que contar.

Cristina sonrió, les dio un beso en la mejilla a cada uno y se fue a su cabaña.

—Es una niña, Aaron. No podemos presionarla tanto.

—Lo sé, pero no puede ser una niña. No en estos tiempos. Tengo que dejar de malcriarla. Tiene una misión, como todos. Y no puedo consentir este tipo de juegos —insistió él.

—Dale tiempo, para ella no tiene que ser fácil. Es un don complicado —dijo Anya empatizando con la pequeña.

Aaron suspiró y se giró hacia Adam.

—¿Qué has visto?, ¿cómo está la cosa?

—Muchos guardias. Con la realeza de Olaf en Palacio, el número de soldados se ha triplicado. Ha sido complicado entrar y salir sin montar un escándalo o dar la voz de alarma —reconoció.

—¿Y Lexi? —preguntó Anya.

—Bien, parece estar bien. Al menos por ahora, pero, Anya, no podemos dejarla sola ahí dentro.

—Lo sé, estoy pensando, pero no podemos sacarla.

—¡Joder, Anya! ¡Que es tu hermana!, ¡deja de ser la reina de hielo!

—¡Y tú comienza a pensar como el líder que se supone que eres y no como el adolescente obnubilado que solo piensa en su amor! 

—¡Anya! —advirtió este en un tono que hubiese aterrorizado a cualquiera, pero Anya no era cualquiera.

—¿¡Qué!? ¡Piensa un poco! ¿Qué crees que pasaría si mi hermana desaparece de Palacio de un día para otro? —Preguntó—. Pues que el tirano la buscaría por tierra y mar hasta dar con ella y arrasaría todo lo que se interpusiese en su camino —se autorespondió de manera evidente.

Adam sabía que su amiga tenía razón, pero aúna sí no podía dejarla ahí sola.

—¿Y entonces?

—¡No lo sé! Joder, Adam, es mi hermana. Es lo único que me queda en la vida. ¿En serio crees que no me preocupa?, ¿que no me destroza no saber de ella? —Conforme iba avanzando en la frase su voz iba perdiendo fuerza—. Pero hasta que llegue el momento para ella es más seguro vivir ahí que aquí.

Cada día sufrían ataques y bajas de seres queridos. Este no era lugar para Lexi.

—¿Y por qué no me infiltro yo y la cuido desde dentro? —interrumpió Aaron.

Ambos le miraron confusos.

—¿Tú? —preguntaron al unísono.

—Sí. Ella ha salvado a mi hermana. Y mi deber es protegeros y hacer que cumpláis la profecía. Así que, ¿por qué no?

—No me malinterpretes, pero no eres la persona más estable del mundo —respondió su amigo.

—Además, ¿cómo vas a entrar? —preguntó Anya.

—Buscan mozos para la caballeriza —respondió encogiéndose de hombros—. Sí Lexi convence a Lucas de que me de el puesto estaré dentro.

—Pero...

—Sí, lo sé. Será cuidarla desde la distancia y no me acercaré al tirano —respondió entre suspiros.

Anya se giró hacia Adam.

—¿De verdad lo vamos a hacer?

—Piensa que así podré entrar y salir de Palacio todos los días. Cuidaré de Alexia y os mantendré informados de todo lo que allí ocurra —Se giró hacia Alexia—. Además que podré entrenar a tu hermana y ayudarla con sus poderes. Así como introducir hierbas y demás para enseñarle a hacer pociones y tener alguna que otra preparada en caso de que sea necesario.

Esos últimos argumentos lograron convencerlos.

El reino del pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora