28. Del episodio 26 - El origen de Berkant

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Despacho de Berkant en Lucca

Los ojos de Özge se abrieron y lo primero que sintió fue una punzada de dolor detrás de ellos. Estaba desorientada. No recordaba gran cosa de la noche anterior después de que la visión la incapacitara. Fue a llevarse la mano a los ojos y sintió el peso de un brazo sobre su cintura. Giró la cabeza sobre el brazo del sofá y vio la de Aslan junto a su regazo. Sus cabellos dorados estaban revueltos, sabía los suaves que eran porque, en más de una ocasión, los había tenido entre sus dedos. También sabía el tacto que tenía esa barba sin afeitar y la calidez de esos labios llenos cuando besaba. Siempre lograba que se perdiera en sus ojos claros, unos ojos del color del cielo en verano. Por todo ello y algo más... Aslan se había convertido en su pesadilla particular.
Se removió en el sofá y el movimiento hizo despertar al león. Lo primero que vieron sus ojos al abrirse fueron los ojos oscuros como la noche de la chica.
-¿Te encuentras bien? -preguntó.
Özge asintió.
-¿Qué hora es? -preguntó también ella.
Aslan se enderezó y miró hacia el Patek Philippe de su muñeca.
-Son las ocho menos veinte de la mañana. No has dormido mucho.
El hombre llevó las manos a las mejillas de la joven y retiró un mechón de pelo que le caía por la frente. Al hacerlo, una suave caricia dejó su rastro sobre la mejilla derecha de ella. Özge se estremeció y Aslan dibujó una tenue sonrisa en sus labios.
-Estoy agotada. Pareciera que un camión me hubiera pasado por encima y me hubiera hecho puré sobre el asfalto.
No quería sentir lo que sentía cada vez que él la tocaba de aquella manera dulce y delicada, pero no pudo evitar mover su cabeza para sentir de nuevo otra caricia de aquellos dedos.
-¿Qué viste anoche? -dijo Aslan al tiempo que volvía a rozarla con una medio sonrisa que subía hasta su mirada; el gesto de ella no le había pasado desapercibido cuando su mano se deslizó de nuevo, esta vez por su cuello, y la acarició con la yema de sus dedos.
Özge se sonrojó hasta la raíz del pelo. Aslan soltó una carcajada.
-Fue una de ésas, ¿eh? ¿Quiénes fueron los protagonistas esta vez? ¿Me lo vas a decir?
Del rojo encendido, Özge pasó a un blanco fantasmal y la mirada de la chica buscó la del hombre. No hizo falta que pronunciara los nombres. Aslan sabía sumar dos más dos. Las dos únicas personas que podían hacer reaccionar a la chica de esa forma eran Ateş y... Şule.
-Así que... -comenzó diciendo Aslan.
Özge iba a decir algo cuando los ojos se le abrieron de par en par.
-¡Ay, mi padre! ¡Corre! ¡Se va a liar! ¿Cómo me he podido equivocar tanto con las dos hermanas?
En su prisa por incorporarse, le dio un codazo a Aslan en la cabeza.
El hombre gimió y se apartó de ella lo más rápido que pudo mientras veía cómo la joven giraba en la habitación sin rumbo fijo. Al ver que finalmente se dirigía hacia la puerta, salió disparado detrás de ella. El sonido de cristales rotos bajo sus pies atrajo por un instante su atención, pero, al ver que la chica se escapaba, corrió tras ella.
Salieron por la puerta trasera del local, la única en esos momentos operativa, y Özge atravesó la explanada hacia uno de los tres coches que había en esos momentos en el aparcamiento. Aslan tuvo que darse prisa para alcanzarla, la agarró por la cintura, se la echó al hombro y cambió de rumbo hacia su todoterreno. Ni en broma iba a dejar que ella condujera esa mañana.
-¡Suéltame, bruto! ¿Qué te crees que estás haciendo? -dijo mientras le aporreaba con las manos la ancha espalda.
-Si crees que, después de la noche que has pasado, te voy a dejar conducir es que estás más loca de lo que realmente creo que estás.
Abrió la puerta del copiloto de su coche y prácticamente la arrojó como un fardo sobre el asiento. No se esperó para nada el sopapo que la chica le dio sobre su oreja, pero en esos momentos no le dio tiempo ni a enfadarse. Sacudió la cabeza mientras cerraba de un portazo la puerta y casi saltó por encima del capó para llegar al otro lado del vehículo. Arrancó sin ponerse siquiera el cinturón y, mientras maniobraba para salir del aparcamiento, le preguntó a dónde iban.
La respuesta de la chica lo dejó noqueado, mucho más que el guantazo que había recibido segundos antes. Se llevó la mano al oído afectado y se frotó la oreja, tenía la sensación de no oír nada por el lado derecho, esperaba que no le hubiera hecho un daño irreparable.
Al intuir más que ver como Aslan se frotaba el pabellón auditivo, la chica comprendió que igual se había pasado un poco. Intentó disculparse, pero la respuesta de él fue acelerar y coger el desvío hacia la dirección que Özge le señaló.
-Podrías ponerte al menos el cinturón -dijo ella mientras hacia lo que a él le pedía y lo miraba de soslayo.
-Podría hacer muchas cosas en estos momentos -refunfuñó-, dale gracias a Dios que no se me ha ocurrido hacer lo primero que mis instintos me han pedido.
Aslan apretó los dientes, de buena gana golpearía algo, giró el volante de una manera un tanto brusca y cogió el desvío de su derecha.
-No vamos a llegar a tiempo, Ash.
La chica contuvo un gemido y Aslan aceleró. No sabía muy bien a qué no iban a llegar a tiempo, esperaba que no fuera a un incendio. Sería el tercero que sufriera la propiedad.

RECUERDOS (¿Spin-off? de Erkenci Kus)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora