Capítulo 9 | Elena Katina

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Agradezco estar sola en la regadera en este momento.

Por lo regular disfruto tomar un baño con la mujer con quien acabo de acostarme, pero hoy no.

El sexo con Anna fue demasiado… insatisfactorio.

De hecho, fue casi repulsivo, para ser franca.

No puedo creer que acabo de usar el adjetivo «repulsivo» para describir el sexo con una mujer como Anna.

Pero no puedo evitarlo.

Anna tiene un cuerpo increíble, firme y delgado, con curvas en los lugares
adecuados...

Una piel suave, cabello grueso y los ojos más grisáceos que he visto jamás.

Aun así, no me atrapó ni por un instante.

Definitivamente no me entusiasmaba
hacerle sexo oral, así que no tengo la más mínima idea de por qué lo hice.

Supongo que es la costumbre.

Quizá fue para convencerme de que estoy de vuelta a las andadas.

Tal vez creí que podría engañarme y terminar disfrutándolo si es que lo intentaba, como en la universidad.

Pero fue un pésimo error de juicio de mi parte.

Aunque no lo crean, tan pronto mi lengua tocó su vulva sentí una arcada de asco, como si hubiera probado leche rancia o algo así.

Pero Anna no pareció darse cuenta de que estuve a punto de vomitarle
encima.

En el instante en el que mi lengua tocó su clítoris, empezó a gemir sin parar y a hacer todo lo esperado, se retorció y rogó y aulló y suplicó, como si yo hubiera activado un botón mágico.

De hecho, se prendió tan rápido y con tanta intensidad que no pude evitar poner los ojos en blanco y separarme de ella.

Me quedé mirándola y me contuve de gritarle: «¿En serio, Anna.

Claro que no le dije nada, pues a fin de cuentas soy una dama, pero en ese
instante dejé de lamerla y la miré con cara de absoluta incredulidad.

¿Saben qué hizo tan pronto me detuve?

Gimoteó y me rogó que le metiera todo el jodido strapon, como si nunca antes hubiera estado así de excitada.

Fue casi hilarante.

Era obvio que agradezco estar sola en la regadera en este momento.

Era obvio que todavía no le había hecho nada, pero ahí estaba ella, siguiendo el guión de lo que describí en mi solicitud al pie de la letra.

No lo pude creer.

Sin embargo, es difícil resistirse a una mujer que te suplica que te la cojas, aunque sea una maldita mentirosa.

Así que eso hice, me la cogí, aunque no me enorgullezco de ello.

Tan pronto la penetré con el strapon, lo cual hice sin delicadeza alguna, para ser franca, lo único en lo que podía pensar era en terminar, en lugar de querer producirle algún tipo de placer.

Y ¿qué creen?

¡Sorpresa!

Tan pronto estuve dentro de ella, se
vino como un camión de volteo, o una manguera abierta o eso aparentó.

O, como diría Elena, presuntamente se vino como camión de cemento.

¿Saben qué pensaba yo durante su
presunto orgasmo?

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