Mayordomo.

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 “Sirviente, Wigetta Lemmon”. 

Samuel De Luque, un hombre adinerado, siempre elegante, guapo, y con una mirada que podía intimidar al menos asustadizo. Poseía un cuerpo de dioses, una espalda marcada y ancha, mientras que su toros, también marcado, permanecía plano marcado de abdominales. Y como todo hombre rico, y fortachón, viva en una mansión de 5 pisos, repleta de sirvientes, y casi cada noche hacia una fiesta en esta. 
El porqué  de tener toda esa pasta era que, bueno, traficaba drogas, pero esa es otra historia. Samuel, quien era demasiado estricto, tenía a sus sirvientes “favoritos” claramente, no era por el hecho de que limpiaban bien. Samuel era un pervertido sexual, una máquina del sexo, era una bestia en la cama, nadie podía negarlo. Una vez que se sentía excitado, nadie podía pararlo. 
Su favorito, era alguien con quien no había experimentado nunca una aventura sexual, el que nunca paso por sus sabanas, o por la ducha, o la mesa, o el armario o el… ok, creo que ya entienden. Samuel simplemente se dedica a observar como cumple “inocentemente” con su tarea de limpiar la casa, sin darse cuenta que con el hecho de voltear hacia un costado, hacia un movimiento de caderas que hacía que Samuel se estremeciera. Pero el momento que más le gustaba, era cuando tenía que buscar algo en uno de los cajones de las despensas de debajo de la cocina, o cuando sus cordones se desataban. En ese momento, este tenía una vista demasiado excitante hacia su trasero.
Las ganas no faltaba, pero simplemente, no podía, ansiaba tanto tener ese pálido y frágil cuerpo debajo suyo mientras este le penetrara sin parar, que el simple hecho de imaginarse eso, hacía que una erección creciera en su pantalón. 
Mientras que Guillermo, por su lado, era consciente de las miradas lujuriosas de su “jefe” o “amo” como otros, y otras le decían. Guillermo, no era que le disgustase, es más, creía que no existía tío en la tierra que este tan bueno como él. Pero Guillermo, al no haber pasado directamente de una mirada a la cama, pensaba que no le gustaba, que simplemente era un juego. Guillermo, trabajaba, al igual que la mayoría de sus compañeros y compañeras, a horario completo. Si, las 24h del día. Guillermo, no era alguien que tuviera muy activo en su vida sexual. Pero Samuel, tenía ese algo que lo volvía loco, sus manías de como ordenar las cosas, su humor, y su locura, claro, eso cuando no estaba siendo absorto del poder. 
Para los ojos de Samuel, Guillermo era un ángel que por casualidad había caído prisionero de su “prisión” sexual. Abiertamente, a Samuel le gustaban todos los sexos, este podría decirte las incontables veces que se acostó con alguien y aun de esa forma lo disfruto,  para alguien como él, no era difícil conseguir a un chico, o chica que cayera en sus “encantos”. 
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Era una mañana como cualquier cosa, Samuel despertó, y se dispuso a tomar un baño. Al salir, vio que eran las 9:30 a.m. hora de desayunar, así que con bata blanca bajo las escaleras, y fue hasta su cocina, donde una imagen un tanto erótica lo esperaba con su desayuno. Guillermo, estaba sentado sobre la lacena con las piernas abiertas, dejando a la vista una inimaginable vista llena de sensaciones. Guillermo, no se percató de ese detalle, como tampoco se percató que TODOS, incluyéndolo a él, estaban vestidos de maid. Un traje bastante erótico, que Samuel había dicho que usen, tanto hombres como mujeres lo usaban. Samuel no pudo sacar su vista de ese regalo entre las piernas que Guillermo tenía. Guillermo, quien comía sus cereales aun sentado, allí, ni cuenta se había dado de que Samuel básicamente lo estaba violando con la mirada. Pensamientos como empotrarlo contra la lacena cruzaban la sucia mente de Samuel. Guillermo, no tenía ni la menor idea de los pensamientos obscenos que pasaban por la mente de Samuel, si bien sabía que era un pervertido sexual nivel 100 no sabía que la posición en la que estaba lo excitaba de manera excesiva. 
Una vez terminado su cereal, bajo de la lacena, para tomar el bol en sus manos, y abrir el lavavajillas, al ponerlo allí, no flexiono las piernas, dejando una vista perfecta a su bien formado trasero. Listo, la cordura de Samuel se había ido a la mierda, ¿Cómo podía alguien sobrevivir con una escena así? Definitivamente lo estaba volviendo loco.
Samuel se levantó de su asiento con la taza en la mano, para entregársela a Guillermo cuando este deje de acomodar los platos en el lavavajillas. 
-¿Guillermo?- Pregunto Samuel intentado llamar la atención del menor.
-Lo siento amo, ahora lo atiendo.- Dijo mientras seguía acomodando los platos.
Al voltearse y pararse, se quedó a centímetros de la cara de Samuel. Las mejillas de Guillermo se sonrojaron al instante haciendo que este bajara la vista avergonzado.
-L-lo siento amo.- Dijo Guillermo.
-Guillermo, no tienes nada porque disculparte- dijo Samuel mientras tomaba con la mano libre el mentón de Guillermo haciendo que lo mirara. Guillermo tenía los ojos llenos de inocencia y pureza, mientras que los ojos de Samuel estaban llenos de lujuria, y deseo. Cuando la distancia se estaba disminuyendo, Samuel beso la frente de Guillermo, le dio la taza, y se fue a su habitación, dejando así a Guillermo sin palabras y con un sonrojo en sus mejillas que ni dios se lo quitaba.
Durante todo el día, ninguno de los dos volvió a cruzar miradas con el otro, hasta la noche, donde una brutal fiesta volvía a aparecer en la casa de Samuel. 
La borrachera que llevaba Samuel en ese entonces era increíble, tanto que hasta decía sus más oscuros secretos si quería. Samuel se encontraba borracho hablando con sus amigos, quienes también traficaban. Guillermo por su lado, aun vestía su traje de maid, como todos los demás “sirvientes” y “sirvientes” de Samuel, todos, también, repartían comida en bandeja, Guillermo se acercó al grupo de Samuel a ofrecer un poco de comida. Todos los amigos de Samuel, miraban a Guillermo de manera lujuriosa mientras este simplemente dejaba la comida sobre la mesa.
Samuel miraba con odio a todos sus amigos que simplemente miraban a Guillermo, y se mordían el labio inferior. Samuel iba a reclamar lo que era suyo, por lo tanto, tomo rápidamente de la cintura a Guillermo haciéndolo sobresaltarse, hasta que cayó sentado al sofá donde se encontraba Samuel. Todos sus amigos quienes estaban justo frente a ellos. Guillermo estaba nervioso, nunca le había pasado algo así. Samuel por su lado simplemente se dignó a decir.
- Amigos, él es Guillermo.- Dijo mientras los miraba a todos con odio, mientras ellos simplemente, se relamían los labios.- MI pareja.- Dijo.
Guillermo lo miro sorprendido, pues nunca habían siquiera rozado sus labios. Todos los amigos de Samuel lo miraron desilusionados, para luego hablar entre ellos. Samuel miraba a Guillermo, como si fuera la última vez que lo volvería a ver, Samuel seguía borracho, apenas era coherente de sus acciones, por lo tanto, tomo a Guillermo de la muñeca para pararse de allí, y llevarlo a otro lugar mientras Guillermo no tenía idea de que hacer.
Samuel se tambaleaba a causa del alcohol, lo cual preocupaba un poco a Guillermo, ya que pensaba que al subir las escaleras este se caería, pues lo estaba llevando a su habitación… <<Esperen… ¡¡¡¿ME ESTA LLEVANDO A SU HABITACION?!!!>> pensó Guillermo nervioso, no cabía duda de que quería esto, pero no pensó que sería así de repente.
Una vez en la habitación, Samuel cerró la puerta, mientras tiraba a Guillermo a su cama, el menor simplemente se quedó impactado ante tal acción, viendo cada movimiento del ebrio Samuel, quien se quitó la camisa, y se fue acercando a la cama. Guillermo, temblaba de nervios, y de miedo, cuando de repente, el mismo Samuel se desmayara al instante. Guillermo, no negaba estar asustado, pero tampoco negaba el estar excitado, ¡Estuvo a punto de tener relaciones con Samuel! ¡¡Con Samuel De Luque!!  Guillermo respiraba entrecortadamente, cuando una idea nada buena llego a su cabeza, pero ¡¿Qué estaba pensando?! No podía hacer eso, Guillermo siempre fue el “chico bueno” Se supone que debería levantarlo, y arroparlo en la cama, no hacer lo que estaba a punto de hacer. Entonces lo hiso, y espero a que Samuel despertara.

One-Shot Wigetta MayordomoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora