Capítulo 30: No puedo hacerlo.

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No puedo hacerlo.

Bella.

Ese mismo día me dieron de alta en el hospital, aún estaba en shock por la noticia. Edward no decía nada, y lo entendía perfectamente.

Condujo hasta mi casa, el trayecto fue en silencio y eso comenzó a incomodarme algo.

—Necesito que me hables— le pedí mirándolo, él no apartó la mirada de la calle, apagando el motor.

—No sé que decir— mantuvo la mirada perdida, cubrí mi rostro con las manos, no quería esto... no sabía que hacer.

— ¿Qué vamos a hacer?— pregunté apartando las manos de mi rostro, él se encogió de hombros recargándose en el respaldo del asiento.

—No tengo idea, Bella— se giró a verme, cerré mis ojos tratando de buscar alguna posibilidad, tenía que seguir trabajando, quería otras cosas... no esto, yo no quería esto.

—Yo no quiero esto, no sé qué es lo que tengo que hacer... ni si seré una buena madre— me iba a volver loca, Edward suspiró saliendo del auto y abriendo la puerta para que yo saliera.

Subimos hasta mi piso, entrando al departamento, nos sentamos en el sofá, el silencio nos invadió.

— ¡No sé que voy a hacer!— restregué las manos en mi rostro.

—Lo tendrás, yo te ayudaré con los gastos— musitó, lo miré con el ceño fruncido. Él no podía decidir sobre mí.

— ¿Y tú desaparecerás?— pregunté atónita, él suspiró pellizcando el puente de su nariz.

—No sé que haré... no sé.

— ¡Edward, este también es tu hijo!— no podía creer lo que él me decía, me miró asintiendo con la cabeza.

—Claro que es mío, estoy seguro que así es, así que lo tendrás— se levantó del sofá, caminando hasta la puerta, lo detuve.

— ¿Ya lo decidiste?— solté una carcajada, si que estaba loco.

—Sí, es también mi hijo... y tengo derecho de opinar acerca— musitó, negué con la cabeza.

—No estás opinando, estás tomando una decisión sin siquiera tomarme en cuenta— dije algo irritada, cerró la puerta del departamento.

— ¿Qué es lo que quieres hacer, Bella?— arqueó una de sus cejas, suspiré mirando hacia el piso, no tenía idea.

—No sé, tengo que pensarlo bien— negué repetidas veces con la cabeza.

—Tienes este día para pensarlo, yo ya te di mi opinión, debes de tenerlo— abrió la puerta, yéndose. Restregué las manos en mi rostro, estaba muerta.

.

.

.

Edward.

Llegue a casa, estaba confundido, nervioso... pero sabía que ella debía de tenerlo, me haría cargo de el bebé.

— ¿Todo en orden? Pareces pensativo— preguntó Alfred sentándose en la mesa, dejé el tenedor a un lado, suspirando.

—Bella está embarazada— enfoqué mi mirada en él, sus ojos se abrieron como platos, y una sonrisa apareció después.

— ¿Cómo se encuentra ella?— cuestionó frunciendo su ceño, bebí un poco de agua, tenía algo de miedo de que ella hiciera algo contra el bebé, no se veía para nada convencida de eso... y lo entendía, era algo que no esperábamos para nada.

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