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- ¿No tienes hambre? –preguntó el señor Faith.

Tom negó con la cabeza.

-entonces, ¿Por qué malgastas el dinero, pidiendo esa tortilla? –dijo el señor Faith, arrugando su pequeña boca con gesto de desaprobación-. Si fueses hijo mío, haría que te la comieras.

Tom se estremeció, compadeciendo a quien tuviese por padre al señor Faith. Miro por la ventanilla y vio que la locomotora reducía la velocidad a medida que se aproximaba a un túnel. Temeroso de que aquel hombre le hiciese algo mientras el tren estaba en el túnel, echo su silla un poco había atrás, dispuesto a echar a correr si fuese necesario.

- ¡Otro túnel, no! –dijo el señor Faith cuando el tren entro en la oscuridad y se encendieron las luces del vagón-restaurante--. Esto es insoportable.

El tren continúo reduciendo la velocidad, lo que aumento el nerviosismo de Tom. Durante un momento horrible pensó que, a lo mejor, también el conductor era cómplice; pero reconoció que aquello era una tontería. Sin embargo, respiró aliviado al salir a la luz del sol.

-Tomate la tortilla antes de que se te enfríe –dijo el señor Faith -. No puedes desperdiciarla.

Tom se sintió atrapado. No podía comerse la tortilla envenenada, pero tampoco debía levantar las sospechas de aquel hombre. Cogió con lentitud el cuchillo y el tenedor, los dejo de nuevo y cogió el vaso de agua.

- ¿No conoce ningún chiste? –dijo, esperando desviar la atención de aquel hombre de la tortilla.

-El servicio de ferrocarriles ya es un chiste –dijo el señor Faith, mirando por la ventanilla justo en el momento en que el tren entraba en otro túnel. Cuando se encendieron las luces, levantó la mano y llamó con los dedos.

-Venga aquí, por favor –dijo llamando a alguien.

Tom se volvió y diviso a un mozo que iba a sentarse a comer a la mesa destinada a los empleados. Atendiendo la llamada del señor Faith, se acercó.

- ¿Qué desea, señor? –dijo.

- ¿Por qué va tan despacio el tren?

-Están efectuando unas reparaciones en los túneles, señor, y hay peligro de desprendimiento de rocas.

- ¡Que fastidio! –el señor Faith retiro el puno de la camisa y golpeo ligeramente el cristal de su reloj-. No retrasamos primero con ese condenado asesinato, y ahora más retraso. ¡tengo que estar en Vancouver lo más pronto posible!

-Sí, señor –dijo el mozo, llevándose una mano a la gorra -. Pues nada, le diré al conductor que pedalee más fuerte.

- ¡Vaya descaro! –dijo el señor Faith al mozo, enrojeciendo-. ¡Puedo hacer que lo despidan!

-Sí, señor. ¿Puedo almorzar, mientras tanto?

El señor Faith miro al mozo mientras se retiraba, y luego al plato Tom.

-Ya veo que se ha comido la tortilla.

-Si. Estaba exquisita.

-Eso está mejor –dijo el señor Faith, con el rostro algo más relajado-. Como nunca ha tenido mucho dinero, me molesta que de desperdicie algo.

A Tom se le estaban quemando las piernas. Echo un vistazo hacia abajo, a la tortilla que tenía en las piernas, sobre una servilleta, donde la había puesto durante la discusión del señor Faith con el mozo. Sin apartar la vista de aquel hombre, envolvió la tortilla con la servilleta de lino y la dejó caer al suelo.

Asesinato En El Canadian ExpressDonde viven las historias. Descúbrelo ahora