Jeff observa con impotencia cómo la patrulla se aleja. Unos minutos más tarde, el padre de Jeff se detiene en el camino de entrada, examina rápidamente la cara de Jeff y sabe que algo anda mal.
"¿Qué sucede?"
Jeff no puede responder. Sus cuerdas vocales están tensas por el llanto. En cambio, la madre de Jeff lleva a su padre a una habitación aparte. Jeff llora sin descanso. Tras una hora de pensamientos extraviados y deseos fallecidos, vuelve a entrar a la casa. Sus padres están tristes y decepcionados.
Él solo quiere a dormir, en la esperanza de que el sueño le haga olvidar sus males. Pasaron varios días, sin noticias sobre Liu. No hay amigos para distraerse, nada más que tristeza y culpabilidad; por lo menos, hasta el sábado, día en que Jeff se despertó y vio a su madre jovial y risueña.
"Jeff, hoy es el día", saluda mientras abre las cortinas y la luz alumbra el cuarto de Jeff.
"¿Qué, qué día es hoy?", pregunta Jeff semidormido.
"Hoy es el cumpleaños de Billy", le responde su madre.
Jeff se despierta rápidamente.
"Mamá, debes estar bromeando, ¿verdad? Cómo puedes esperar que vaya a una fiesta después de...”
Hay una larga pausa.