CAPITULO 3: SIN PERTENENCIA

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Para ser algo joven, Tom Riddle era sumamente independiente, o eso es lo que pensaba la persona que perfectamente podía ser la única persona en el viejo orfanato que no odiaba del todo al muchacho. Más bien le gustaba observarlo de vez en cuando, como devoraba cada pedazo de papel con algún conocimiento plasmado en él, o la manera tan pausada y segura de caminar, o esa mínima expresión de júbilo al ver como la demás gente le aterrorizaba su mera presencia.

Esa mañana, como siempre, Mary estaba cocinando el desayuno para los internos cuando el chico Riddle apareció tras la puerta luego de haber llamado. Se había vestido con la ropa más elegante que tenía, que no era mucha: una camisa ya casi amarillenta por falta de lavadas blanqueadoras y un pantalón con el dobladillo estirado para que durara unos años más, el pelo hacia atrás con la gomina que probablemente había robado a Lancey, el limpiador que venía cada vez que tenían algo de dinero extra.

-Señora Wifred, la estaba buscando. -dijo nada más entrar- Necesito que me de permiso para viajar hoy a Londres. -sus ojos expectantes miraron a la empleada con un falso sentimiento de amistad- Tengo planeado salir nada más acabarme el desayuno y volver a la hora de la cena.

-Lo siento Tom, sabes que me gustaría ayudarte, pero las normar dicen claramente que solo la gerente puede autorizar esa clase de salidas.

-Lo comprendo señora Wifred, pero ahora mismo está durmiendo y me sentaría fatal tenerla que levantar tan temprano solo por dar un simple permiso, si usted me entiende. Además, usted es mucho más sensata que ella, se ve a la legua que sabe tomar buenas decisiones.- explicó con voz pausada el chico, dándole una sensación de calma.

"Es bueno el muchacho" pensó Mary  "sabe jugar bien sus cartas".- Lo comprendo Riddle, -le dedicó una sornisa afable al muchacho- te doy mi permiso, puedes ir a Londres. -una mueca triunfal se expandió por la bella cara del joven- Pero solo si me prometes que volverás a tiempo para cenar.

La expresión de Tom cambió drásticamente, la mínima emoción mostrada por el logro de su cometido desapareció por completo en un abrir y cerrar de ojos debido a aquel comentario.

-No te preocupes, te doy mi palabra muggle -su tono de voz mostraba un ligero desprecio, que Mary no llegó a captar.

Ya se daba la vuelta con una bandeja repleta de comida en la mano para terminársela rápido y poder coger el primer tren, cuando oyó la voz débil de la señora Wifred a sus espaldas: "Es Mary querido, no muggle". El chico se paró de repente y permaneció así unos cuantos segundos, sin decir nada.

-Tiene razón, no volverá a pasar -una vez acabada la oración, siguió andando con un caminar, advirtió Mary, más brusco del que acostumbraba ver todos los días.

Unas horas más tarde Tom ya se encontraba en Londres e iba por la calle escudriñando cada rincón para no perder detalle de la ciudad, cuando por fin llegó al destino que Dumbledore le había descrito con delicada precisión. Sin embargo, no comprendía como un barucho como el que se alzaba delante de él, con el letrero medio podrido, que ponía: Caldero Chorreante, podría ser el callejón más famoso del mundo mágico.

-¿Tom Riddle?- se giró de inmediato quedando cara a cara con la persona que le había reconocido.- Ah, ya veo, tenías demasiado orgullo para que Dumbledore te acompañara y has venido a parar tu solo al callejón Diagon.

Solo una persona podría lanzar tal acusación acompañada de una ración de risitas. Se quedó mirando fijamente a aquellos ojos verde esmeralda, los cuales no habían podido abandonar su mente desde que los vio por primera vez. La muchacha o Elanor, como ella misma se había presentado antes del incidente del tatuaje, estaba de pié a pocos metros de distancia, pero esta vez con el pelo recogido en una bonita coleta de caballo. "Tiene mejor aspecto" reconoció Tom. Era cierto, pues vestía con una túnica oscura que hacía resaltar su piel pálida y su pelo rubio.

Te amaría si pudiera /Tom Riddle/Donde viven las historias. Descúbrelo ahora