Capítulo 28

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El sol iluminaba el dormido rostro de Ligia que se revolvía en la nueva cama, extraña por el espacio libre a su lado, Ubbe no había vuelto con ella tras la cena. Un suave suspiro salió de sus labios, abriendo poco a poco los ojos y observando a su alrededor.

-Murgen... - Murmuró mientras se sentaba en el borde de la cama, observando el cuenco que descansaba en la mesa. Tomando todas las fuerzas posibles caminó hasta la mesa, tragando de una aquella masa de algas.

El sol estaba bastante alto, había dormido más de la cuenta. Buscó uno de los vestidos en el baúl, vistiéndose rápidamente y acomodando el pelo en un recogido simple, había perdido casi media mañana durmiendo, debía aprovechar lo que quedaba de día. Algunas de sus guerreras seguían en aquel pequeño poblado, otras en la playa entrenando. Ligia se acercó a Idía, que junto a Ondina vigilaba a las princesas y a Dahud mientras atendían a Atargatis.

-Idía – La joven giró su rostro mientras sonreía a modo de saludo. – Necesito que te encargues de algo.

-Claro. – Respondió mientras se levantaba.

-Espero... Visitas... De momento no puedo comentaros nada, pero pronto os informaré. – Ligia movió las manos con suavidad restándole importancia. – Necesito que te encargues de que haya disponibles capas cerca de la playa. Si se acaban reponlas, si se manchan límpialas, puedes disponer de las guerreras o sirvientas que necesites, pero solo mujeres de nuestro reino. – Ligia se acercó despacio a la joven. – Y recuerda, nuestras sirvientas son libres, no son esclavas...

-Lo sé mi reina...

-Tranquila, no lo digo por ti... Pero aquí hay personas que no entienden la diferencia. Dadles la protección que necesiten, han venido muchas en este viaje...

-Por supuesto mi reina, puede confiar en mí.

-Tranquila, yo cuido a Dahud - Ondina respondió a la pregunta no planteada de Idía, quien se marchó rumbo a la playa. – Lorelei me pidió que te avisase, no quería despertarte, debes descansar - Ligia iba a interrumpirla, pero Ondina se lo impidió. – Me pidió que te dijera que ella junto a Murgen y las demás armeras te esperaran para decidir la organización de las guerreras para la defensa de Kattegat.

-Y yo pensando que Murgen me vigilaba... De haberlo sabido lo habría tirado... No soporto ese mejunje de algas... - Unas suaves risas salieron de los labios de Ondina.

-No me mientas, no lo habrías tirado, sabes que debes tomarlo...

-Sí... Sí... Mejor me voy antes de que sigas leyendo mi mente...

-Vale... - Hablaba mientras reía. – Pero no vayas sola, lleva a un par de guerreras al menos... - Ligia puso los ojos en blanco. – Es un largo camino, solo por precaución...

-De acuerdo... - Ligia se encaminó a la playa, algunas guerreras luchaban en la arena, otras descansaban sentadas en unos troncos. Ligia reconoció a aquella joven, la misma que luchó en York. Era difícil olvidarla, pues su pelo, al igual que su piel, era oscuro como la noche, a excepción de un mechón que surgía de su frente, un mechón tan blanco como la nieve, pero igual de rizado que el resto de su cabello, el cual esa mañana llevaba recogido en un moño. – Metis. – La joven se levantó nada más vio a Ligia frente a ella. – Me acompañarás a Kattegat.

-Será todo un honor protegerla mi reina.

-También deseo acompañarla... - Otra joven se había alzado, pero su voz se apagaba poco a poco por los nervios. – Si... Si me lo permite...

-¿Cuál es tu nombre? – Ligia observaba a la joven, tenía rasgos similares a Metis, pero la su piel tenía un tono más dorado, al igual que su cabello, los mismos rizos, pero dos tonos más claros.

The soul of the seaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora