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- Vamos Jughead - Me dice Betty.

Nos levantamos hace menos de quince minutos pero ya estamos corriendo por la ciudad. Entre todas las cosas que esperaba del viaje está fue la única que no se me pasó por la cabeza.

Entramos a una cafetería que según yo va a seguir abierta por al menos otras diez horas.

- ¿Que hacemos acá tan temprano? - Le pregunté malhumorado.

- Desayunar.

- Te quiero, también quiero a la comida, y mucho. Pero quiero volver a la cama.

- Verás que lo vale. Este lugar es increíble.

- ¿Y acaso no abren mañana?

Ella ignoro mi pregunta y se fue a pedir, yo me recosté sobre la mesa con los brazos cruzados como almohada. Al sentir que volvía puse mi cabeza de forma que pudiera verlo.

- Tu pagas - Le dije.

- Es injusto. - Reclamo.

- Injusto es que te tengan despierto hasta las tres de la mañana y luego te saquen de la cama a las siete.

- No te vas a arrepentir de seguirme - Dice convencida.

- ¿En este lugar no hacen domicilios?

- Jug - Le regaño - Venir al lugar hace parte de la experiencia completa. Así puedes disfrutar mejor de la comida.

- Me estás creando unas expectativas muy altas. Y si este lugar no las cumple me las pagarás.

La comida llego y la mes se llenó por completo. Deje mis quejas para más tarde y me atasque a comer. Ella tenía razón, era una pastelería muy buena, era increible. Todo estaba delicioso, era la mejor pastelería a la que habia ido. Pero aún no sabía si se lo diría a Betty.

- ¿Que tal estuvo? - Me pregunto con una sonrisa.

Solté un suspiro y me encogí de hombros

- No mientas, mirabas esos pasteles con tanto amor que me daban celos.

No pude evitar soltar una carcajada que llamo la atención de todo el lugar. Betty se dio cuenta en los e dijo y agachó la cabeza evidentemente avergonzada mientras terminaba su café

- No digas nada. - Dijo y se levantó para pagar.

Salí de la cafetería y la espere en la acera del frente. Las calles estaban levemente iluminadas y se veía muy bien. Saque mi cámara, aquí podría tomar muy buenas fotos. Betty salió por la otra puerta y yo aproveche para tomarle una fotos mientras se acercaba.

- ¿Ahora que hacemos?

- Daremos un paseo antes de ir a una librería.

Caminamos sin prisa por las concurridas calles, y hablamos como nunca lo habíamos hecho, al menos no en persona. Llegamos. La librería y solo había un señor dentro, el letrero en la puerta todavía indicaba que el lugar estaba cerrado pero Betty entro sin notarlo.

- ¿Buenos días? - Pregunto.

Un hombre salió detrás del mostrador y se acercó con una sonrisa.

- Betty, ¿Que te trae por aquí?

- Andábamos cerca y quise entrar a saludarlo.

- Que bueno, Jack va a estar muy feliz de verte.

¿Jack?¿Quien es ese?¿Y porque le alegrará verla? De pronto Betty cambio su cara de alegría por una más cautelosa y disimuladamente empezó a buscarlo.

-¿Está aquí?

-No, ya casi no viene. Pero le contaré que viniste.

- gracias. Él es Jughead...

Note como quería decir algo más pero nada salió de su boca.

- Soy Daniel, el dueño de la librería.

- Un gusto - Saludo.

- Tengo qu preparar unas cosas aquí antes de abrir. Si ven algo que les guste me avisan.

La librería tenía el tipico estilo que se ven en las películas, los libros gastados pero muy bien conservados estaban en estantes que llenaban las paredes y creaban pasillos, desde novedades hasta clásicos. Pero un estante llamo especialmente mi atención.a diferencia de los demás este era más grande y no tenía libros, tenía máquinas de escribir.

Y justo en el centro vi la que Betty me había regalado. Nunca había visto otra igual.

- Es una buena maquina. Pregúntale a Betty - Me dijo el señor.

Yo solo asentí concentrado en el estante. Así que Betty había conseguido aquí la máquina. Desde ese día me sentí en deuda con ella, voy a compensar su regalo con uno aún mejor.

Después de un rato paseando por el lugar, el cual era bastante amplio, perdí de vista a Betty. Subí las escaleras al segundo piso para buscarla y la encontré con unos libros en la mano.

- Parece que alguien ya escogió lo que quiere.

- Tu igual - Dijo señalando el libro bajo mi brazo.

Me acerqué a ella y vi los títulos que escogió.

- Vamos, te los voy a comprar.

- No es necesario - Dijo tratando de agarrarlos.

- Claro que sí, consideralo... Un regalo de bodas.

Ella se mordió el labio y su rostro enrojeció, claramente ninguno de nosotros estaba acostumbrado a usar este termino, o ninguno otro que hiciera ilusión a la boda. Y para mí eso era un beneficio pues cada vez que lo mencionaba ella accedía para no tener que tratarlo.

- No me debe ningún regalo de bodas - Objeto.

- Te debo mucho más.

Obligados Al Amor(Actualizando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora