Ha pasado una semana desde que recibí aquella paliza. Una semana en la que volvía a respirar sin sentir que cada músculo de mi pecho se contraía, lastimaba o desgarraba. Las heridas de mi cuerpo habían desaparecido en su mayoría. Quedaban algunos pequeños moratones, pero casi no los sentía. Estuve cuatro días sin salir de la habitación, no podía, era como si el mundo me tuviese alergia y yo a él. Pero sé que aquel encarcelamiento que yo misma me había generado, hubiera ido a peor y hubiera durado más de no ser por Castiel.
Él estuvo conmigo todos y cada uno de los días. En ciertas ocasiones fue bastante divertido ya que cuando mi madre venía a hacerme una visita, claramente sin avisar antes, él se tenía que esconder bajo la cama, en el ropero o en el baño todo el tiempo que estaba con ella. Todavía puedo recordar sus ojos mirándome por las rendijas del armario, puedo percibir su cínica y burlona sonrisa.
Y sobre la noche en la que me dieron el alta... lo que pasó quedó ahí y en nuestros pensamientos los siguientes días. El tema nunca salía en una conversación, pero si visualmente cuando intercambiábamos miradas cómplices.
Me tenía atrapada. No iba a negarlo más, no valía la pena. Al fin y al cabo, las mentiras tenían las patas cortas.
Empecé a hablar con los demás, pero aun no salía demasiado, al menos no de la playa para afuera. El miedo de volver a encontrarme con María, a pesar de que Castiel me había repetido una y otra que vez que eso era imposible, siempre permanecía dentro de mí, resguardado en un rincón en mi pecho.
—¿Cómo reaccionaste el día que te enteraste del fallecimiento de tu padre? —me preguntó el doctor James, frente a mí, sentado en su escrito con sus libretas y su típica mirada inquisitiva por encima de sus gafas.
Hoy era el día que tanto había estado evitando.
James llevaba unas semanas avisándome, para que me preparara, de que este tema tarde o temprano tendría que salir a relucir en una de nuestras sesiones. Y lo entendía, al fin de cuentas este era el motivo principal, o eso creía, de mis sesiones.
Jugué con mis dedos bajo la mesa, acariciando con estos la piel desnuda que sobresalía de mis piernas, llevaba un pantalón corto. Tomé una inspiración profunda, haciendo las respiraciones que tanto me habían aconsejado utilizar en momentos de estrés, en momentos en los que mi mente colisionaba.
—Me volví completamente loca —contesté con un nudo apretado en la garganta, carraspeé y cerré los ojos con fuerza, dejando salir el aire por mis fosas nasales—. Perdí totalmente el juicio. —Mi voz sonaba muy débil y ahogada, como si me doliese en el alma articular una palabra con respecto a este tema. Realmente lo hacía.
El doctor asintió, estudiándome con la mirada, agarró el bolígrafo que estaba sobre la mesa y escribió algo en su cuaderno. Después volvió a clavar su mirada en mí, solo que esta vez se quedó con el bolígrafo entre sus dedos, como si estuviese preparado para escribir un libro entero en menos de diez minutos.
—¿Qué hiciste? —preguntó con interés, pero sin perder aquel tono profesional que siempre mantenía, a pesar de habernos visto bastantes veces.
—Salí de casa y comencé a correr de un lado a otro, aunque en el fondo no sabía a donde ir —comenté lentamente, sintiendo como mis pensamientos viajaba a aquel día, a pesar de poner resistencia para dejar la mente en blanco.
La vergüenza, la soledad, la tristeza, la rabia, la ira incontrolable. Todas esas emociones se arremolinaron dentro de mi aquel día e inconscientemente comencé a sentirlas estando sentada en la silla de la consulta, como si estuviera repitiendo otra vez el mismo día.
—La crisis existencial es muy común en estos casos y si se añade la depresión que llevabas manteniendo en silencio meses atrás... Son emociones muy fuertes y no todo el mundo es capaz de sobrellevarlas, eso es lo que pasó contigo, no supiste sobrellevarlo y eso te hizo comenzar a correr sin destino, simplemente estabas huyendo —explicó mirándome, lo escuché atentamente.
ESTÁS LEYENDO
Un perfecto verano © (Completa, en edición)
Teen Fiction¡AVISO! - YA PODÉIS VER EL BOOKTRAILER EN EL PRÓLOGO. Cuando me dieron la noticia de pasar un verano en el hotel de playa más lujoso de todo el país, lo único que se me pasó por la cabeza fue... Divertirme como hacía mucho que no lo hacía. Viajaría...