Tres Arlequines

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Tres ARLEQUINES

A mi abuela y a mi amigo Juan, amante como yo, de la palabra escrita.

Me levanté del sofá como pude y descorrí la fina cortina con la yema de los dedos. El ruido era ensordecedor y, abajo, el carnaval celebraba su segundo día consecutivo en las calles. Mi piso estaba en la primera planta y, por lo tanto, yo llevaba dos días sin poder descansar, ni de noche ni de día. La culpa era, sin duda alguna, de esa marea de colores y sonidos entremezclados, en las que cada ciudadano se sentía con la obligación de hacerse notar más que su vecino. Tras echar un vistazo efímero, volví a correr la tela y me tiré de nuevo a ver la televisión. No es que a esa hora, las diez de la noche, (ni a ninguna otra), la pantalla ofreciera mucho a un estudiante de fotografía de veintiséis años, pero me servía para evadirme del universo de locura que se paseaba por las calles a tan sólo tres metros bajo mis pies. A decir verdad, mis horas de encierro voluntario en casa se debían también, en gran parte, a una discusión con María, mi novia desde hace seis años. No era nuestra primera discusión, pero sí la más grave, y como en estos encontronazos el orgullo manda, el resultado es que llevábamos dos días cada uno en su casa y el carnaval molestando en la de los dos. Por cierto, mi nombre es Mario.

Enfurecido por tanto programa basura, opté por la cuarta cerveza y me encendí el enésimo porro. Cuando terminé con ambos, me sentí en la necesidad de acabar con mi arresto domiciliario y salí por la puerta con mi cámara en la mochila; no aguantaba más el carnaval como sonido de fondo y decidí tomar algo de aire fresco. El salón se me antojaba cada vez más angosto y, no voy a negar que, además, me apetecía hablar con María. La situación pasaba ya de castaño oscuro y uno de los dos debía comerse su orgullo y pedir perdón. Decidí que por una vez, ése debía ser yo.

María es tres años más joven y vive con sus padres a sólo cinco calles así que siempre paso a recogerla paseando. Estudia segundo de Filología Francesa en la Universidad y se pasa la vida leyendo. Puedo decir que nos complementamos bastante bien y que admiro de ella su constante buen humor. Aún así, la duda me acompañaba en el corto camino desde mi casa a la suya porque no sabía cuál iba a ser su reacción tras la pelea. En varias ocasiones me abordó la idea de pasear sólo y captar algunas instantáneas del carnaval para mi colección fotográfica, sin embargo, me arriesgué y toqué en su portero electrónico. A los pocos segundos contestaron.

−¿Quién es?

−Soy Mario− Dije un tanto inseguro. –María, he pensado que ya es hora de olvidar lo del otro día. Ya sabes, quizás llevemos parte de razón ambos… ¿por qué no me acompañas a dar un paseo por el carnaval?−casi le supliqué. Aunque pueda parecer mentira en ese momento el corazón ya había cambiado su ritmo habitual, esperando una respuesta que se hizo esperar.

−Pues… Mario, la verdad es que ya estoy en pijama y sabes que hoy ponen mi serie favorita, así que ya mejor nos vemos mañana, ¿no te parece? −me respondió con gran desgana.

−Vamos, sabes que mañana al mediodía te vas con tus padres de fin de semana­−. Apoyé mi antebrazo contra la pared y agaché el cuello, la mezcla que había consumido en casa no me ayudaba en todo esto.−Sólo será un rato…

María suspiró.

−Estoy en pijama y muy cansada pero te prometo que mañana te haré una visita antes de irme ¿ok? −dijo con desdén por el dispositivo electrónico.

Su excusa me hirió bastante porque sonó simplemente a eso, a excusa. Intenté traducir mis pensamientos en palabras y lo máximo que conseguí reproducir fue un sonido sordo antes de que mi orgullo me amordazara, así que me alejé del portero y me dejé llevar calle abajo por la brisa de febrero. Me imaginé siendo un pez deslizándose por el río para desembocar en el mar. Sabía que esa cuesta me guiaba directamente a la festividad que había estado obviando, pero en ese instante, la calle me podría haber enviado al mismísimo infierno y yo no habría hecho nada por remediarlo. Por mi mente rondaba la frase: “Si no puedes con tu enemigo únete a él”, y así lo hice.

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