Llegué en tren a la Ciudad de Liverpool, e inmediatamente me dirigí hacia el puerto. Una vez ahí camine directo hacia la oficina de buques para comprar mi pasaje. Al llegar, el movimiento de gente dificultaba mi paso, cientos de personas trasladándose de un punto a otro, arrastrando valijas y baúles, acompañados de familiares que lloraban por la inminente despedida de sus seres queridos que regresaban a casa o partían hacia la búsqueda de un destino más fortuito. Ese era el escenario que mis ojos observaban a medida que avanzaba hacia la boletería.
Cuando por fin encontré la ventanilla que vendía los pasajes con destino a los dominios en áfrica, me hallé con la sorpresa de no ser el único que había decidido comprar a último momento. Delante de mí una fila compuesta por individuos de diferentes partes del mundo se extendía más de lo que me hubiese gustado.
- No se preocupe, avanza rápido. – Comentó un guardia de seguridad que caminaba por el recinto cuando noto mi cara de frustración
Estaba en lo cierto, casi sin darme cuenta, el largo de la fila se fue reduciendo hasta que fue mi turno de ser atendido.
- Buenas tardes. Quiero abordar el próximo buque a Alejandría, tercera clase por favor
- Son 20 Libras caballero. Están abordando en estos momentos, deberá darse prisa.
Al pagar y recibir mi pasaje, salí disparado hacia el muelle desde el que zarparía mi barco, y mientras caminaba a paso acelerado, en mi mente ya comenzaba a fisurarse la locura que estaba cometiendo. Solo la enormidad del RMS Queen Victoria que aguardaba impaciente el ascenso de los pasajeros logró que recuperara el entusiasmo.
Luego del tumultuoso ascenso, me dirigí hacia mi camarote. Un espacio reducido, compuesto por dos camas marineras, un espejo y un pequeño lavabo para el aseo personal. Mis compañeros de viaje por los próximos seis días serían unos egipcios que regresaban a su país, en la prensa ya se había anunciado hacía tiempo que el Reino Unido les concedería la independencia, y era imaginable que retornaban con la esperanza de participar en la construcción de su nación.
Me senté sobre la cama para contemplar lo que estaba por vivir cuando mis pensamientos se vieron interrumpidos por la fuerte bocina del buque anunciando su partida. Me levanté y salí rápido hacia la cubierta para poder grabar en mis retinas las últimas imágenes de Inglaterra, una Inglaterra que me vio superarme desde el día que llegué de España hasta hoy, que me veía persiguiendo mis sueños una vez más. Llegué a la cubierta y me abrí paso entre la gente que se agolpaba para despedir a sus amigos y seres queridos, apoye mis manos sobre la baranda y en ese momento sentí una tenue brisa en mi rostro.
- Una caricia de buena suerte que me regala esta tierra. – Pensé
El resto de los pasajeros comenzaron a regresar a sus camarotes una vez habíamos zarpado, en tanto yo continuaba con mis manos apoyadas sobre la baranda, viendo durante varios minutos como nos alejábamos del puerto y comenzábamos a entrar en altamar. De repente recordé que aún tenía conmigo el reloj de bolsillo que había sacado de mi casa esta mañana.
Lo tomé con mi mano derecha y lo contemplé por unos minutos.
-Parece que tu suerte se acabó – Le dije al reloj antes de aventarlo hacia el mar con todas mis fuerzas.
Regresé al camarote a planificar mi itinerario hasta el Valle de los Reyes, porque si el Dr. Smith está en algún lugar de Egipto, había de estar en el Valle de los Reyes.
-Llegaré a Alejandría en seis días – pensé- luego debería tomar un tren hasta El Cairo, y del Cairo viajar hasta la ciudad de Luxor. Es demasiado, no voy a poder hacerlo en un día, tendré que buscar un lugar para quedarme en la capital. – me cuestionaba en mis propias ideas
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Vivan las flores
PertualanganTraficar arte y antigüedades nunca estuvo en sus planes, pero la vida lo empujará a ser el mejor, y también el más buscado.