El Teide y su magia

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Era Navidad, pero Aray vivía en Canarias y ahí las Navidades eran distintas. En esas fechas del año aún hacía calor, solo de vez en cuando llovía y siempre por ese tiempo, él y sus amigos subían al Teide, un volcán de su isla que era el más grande y alto de España, y el segundo más alto de Europa detrás del Etna.

Él  no se emocionaba porque fuera Navidad, ni le gustaba, ni le dejaba de disgustar. Solo pensaba en las fiestas porque ansiaba irse de marcha con sus amigos en fin de año.

Desde que cumplió los diecisiete años no paraba de hablar de otra cosa.

Llevaba viviendo sólo unos cinco meses, así lo decidieron él y su familia cuando comenzó a trabajar en el sur de la isla.

En realidad, no vivía tan sólo, sus dos gatos lo acompañaban. Decidió llevarlos a vivir con él, porque, aunque se hacía el duro no podía disimular lo mucho que los echaba de menos.

 Tiger y Milú eran gatos muy cariñosos, lo perseguían por toda la casa para restregársele por los pies.

Milú era el mayor, pero también el más cascarrabias, como decía su dueño, él adoraba a los humanos, pero odiaba a los animales.

Por el contrario, Tiger era muy amistoso con todos los de su raza, inclusive con los perros, pero un poco más pasota con los humanos. Si algo tenían en común, era la pasión que sentían por su dueño, eso y la comida claro.

Un sábado por la mañana estaban en su piso y tenían el día libre. Decidió contactar a sus mejores amigos Izan y Tony.

- ¡Ey pibes! ¿Quedamos o qué? Tengo el día libre y me aburro muchísimo, podemos ir al gym y hacer luego un poco de cardio y terminaremos en casa haciéndonos papas arrugadas con mojo picón para almorzar.

- Aray, le pregunto a Tony y depende de lo que me diga iremos o no, pero creo que él quería ir hoy a Garachico a visitar a sus abuelos.

- ¡Perfecto! Podemos ir con él y mientras los visita, nos quedamos en el Caletón dándonos unos bañitos ¡Como echo eso de menos!

- ¡Guay! Es verdad que con estos calores solo apetece agua.

El muchacho colgó su teléfono, le dio de comer a sus felinos y con su ordenador buscó los mejores guachinches de la zona para ir ese día a almorzar.

Un guachinche era un establecimiento con comida típica de Canarias. No había Canario que pudiese resistirse a un buen chuletón con papas, mojo y un buen escaldón.

Al llegar a Garachico, Izan y él bajaron del coche, Tony era el mayor de los tres y el único que podía conducir, por ello sus amigos aprovechaban cualquier ocasión para ir con él a cualquier lugar.

Como era de esperar, Garachico estaba muy soleado y en el Caletón, muchísimos jóvenes disfrutaban de sus piscinas naturales.

Aquello era fantástico, un auténtico paraíso. Pasadas unas horas y ya con las tripas sonándoles, decidieron llamar a Tony para invitarlo a comer al guachinche.

Después de intentar convencerlo decidieron comer en casa de sus abuelos.

La señora Graciela era la abuela de Tony y no podía resistirse a invitarlos a comer con tal de que su nieto se quedara más con ella.

La casa estaba muy decorada, en el pasillo de la entrada habían hecho un portal de Belén con cada una de las figuras que representaban estas fechas. La verdad, que los abuelos de Tony siempre ganaban el concurso de portales navideños, y no era de extrañar ya que eran impresionantes, no les faltaban ni un solo detalle.

LA NAVIDAD DE UNA NIÑA SAHARAUI (TERMINADA) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora